Alma se encontraba de nuevo en el lugar en el que había sucedido el incidente con Joseph, se quitó la ropa, quedándo en ropa interior y observó todo aquel lugar, era un ritual que hacía cada vez que llegaba a aquel sitió, lo admiraba y silenciosamente agradecía a la "madre tierra" por todas aquellas maravillas; cada vez eran mas claras las palabras de su padre sobre la conexión que surgía con la naturaleza, cuando estabas dispuesto a disfrutarla sin dañarla e incluso a defenderla si era necesario; el agua corría clara y fría, Alma se sumergió para mojar su cabello, los peces pasaban por sus pies haciendole cosquillas; era un momento sublime, que repetía muy seguido, porque no se cansaba de disfrutar de todo aquello, las aves cantaban, como uniéndose al ritual; pero su alegría se esfumó, cuando al girar la cabeza aquel lugar donde había visto a aquel hombre observándola, sus hermosos ojos azules vinieron a su mente y un enojo repentino la hizo perder la paz; luego casi inconscientemente se tocó los labios y la imagen en la bañera vino de repente a su cabeza; el frio del agua del rio no fue suficiente para tranquilizar aquella sensación de calor que la invadió. -Que sucede contigo mujer- Dijo en voz alta. -Este hombre es tu enemigo y si estás haciendo todo esto por él es para que se recupere y se aleje de tí y de tu casa-. Sin embargo, una idea vino a su cabeza y no se fue....
Después de un largo rato nadando en el río; tomó su ropa y se alejó camino a la hacienda, convencida de que su plan podía funcionar, se acercaba la reunión en el Congreso y tenía que tener un plan B si lo que habían pensado solicitar tenía una respuesta negativa.
-Almita- dijo Juanita, que se acercaba a ella con toda la rapidez que le permitía su edad. -¿Que sucede nana?-, la mujer tenía una mirada sombría, de verdadera preocupación. -Dominga va a parir; ya empezó a tener dolores-. Dijo la mujer; Alma comprendió que Juanita estaba acostumbrada a atender a las mujeres de su pueblo en los nacimientos de sus hijos, pero ésta vez la situación era un "bastante complicada" . Alma no contestó y corrió hacía la habitación que ocupaba Dominga; encontró en la puerta a la niña de la vez anterior con Florecita en los brazos, que lloraba desconsoladamente; la nena no comprendía que sucedía y eso la tenía muy inquieta, sin embargo al sentir los pasos de Alma, empezó a callar el llanto. -Cariño, ya estoy aquí contigo- Dijo Alma, acariciando el rostro de su pequeña amiga. -Mamá- Repetía la niña. -Mama Dominga-. Alma besó a la pequeña y dió instrucciones a la niña para que llevara a la cocina a Florecita por unas golosinas y con el corazón contraído caminó a toda prisa al interior de la habitación; efectivamente Dominga ya se encontraba en labor de parto, había agua, ropa limpia y toallas sobre una pequeña mesa, Dominga se encontraba recostada sobre su cama, con la mirada llena de dolor; estaba en silencio, no gemía, tampoco lloraba, pero era evidente el dolor. -¿Donde está el médico?- Con Dominga estaban 2 mujeres vecinas, una de ellas contestó. -No lo hemos llamado Patrona, nosotros no necesitamos médico, siempre hemos parido a nuestros hijos solo con la ayuda de una partera o de las otras mujeres vecinas-. Alma miró a la mujer con asombro y cólera a la vez. -Vé por Fermín y díle que llame al médico; él será quien atienda el parto de Dominga-. La mujer se puso de pie ya que se encontraba sentada en la orilla de la cama y salió a toda prisa a cumplir la instrucción de la patrona.
Alma se acercó a su amiga -Dominga, ya pronto verás a tu hijo, por favor, sé valiente; el médico pronto vendrá y te ayudará-. Dijo ella tomándola de la mano. Dominga la miró con ternura y sonrió timidamente. El vientre de Alma se contrajo; tenía mucho miedo...un miedo que intentaba disimular. La mujer regresó unos minutos después; -señora, dice Fermín que no logra comunicarse con el médico, que debe ser por la tormenta que se avecina que no hay señal del teléfono-. Alma estaba cada vez más asustada. - Díle a Fermín que vaya por él personalmente-. La mujer la vió con cierta duda. -Ahora- gritó Alma, cada vez más nerviosa.
Media hora después empezó una fuerte tormenta y no habían noticias de Fermín y el médico; Dominga se contraía de dolor y sudaba cada vez más. Las mujeres la asistian, con cierto miedo por la reacción de la patrona que se encontraba bastante nerviosa, pero que no impedía el trabajo de aquellas.
-Almita- Dijo Juanita que entraba de nuevo a la habitación. -El médico no está en el pueblo, se fue a la capital hoy temprano-. La noticia fue para Alma "como un balde de agua fria"; temía tanto una situación así, y ahora estaba sucediendo; sabía que el parto de Dominga no sería sencillo; ella había notada desde tiempo atrás los problemas de salud de su amiga y su renuencia por ser atendida adecuadamente el médico.
Por otra parte Joseph estaba muy atento de lo que sucedía en la habitación del fondo de la casa, había empezado a acercarse a las peones, especialmente a Fermín y ellos lo habían puesto al corriente de lo que estaba sucediendo; se sentó en la sala a tomar un vaso de aguardiente y a escuchar la fuerte lluvia, que parecía un verdadero torrente; de repente la luz se apagó, todo se quedó en completa oscuridad. Minutos después escuchó pasos, los peones caminaban con lamparas y velas, colocándolas en diferentes lugares para iluminar la casa.
Joseph se pusó de pie, tomó una vela y caminó hacía la habitación, luego alejó la vela y de pie en la oscuridad pudo escuchar y ver lo que sucedía adentro: La joven se encontraba recostada sobre la cama, con velas colocadas a los costados, las mujeres parecían decirle ciertas cosas que debía hacer, pero la mujer parecía no escucharlas. Detrás de la cabeza de la mujer se encontraba Alma de pie, la luz de la vela permitía apreciar sus hermosos rasgos; sin embargo Joseph percibió en sus movimientos la inquietud y la desesperación, le hablaba a la mujer al oido y con las palabras de ella, Dominga parecía reaccionar levemente, pero de nuevo volvía a cerrar los ojos.