Amor de padre

Cambiando el destino: Capítulo IV

Son las 4:30 a. m., un nuevo día comienza y yo me voy a correr junto a papá; necesito bajar el pollo frito y las papitas con sus cremitas que almorzamos ayer, ya que la salida a comprar los regalos de Mariana se extendió hasta la tarde, por lo que hicimos una pausa yendo a almorzar algo rápido, y que más rápido que la comida que venden en las cadenas de restaurantes estadounidenses que se han multiplicado por todo Lima. No sé si es por el exceso de comida grasosa o que lo divino me envía un mensaje, pero soñé con la tumba de Olga, una que no conozco. Por cómo quedó su rostro después del accidente, su familia planificó enterrarla lo más pronto posible, de ahí que sus restos serían velados solo por un día completo y a la mañana siguiente la llevarían a enterrar en el cementerio El Ángel, según lo que informó Salinas cuando nos hizo la inesperada visita a tempranas horas de la mañana de ayer. Le comento a papá lo que soñé y lo que estoy pensando hacer, ya que quiero escuchar su opinión.

—Conocer dónde está la tumba de Olga no estaría mal. Mariana crecerá y querrá visitar la última morada de su madre, dejarle flores y elevar una oración por su alma. Además, creo que la mejor forma de cerrar tu historia con Olga es visitando su tumba y perdonándola por todo lo que te hizo, así podrás empezar de nuevo sin remordimiento alguno.

Me reconforta escuchar que mi padre piensa igual que yo, ya que también creí necesario conocer la ubicación de la tumba de Olga para que, cuando crezca, pueda llevar a mi hija a visitar a su madre. Antes de ir al trabajo, mi padre acuerda conmigo en llamar a Salinas para preguntarle por el nombre del pabellón y número de nicho donde están los restos de Olga en el cementerio, ya que El Ángel es inmenso, y buscar una tumba sin esos datos sería como tratar de encontrar una aguja en un pajar. Como a las 9 a. m. mi padre se comunica al teléfono de casa y me entrega la información que necesito para ir a donde está quien fue mi esposa y poner fin a la historia que tuvimos.

Acostumbrado a usar el servicio de transporte público, camino hasta la avenida Arequipa para tomar un bus que me lleve hasta el Centro Cívico y de ahí tomar otro hacia el distrito de El Agustino, donde queda el cementerio El Ángel. Tras preguntar a los limpia tumbas, noto que por la puerta que he ingresado queda cerca el nicho de Olga, pero detengo mi paso cuando uno de ellos, un adolescente que aprovecha en ganarse unas monedas durante las vacaciones de verano aseando los sepulcros y deshaciéndose de la basura que queda, me pregunta si deseo comprar un ramo de flores.

—Cuando se visita a los muertos se les debe llevar algo, y ya que no pueden comer ni beber, mejor es llevarles flores —no sé si lo que dijo tiene un trasfondo esotérico o paranormal, o solo busca que le compre algunas flores a su madre, quien tiene un pequeño puesto a las afueras del cementerio.

Como no quiero alejarme de donde estoy, ya que se me hace fácil dar con el nicho donde están los restos de Olga, le pido al muchacho que me ayude yendo a comprar las flores. Cuando regresa, trae consigo un enorme ramo de rosas rojas y blancas con harto follaje y gipsófilas, que son unas pequeñitas flores blancas a las que se les conoce como lluvia.

—Como me dijo que venía a visitar a una mujer, mi madre preparó un ramo de estilo romántico, lo que les gusta a las mujeres —comenta el muchacho.

Yo sonrío con pesar al percatarme de un detalle: esta es la primera vez que he comprado flores para Olga. Cuando nos encontrábamos en las fiestas para, más que nada, fornicar, nunca le llevé una flor. Quizá si nuestros encuentros hubieran sido en otros lugares, además de las habitaciones de las casas de sus amigos que organizaban las reuniones de los fines de semana, de seguro le hubiera comprado flores. «Tal vez ella no supo valorarme porque me faltó entregarle este tipo de detalles», pienso, pero me digo a mí mismo que, aunque le hubiera comprado toda una florería, ella nunca me hubiera elegido a mí por encima de Ramiro Reyes. «Ella siempre estuvo enamorada de él, y por más atractivo y adinerado que fuera, ella nunca me hubiera preferido», concluyo sin sentir emoción alguna, algo que es positivo porque significa que ella ya no me importa, que la estoy dejando en el pasado, y podré rehacer mi vida más pronto de lo que me imagino.

El precio que me cobra el muchacho me parece justo y cómodo si lo comparo con lo que costaría un ramo igual en el mercado de San Isidro, así que atino a darle unas monedas más, recompensando su honestidad. Ante mi gesto, él decide acompañarme hasta donde está la tumba que busco, detalle que agradezco. El nicho queda en el cuarto nivel de siete, y para haber sido enterrada ayer, solo hay un ramo pequeño de flores. El muchacho me ayuda a preparar el ramo que compré para acomodarlo en la jardinera que han adaptado al nicho. Con el agua del botellón que carga para realizar su trabajo, moja las flores, así vivirán por más días. Como yo soy mucho más alto que el joven limpia tumbas, me ofrezco a acomodarlas, lo que logro hacer sin problemas. Tras despedirse el muchacho, me quedo contemplando el blanco mármol que decora el nicho, donde aparece grabado el nombre de Olga, su fecha de nacimiento, la de fallecimiento y un mensaje que sé de quién proviene: «Un ángel que regresó al cielo. Espérame, que cuando llegue mi momento, iré por ti».

Hasta antes de leer esa dedicatoria en la lápida, pensé que todos los gastos de los funerales de Olga habían corrido a cuenta de su familia, pero ahora me percato que no fue así, que de seguro Ramiro Reyes fue quien pagó por ello. Quizá fue por eso que María Moreno llegó con los músicos y bailarines gitanos, para restregar en la cara de su marido que su amante murió y que esa era una buena noticia, aunque Salinas no lo mencionó. «De seguro Salinas omitió que Ramiro Reyes estaba presente cuando María Moreno lanzó la maldición a los restos de Olga para evitarse más problemas con mi padre», pienso, pero dejo todo ahí, sin pretender despejar mi duda porque Olga no está más en este mundo y ya no importa lo que Ramiro Reyes haga por ella.




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