Viernes 28 de octubre, 2016.
—¿A ustedes no las quieren en sus casas? —pregunto enojada.
—Mira quién habla —me responde entre risas Hailey.
—¿Qué se supone que hacen ustedes aquí?
—Pues verás, es una historia muy curiosa. Estábamos preparándonos las maletas para el viaje, entonces Asher nos dijo que vivían cerca y decidimos que será más fácil irnos a la escuela desde aquí porque ahorramos tiempo y teniendo en cuenta que tenemos que salir a las cinco de la mañana para el aeropuerto, pues es una muy buena idea.
—Entonces, básicamente se están robando mi plan.
Las Russo viven cerca de la escuela, alejadas de la ciudad, por lo que es un gran plan el quedarse a dormir con ellas la noche anterior a tener que salir para el campamento Pickering, ¡Pero es mi lugar! ¡No el de ellas!
—Ustedes y Asher se ven cercanos —interviene Cecile.
—No, ¿Cómo crees…? —balbucea Hailey— Él solo es amable y nos sugirió eso cuando le dije no intencionalmente que no sabía como llegar a la escuela porque no hay transporte público a esas horas.
—Maldita —mascullo—, querías que Asher se ofreciera a recogerte.
Se le suben todos los colores a la cara y la rubia comienza a negar entre susurros, a lo que su amiga solo se ríe. Gael me agrada mucho, o puede que lo que me agrade de ella sea imaginarme a mi hermano siendo feliz.
—Ay ya, niñas, mientras más mejor. Me gusta tener la casa llena de risas, amo tener visitas —nos calma Louan mientras nos trae jugo de fresa y limón a todas. Estamos sentadas en la sala central de la casa nueva de las Russo. Aún hay algunas cajas que desempacar y Hailey y Gael están sentadas sobre ellas ya que llenamos el pequeño sofá que la familia tiene—, así no me siento tan sola.
Porter viene detrás con unas tostadas con jalea de higos, la favorita de Cecile y pone cara de herido.
—¿Y yo qué? ¿Entonces yo estoy de decoración aquí? —pregunta Porter muy ofendido— No, pues entiendo, lo lamento mucho, lamento que mi presencia no te haga sentir acompañada —finge limpiarse una lágrima—, y yo que creía que por fin me amaban…
Hailey y Gael no entienden nada, pero las Russo y yo, que ya los conocemos, simplemente disfrutamos la escena.
—Ay, Porter… No es así —le dice Louan mientras va a abrazarlo, pero él rechaza el gesto.
—¿Cómo… me llamaste?
—Porter, así te llamas —le susurra divertida. Ella lo hace a propósito.
—No, claro que no, para ti soy amor, bebé, hombre de mi vida, amor de mis amores, felicidad encarnada y dueño de todos mis besos… ¡Entre otros!
—Entre otros, te amo mucho —ella le responde.
No pudimos aguantar las risas a lo que ellos mismos se unieron, siento que Porter hace que Louan reemplace esas arrugas por fruncir el cejo, en unas patas de gallo al sonreír.
Admito que las dos amígdalas infectadas no son tan malas. Por otro lado, la casa aunque pequeña sí se siente acogedora entre las carcajadas de todos; incluso Petra está sonriendo. Seguimos viendo una película, hasta que Gael y Hailey se fueron a bañar en los dos baños que tiene la casa, y las Russo subieron a preparar las maletas.
—¿A dónde va, Lou?
—Lavaré los platos —dice sonriendo. Entonces recoge todo en menos de cinco segundos y se va. Diría algo sobre “¿Por qué no le ayuda Porter?”, pero él está barriendo toda la casa, así que lo que me da un poco de rabia es que sus dos hijas nunca le ayudan a su madre; es cómo si tuvieran su vida aparte—, ¿Quieres venir? Solo a hablar, me entretienes mucho, Clov.
—Le ayudo —me ofrezco con la calidez que pocas veces me permito tener. Empezamos y en la no tan grande cocina la veo tan feliz, incluso algunas veces sonríe sola y se permite cerrar los ojos y negar; es cuestionable como ella logra ser feliz en estas cuatro paredes, limpiando y cocinando—. ¿Por qué está tan feliz, Lou?
—¿La viste? —me pregunta, pero no entiendo— A Petra, ¿La viste? Estaba carcajeando, comió palomitas y tostadas y bebió jugo… por fin está comiendo mi comida —vuelve a reírse—, y Cecile, me sonrió tres veces y Petra se le recostó en el hombro a Cecile, están más cerca ahora.
Una madre que ame los pequeños detalles… y les preocupen…
—Luego de lo de Thomas y su ida —ruedo los ojos al oír el nombre del bandido aquel— Petra no come panqueques o jugo de cerezas y desde que nos mudamos aquí Petra no se come mi comida, cree que no me doy cuenta que siempre la hecha en la basura… entonces, es lindo ver que avanza… Y es lindo ver que Cecile se está abriendo a mí otra vez, luego de que su padre fue a prisión apenas sonreía conmigo.
No sé qué responder, ni idea, todo parece ser demasiado interno como para poder opinar.
—Mis hijas… están teniendo esa normalidad que no les permití tener en su infancia.
Su sonrisa se vuelve dolida de repente.
—Lou, no es que “no le permitió”, usted no tiene culpa de lo que el maldito de tu exmarido hizo. No es justo para usted cargarse con las decisiones del pendejo.
—No, pero sí de lo que le permití hacer —de repente para de enjabonar y yo de enjuagar, simplemente ella me mira y sonríe con dolor, luego baja la mirada como avergonzada—, y dejé a Petra en casa de mi mejor amiga, no le conté sobre su verdadero padre, ni… ni estuve ahí con ella; no me dí cuenta de cómo eso lastimaba a Cecile en el silencio. Siento que no pude ser la madre que ellas merecieron.
—Fue la madre que pudo ser —le dije—, Lou, hizo lo mejor que podía… Míreme —le ordeno con cuidado y entonces ella sube sus ojos—, yo mataría por tenerla de madre. Es la mejor madre que existe.
Al sonreír con tantas ganas esas pequeñas arrugas alrededor de su ojos la hacen ver tan tierna…
—Me gustaría que fueras mi hija —me confiesa y aún con las manos mojadas me abraza—, en serio que sí, Clover, te daría todo el amor que siempre has merecido. Me gustaría recibir ese amor de mis hijas también.
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Editado: 30.09.2023