Amigas para siempre

Capitulo 7. La casa de la adivinación

Blanca

—¿A dónde vamos?—Pregunté mientras seguía a Celeste. A mi lado también iba Rosa, nos llevaba a algún lugar desconocido, más que nada porque Celeste no nos había dicho nada. Solo cerramos la tienda a las 19:30 de la noche y la seguimos.

—Vosotras seguidme y no quiero preguntas.

La seguimos hasta una casa, una casa algo dejada por fuera, la pintura se estaba quitando y las flores de la entrada parecía que nadie se acordaba de ellas por siglos.

—¿Entraremos aquí?—Preguntó Rosa.

—¿Tenéis miedo?

—Esa no sería la palabra—Celeste toco el timbre y se abrió automáticamente sin esperar apenas segundos.

—¡Hola! ¡Soy Celeste traigo visita!—Celeste empezó a gritar como si esa casa fuese suya. —¡Luna! ¡Sol! ¿Donde estáis?

—Deberías saber que a esta hora estamos cerrando—Dijo una persona detrás de nosotras, me recorrió un escalofrío muy rápido.

—¡Que susto! Espera… ¿Luna? Cuanto tiempo sin verte—Hacia años que no la veía y a su hermana gemela tampoco.

—Desde que te fuiste del instituto, que recuerdos.

—Luna y Sol se encargan de una tienda de adivinación familiar, por cierto ¿Dónde está Sol?

—No lo sé, ya aparecerá, siempre aparece…—Su cabello corto le daba más mal rollo a su expresión de mal rollo. Sin embargo tenia una mecha azul.

—Vale… ¿y qué hacemos aquí?

—Luna y Sol son videntes expertas, os podrán ayudar en vuestra situación.

—Yo no necesito nada de eso, no te ofendas Luna pero estoy bien, no necesito la ayuda de nadie.

—Ese es tu problema, siempre ayudas a los demás pero cuando te pasa algo a ti, nadie puede ayudarte.

—¿Y qué tiene de malo? No es asunto de los demás.

—Pero no es justo, sufres por dentro cuando puedes tener amigas en las que apoyarte, además, el asunto de una es también de la otra.

—Ah ahora sí, ahora decides ser mi amiga, vas un poco tarde ¿no crees?—No sé si se me veía en la cara pero yo notaba que las lagrimas tarde o temprano iban a salir.

—Y así todo el día—Dijo Celeste.

—Es evidente que tenéis un conflicto que todavía no ha sido resuelto y lo lleváis arrastrando desde que surgió. Venid conmigo, os ayudaré en lo que pueda y no acepto un “no” por respuesta.

—Igual que Celeste—Pensé por dentro.

Pasamos por un pasillo largo hasta la última puerta, la habitación estaba iluminada por velas eléctricas, esas que no se apagan nunca a no ser que le des el interruptor de apagado. En el suelo había alfombras de colores oscuros.

—Sentaos, escoged una alfombra y tumbaos, Celeste tu te quedaras conmigo.

—De acuerdo.

—Esto es una pérdida de tiempo.

—Mira, en eso coincidimos—Dije. Celeste se froto el lado izquierdo de la frente, daba a entender que estaba cansada de que peleáramos.

—Vamos a hacer una cosa, vosotras dos os vais a poner una en frente de la otra y vais a cerrar los ojos, sentadas como queráis pero con una postura cómoda —Tal como nos dijo, lo hicimos, no veía nada, tenía los ojos cerrados y si los abría vería a Rosa. —Ahora respirad profundamente tres veces, y recordad ese día, ambas tenéis versiones diferentes que la otra no sabe.

—Realmente yo no tengo ninguna versión, no sé nada de lo que ha podido pasar.

—Deberías saber lo que pasó, no me creo que lo hayas olvidado y si lo has hecho eso significa que no te importo tanto como dices.

—Vale. Me da igual lo que te ha pasado—Su voz estaba aumentando así que abrí los ojos para ver que ocurría, Rosa estaba levantada. —Estoy cansada de irte detrás, no sé nada de lo que dices que debería saber, pero si no lo quieres aceptar tu misma, gracias Luna por intentarlo pero me voy—En ese momento Rosa se dispuso a ir hacia la puerta pasando por mi lado, yo no sabía lo que iba a pasar, pero como si fuera un auto reflejo la cogí de la muñeca y nos volvimos a transportar.

Me levanté del suelo, esta vez estábamos en un parque, el parque que teníamos detrás del colegio, donde casi siempre íbamos juntas a jugar.

—Este parque…—La vi nostálgica, miraba a unas niñas, a nosotras de pequeñas, jugando con el tobogán.

—Pues no, yo ya no quiero ser tu amiga—Dije yo de pequeña, estaba encima del tobogán mientras que Rosa estaba abajo.

—Pues entonces yo ya no quiero jugar contigo—Dijo la Rosa pequeña, ese día nos enfadamos pero no duro mucho, enseguida volvimos a ser amigas.

Rosa quito su mano y volvimos a la normalidad, su cabeza bajada y girada mostraba que realmente iba en serio y que no quería estar más conmigo.



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En el texto hay: drama, amor, amistades que no se rompen

Editado: 12.02.2020

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