—... Y entonces vieja, ¿Qué quiere hacer?—.
—Pos nada, vamos pa la casa que hacemos aquí, ya dijeron que no había nada por hacer—.
—Vieja ... ¿Y si llamamos a los niños?, de pronto ellos conozcan a alguien allá en la capital, la última vez nos ayudaron—.
—La última vez solo me picaron por todo lado, me sacaron pedazos y conectaron tubos, no mijo, yo no estoy ya pa eso, que pase lo que tenga que pasar, eso la vida es la que sabe, uno solo debe aceptar—.
Me negaba a la posibilidad de no hacer algo, pero después de una semana de pruebas, los resultados eran definitivos, ya no había nada que hacer, 86 años no llegan en vano. Suspire el aire ligeramente viciado del pueblo. La urbanización no era mi lugar preferido, y a pesar de sus juveniles aspiraciones tampoco era el lugar de mi vieja.
—Vámonos, hay que ver si la Ruperta ya puso—.
—Vieja, Ruperta es una vaca—.
—Pos eso, esperemos hasta que ponga y luego nos preocupamos por eso—.
Mi vieja siempre fue tan cómicamente cínica.
—Ay vieja, pues ya que más queda, vamos—La tome de la mano y la ayude a levantarse, hizo un pequeño sonido de dolor al erguir su cuerpo.
—¿Qué paso?—.
—Me está pisando vago sin remedio—.
Mire al suelo y vi como mi alpargata pisaba una parte de la suya.
—Ay, vieja, me asusté—.
—No se afane mijo que eso cuando sea, me tomo esto que me dieron allá los doctores para que no me duela—.
—Vieja, no sea tan cruel conmigo— Completamente inclemente.
—Ay mijo, no se preocupe que eso allá, yo lo espero, mientras tanto le jalo las patas pa que no me extrañe—Se rio con su pequeña sonrisa mirándome con dulzura.
—Vieja usted si, ni siquiera morirse, se lo toma en serio—dije entre risueñas lágrimas.
Mi vieja acomodó mi sombrero, me miró con ojos alegres y me dijo:
—Yo lo espero, no se afane—.
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Editado: 13.02.2023