Lunes 02 de noviembre 2016
Mierda…
Oficialmente fue mi peor Halloween… He hecho muchas tonterías, pero ¿Vomitarle a mi profesor encima? Esa se lleva el premio, por default.
Me siento en la isla, masajeando mi frente con intención de minimizar el dolor de cabeza. ¿Qué hago en mi casa? ¿Qué mierda pasó? Tengo tantas preguntas, pero mi estúpida mente solo piensa en la asquerosidad que le derramé en el cuerpo.
—¿Quieres sopa, Clover? —me pregunta Lissy con diversión y confianza— Eso debe ayudar a la resaca.
—No, Lissy, gracias… ¿Cómo llegué a casa?
—Hayes te trajo.
Adam lo llamó entonces…
—¡Clover! —contesto la llamada de Cecile.
—Hija de la gran... baja la voz.
—¿Dónde estabas anoche? Nunca volviste a la fiesta. Petra y yo regresamos a esperarte. Eres la única persona que hace una fiesta en su casa y nunca llega.
—¿Yo? Bien gracias, lo último que recuerdo fue que vomité y me desmayé. Disfrutando la vida. Casual.
Escuché la voz de ella entre risas —Ya me imagino.
—¡Le vomité encima, Cecile!
—¿Para qué bebes tanto, si sabes que al otro día te dará algo?
—He vomitado hasta la vida, pero se me está pasando ya —veo cómo se me acerca Lissy con algo —Gracias.
Me tomo la pastilla que me dió.
—Nos vemos en la escuela.
—Sí…
—Recuerda que hay examen de matemática, y que hay tarea también.
—Joder… ¡Primer maldito día! ¡Acabamos de llegar de Canadá!
Meto la pastilla en mi boca y me la trago, casi se me atraganto cuando Hannah empieza a mirarme como si la vena en su frente en cualquier momento se estrellaría contra mi y sus manos arrancarían mi yugular.
—Clover Robyn Bloom, ¿Se puede saber por qué mi casa parece vomitada por payasos?
Me mira fijamente. Con sus brazos en jarras y voz firme repite la pregunta.
—Hice una fiesta.
—¿Fiesta? ¿¡Fiesta?! —se alarma y sé que ya empieza a sulfurarse —¡Mierda!
—Mamá —sonrío cínica y cuelgo la llamada—, que tengas un gran día.
Ella sigue alegando ciertas cosas a las que no le presto atención. Me levanto de la silla en frente de la encimera y tomo mi mochila para largarme.
—¡Ven aquí, Clover! ¡Tenemos que hablar!
—Nop, me parece mejor plan no pasar palabra otra vez —respondo sin dejar de caminar—, ¿Qué te parece, madre?
—Es un buen plan —susurra Lissy pasando a mi lado.
—¡Tienes todas las oportunidades, Clover, todo lo que siempre deseé está a tus pies! ¡Eres la viva imagen de mí! Así que mejor te centras en tu futuro. Treinta por ciento de las acciones son tuyas, más te vale que sepas manejarte, ¡Ven aquí!
Otra vez con ese tema.
—Hannah, ¿Qué hora es? —pregunto y al ver que estoy a un par de minutos de la hora en que debo salir paso por el largo pasillo aún más rápido, salgo del jardín que debo admitir es muy hermoso y llego a la parte externa de la casa.
—No, no quiero tener que recordarte a cada segundo lo que debes hacer, no me vengas con esas cosas. Irás a la universidad, estudiarás administración y tendrás las acciones que te corresponden, porque eso es lo que necesita la empresa. Al igual…
—Al igual que Hayes —susurro— Lo entendí, harás mi vida una basura como a él. Harás que estudie algo que no me gusta para satisfacer tu necesidad de sentir que controlas algo, me harás ser algo que no soy. Lo entendí, ¿Okey? Ya lo capté, y lo haré, ¿Qué más quieres, Hannah? ¿Que me terminé yendo, como él?
—Oh, porque planeas irte como Hayes, ¿No?
Solo a eso le prestó atención…
—Él se fue porque quiso.
—Sí claro, fue su maldita decisión irse, no tuvo nada que ver con tu odio a él.
—Solo es un malcriado, un Cleveland en potencia.
—¿Adivina, Hannah? Tú lo criaste, tú criaste a ese irreverente.
—¡No me hables así, señorita!
—¿Crees que no me di cuenta de que odias a Hayes porque te recuerda a papá? ¿O que parece que quieres protegerme de que los hombres me dañen porque no superas lo que él hizo? Lo sé, así está bien. Consigue ayuda, mujer. ¡No soy tu reflejo! ¡Mi existencia no se resume a ser tu mediocre arcilla para moldear! —grito lo que tengo meses queriendo decir— ¡Solo porque eres infeliz no debes hacer que todos a tu alrededor lo sean!
—Yo no soy... —su voz se quiebra y sí, le he dado en el clavo.
—Sí, tú sí, ¡Infeliz y miserable! ¡Y quieres que todos a tu alrededor se caigan en tu maldito pozo! y Hayes no se fue porque quiso, se fue porque eres una loca obsesionada con que todos los hombres son malos, incluso tu propio hijo. Llegas al punto de la miseria donde ya no ves a los demás, ves sus defectos, ¡Pero solo te estás viendo a ti misma!
Le doy la espalda y busco las llaves en mi bolsillo.
—¡Clover! ¡Ven aquí! ¡Te lo ordeno!
Me subo a la motocicleta y arranco.
—Papá estaría orgulloso de saber que le seguiste los malditos pasos y dañaste aún más la familia, Hannah. ¡Tú y Cleveland deberían ir y hacerse un pequeño club!
¿Qué quiere? ¿Que me encargue de la empresa que ella heredó de su madre justo como pasó consigo misma?
—¡Niña, regresa aquí!
—¿¡Por qué mejor no superas tu trauma y dejas a tus hijos ser felices?!
No tengo idea de qué quiero hacer con mi vida, pero no es hacer muñecas. Si bien de niña quería ser escritora, tengo desde que Cleveland nos abandonó sin tocar uno de mis manuscritos. ¡Solo no quiero hacer lo que ella quiera!
La adrenalina de la velocidad, que incrementa con ciertos arranques de enojos y dolor, es relajante. Amo eso, sentir el viento contra mi cara, o el dejar atrás todo eso de lo que escapaba. Por eso corría con Mikal antes…¿Debería ir a la zona muerta en la tarde? Sé que Hayes ha cambiado, que ya no le interesa para nada esta vida… pero, ¡Cómo extraño cuando corríamos juntos en nuestras motocicletas!
Tras la ida de papá, todo lo que era horrible, se volvió peor. Mamá comenzó a ver a nuestro progenitor aún más reflejado en él. Hayes era idéntico a papá, la misma nariz espingada, la misma mandíbula cuadrada, el mismo pelo negro… no era su culpa. De mamá sólo tenía los ojos azules.
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Editado: 30.09.2023