Capitulo 46. Pillados

Bruno

—¿Pero a vosotros dos que os pasa? Tenéis mujeres e hijos esperándoos para comer ¿Cómo es posible?

—Pues no lo sé, surgió sin más, no sabemos la explicación.

—Ha sido cosa de un momento, nada más—Dije alterado, Albino y Mauro también lo estaban.

—¿Vais a seguir con la relación?

—No es una relación, ha sido un sentimiento confuso, algo que no volverá a suceder.

—Yo la verdad es que me he quedado flipando, a ver, que está muy bien que os queráis, pero pensad en una cosa, los dos tenéis familias, tenéis un hijo y una hija, Mar y Perla lo tienen que saber…

—No, no, no.

—Esperad, dejadme terminar. Si veis que lo vuestro va a más, lo tenéis que decir los dos, yo no pienso decir nada. Y si resulta que no hay más, pues seguís con vuestra estupenda vida.

—¿Y ese aspecto de sabio? ¿De dónde viene?—Pregunté.

—¿Quién eres y que has hecho con el verdadero Mauro?

—El antiguo Mauro ha muerto, desde que vi el accidente de Celeste no he vuelto a ser el mismo—Un silencio de tristeza se presento en segundos. —Bueno, vámonos o se preguntaran que hacemos—Mauro abrió la puerta y ahí estaba Mar.

—¿Que hacéis?

—Nada, ya nos íbamos. Buena suerte.

—¿Suerte de qué?

—Nada, nada, ¿sabes que te quiero mucho?—Preguntó Albino.

—Más te vale porque yo también—Respondió tan feliz, se dieron un beso y siguieron por el pasillo.

Perla estaba ahí, sentada junto con nuestro hijo de 1 año, Nathan. Son lo más preciado que tengo en la vida, pero, ¿qué es esta sensación que siento al estar cerca de Albino? No lo puedo explicar con palabras.

Yo no puedo ocultar estos sentimientos, desde que nos vimos en el restaurante hace poco, no dejo de darle vueltas. Siempre he sido una persona honesta en todo…

—Y así se hace una flor, estas servilletas son muy flexibles—Mientras los demás reían, yo me estaba agobiando, no podía más.

—Bruno y yo nos hemos besado.

En la mesa de los cuatro había mucho silencio, mientras que en el restaurante en general seguía habiendo ruido, pero se podía hablar.

—¿Qué?

—Mar cielo, tu sabes que te quiero, no ha sido nada, en serio, surgió así de la nada.

—Encima surgió espontaneo—Dijo levantándose.

—¿Que hubieses preferido? ¿Que fuese intencional?

—Hubiera preferido que el hombre con quien me case, mi marido hace cinco años y el padre de mi hija no hubiera hecho lo que has hecho—Dijo cogiendo el cochecito de su hija, Albino la siguió mientras que yo estaba callado, como Perla.

—¿No dices nada?

—¿Que quieres que diga Bruno?

—No lo sé. Algo.

—Me intento controlar ¿sabes? Porque ahora mismo tengo más de 18 maneras de matarte en mi cabeza, y van sumando.

—No hacía falta que dijeras eso.

—¿Qué prefieres? Ah sí, muy bien, estupendo, genial, cásate con él entonces. Bruno, no llevamos ni dos años casados, tenemos un hijo en común de un año, ¿me explicas que hacemos ahora?

—Solo ha sido un beso.

—Solo eso, ¿y luego qué? ¿Qué tengo que pensar a partir de ahora? ¿Os vais a ver más veces? ¿Os vais a besar más veces? ¿Qué va a pasar? Dímelo.

—No va a pasar nada de eso.

—¿Desde cuándo te gusta? Una persona no le da un beso en los labios porque si, debe de ser una persona muy importante. Y sé que es tu amigo de la infancia pero si eres homosexual ¿por qué no me lo has dicho antes de casarnos y tener un hijo?

—No lo soy, quiero decir, no lo sé, te quiero a ti y a Nathan, sois lo más valioso que tengo, pero ahora mismo mis sentimientos están hechos un lio, no sé qué pensar o que sentir, te sigo queriendo y eso no cambiará pero…

El silencio estaba muy presente en esa conversación, por al lado pasaba Blanca, la vi a través del cristal del restaurante. Ya eran casi las dos del medio día y todavía no habíamos comido, ninguno de los cuatro. Los platos estaban ahí.

—Pagas tu, todo—Dijo antes de irse con el cochecito de Nathan. Mi vida estaba arruinada. No tuve fuerzas para nada…