Amelia.
Abro los ojos con lentitud, pero los cierro enseguida cuando siento que el sol me irrita los ojos. Me levanto con la misma lentitud y veo que la cortina está abierta, algo que me parece raro porque no la dejé abierta. Volteo de golpe a ver la puerta para ver si tiene el seguro, y no, no lo tiene. Tan temprano y ya me hicieron molestar.
Me levanto, voy al baño y me aseo —sin bañarme por flojera—. Salgo de la habitación con el mismo pijama porque estoy reventada por la locura de ayer y bajo dirigida a la cocina.
—Elisa en serio te atreves a entrar en mi cua... —trato de reclamarle pero me interrumpe.
— ¡Hija mía! Buenos días, siéntate ya está el desayuno. —le pregunto con la mirada que si está loca, pero al ver quién anda sentado en una de las sillas del comedor entiendo si actitud, y no ni idea de quién sea pero debe tener mucho dinero para que ella me lo invite a desayunar.
—Hija, te presento a Rubén. —dice sonrisa, y el tal Rubén se para de la mesa y se me acerca, toma mi mano y la besa, con que este es el tal Rubén.
—Un gusto hermosa Amelia. —me dice sonriendo.
Qué asco.
Mi madre me da una mirada asesina por mi expresión.
—El gusto es mío. —le digo sonriendo lo más real que pueda, no negaré que es un chico muy lindo, pero que mi madre me obligue a salir con él me da asco.
—Bueno chicos siéntense y desayunen que hoy tendrán un bonito día. —dice Elisa, nos sonríe y sale de la cocina, lo que hace el interés.
La comida se ve riquísima. Agarre pancakes con gotas de chocolate y las coloque en mi plato, tengo demasiada hambre así que no me va importa cómo me mire este tal Rubén.
De verdad que la comida está divina, ni porque mi madre hiciera un pacto con el diablo cocino esto, es más que obvio que lo mando a hacer. Entonces que insinúa Elisa, me va a vender a este hombre mayor que yo, ¿solo por su dinero? Siento que me miran, interrumpe mi análisis llamado "en que locura me meterá ahora mi madre", lo volteo a ver y anda con una gran sonrisa viéndome.
— ¿En qué piensas mi dama Amelia? —me pregunta.
—En que ya terminé mi desayuno. —le respondo parándome de golpe y le doy una sonrisa falsa.
Me doy la vuelta para ir a mi cuarto pero en un abrir y cerrar de ojos, el ya se había levantado y me agarró el brazo para que dejará de caminar. Me volteo de golpe y quito su agarre.
— ¿En qué restaurante quieres comer hermosa Amelia? —me pregunta, todavía sigue con su repugnante sonrisa.
—Solo Amelia y no qu... —un aclaro de garganta me hace parar mi seca respuesta, me volteo y mi madre está parada viéndonos.
—El restaurante Lasserre es hermoso, —dice mi madre con una sonrisa— Amelia, ven para que te cambies, no hagas esperar a tu amado.
¿Amado? ¿Enserio?
Subimos a mi habitación y ella me busca un vestido blanco lleno de pequeños girasoles, es bonito pero no es mi gusto. Mila —una amiga peluquera de mi mamá— me hizo un moño alto, mi cabello rubio combina con los girasoles.
Cuando por fin ya estaba completamente lista salimos de la casa, Rubén me tomo de la mano, es muy incómodo pero no puedo hacer más nada, me abre la puerta de piloto me voy montar pero veo que Jack está en su patio.
—Puedes esperar, voy a saludar a alguien. —no espere su respuesta y me acerqué a Jack.
—Hola Jack. —lo saludo.
—Hola... —se queda mirándome volteo hacia abajo para ver si tengo algo.
— ¿Cómo sigues?
—Mejor, ¿Vas a salir?
—Mmm, si. —volteo y Rubén sigue parado esperando— Me tengo que ir, después hablamos.
Sin esperar respuesta corro hacia el auto y me subo.
El camino fue aburrido, hasta conté cuantos carros azules habían en la calle. Rubén solo volteaba a verme, me sonreía y ya.
Estacionamos afuera de restauran, la entrada no es nada especial, más bien es común. Cuando entramos un señor nos preguntó que como nos llamamos, obviamente yo no conteste pero cuando mi "amado" dijo su nombre nos dejaron pasar. Un restaurante común y corriente, nos empezamos a alejar de las personas y eso me asusto un poco, llegamos a una puerta donde un guardia —del restaurante— nos pidió el nombre de nuevo, nos dejaron pasar era un pasillo y al final una puerta ¿Un cuarto? No lo sé y me empezó a dar un poco de miedo... ¿Y si me violaba? Pare de caminar cuando pensé eso.
—Tranquila. —me dice con una voz suave, no tuve de otra que seguir.
Cuando abren la puerta mi boca toma forma de O. No puedo creerme la belleza que mis ojos visualizan, es como una zona VIP, en el centro de la habitación hay una mesa muy elegante, con muchos tipos de cuchillos, cucharas y tenedores, copas y lo más especial envés de tener paredes el lugar, tiene peceras gigantes, ¡Las paredes son pecera!. Tiene unos peces preciosos, de todos los colores y de todos los tamaños, sin duda es un paraíso.
— ¿Te gusta? —me pregunta Rubén, el ya se ubica en una de las sillas de la mesa.
—Me encanta... —le respondo con sinceridad. Yo sigo caminando por todo el lugar viendo los peces, es obvio que mi madre le dijo este lugar porque amo el mar, pero igual me impresionó. Pero que no crea que por llevarme a ver los peces más hermosos que he visto en mi vida voy a caer ante sus brazos.
—Amelia... —hace una pausa para que yo voltee— Siéntate a comer.
Ya habían traído la comida, rodee un poco la silla que está a su lado —ya que es la única que queda— para hacer espacio entre los dos. Un señor me sirvió la comida y me echo vino en mi copa. Oh vino ¿recuerdas nuestra primera vez?. Empezamos a comer en silencio, no les puedo decir con exactitud que comimos, eran platillos exóticos, lo que si puedo decir es que estaba muy bueno. El mismo señor que nos sirvió los platillos, nos entrega un menú.
— ¿Que postre quieres pequeña? —me pregunta Rubén, le demuestro mi cara de asco por llamarme "pequeña" y si es mayor que yo por ¿Tres años?
— ¿Cuántos años tienes? —le pregunta de golpe. Lo siento, mi curiosidad es muy fuerte.