La tormenta dismuyó, pero el clima era particularmente frio, la neblina abrazaba toda la región; varios árboles caídos obstaculizan el paso del ganado y los trabajadores de la hacienda habían salido muy temprano a hacerse cargo de las reparaciones por los daños provocados por la tormenta.
Alma se había quedado dormida, recostada sobre la cama en la que se encontraba Dominga, Joseph no había podido dormir, estaba muy atento de todo lo que sucedía a su alrededor, pero especialmente de la salud de la joven; sin embargo cuando escuchó las conversaciones afuera de la habitación, había salido a enterarse de todo y había podido ayudar a Alma a coordinar los trabajos de sus empleados; sabía que la mujer necesitaba descansar un momento; hacía 2 horas aproximadamente en que se había quedado dormida; las horas ayudando a Dominga y a las mujeres en el parto la tenían muy exhausta.
Dominga no había despertado, la fiebre había aumentado; la situación parecía complicarse cada vez más, Joseph no tenía ninguna experiencia en estos casos, pero era claro que no era normal que una mujer estuviera en esas circustancias después del nacimiento de su hijo.
Alma despertó de repente, parecía despertar de un mal sueño; en el rostro se reflejaba su cansancio y preocupación. -¿Ha despertado?- dijo, observando el rostro de Dominga. -No, no lo ha hecho-. -¿Sabes algo del médico?- -Si, se ha comunicado hace una hora, ya salió de la capital, espera estar aquí en unas 2 horas aproximadamente-. Joseph observó la desilución en el rostro de la chica -¿dos horas?, no puede ser, Dominga está cada vez más débil-. Se derrumbó sobre la cama, Joseph se conmovió al ver a Alma tan afectada. -¿Díme en que puedo ayudarte y lo haré?- dijo y Alma observó la sinceridad en su rostro. -Gracias, ya me has ayudado bastante-.
En ese momento Fermín llamó a la puerta, Joseph salió de prisa a recibirlo; Alma lo siguió, pero el informe que Fermín llevaba no iba dirigido específicamente a ella y Alma comprendió que durante el tiempo que estuvo dormida, Joseph se había hecho cargo de algunos problemas de la hacienda. Alma escuchó todo lo que aquellos decían y no tuvo más que estar de acuerdo con lo dicho, ya que las decisiones habían sido acertadas.
-Hola, buenos dias- Dijo Juanita entrando a la habitación, -he traído el desayuno para ustedes-. Juanita entraba con una bandeja y la colocaba sobre la mesa; en ella habían pozillos llenos de café, atol, pochitos de frijol con salsa picante. -Gracias nana, pero no tengo hambre- dijo, mirando a su amiga que continuaba inmóvil en la cama. -Ten paciencia mi niña, ella se recuperará-. -¿Nana, como está el niño?-, -El chiquitio está bien, ya comió, Josefa lo amamantó, recuerda que ella hace poco parió-, -Me alegro nana, cuida de él-. -Lo haré mi niña, si tú también cuídas de tí...ahora come-. Dijo.
Joseph estaba hambriento, -vamos mujer, no podemos despreciar a la dulce Juanita con su desayuno- Tomó a Alma del brazo para conducirla hasta la mesa, pero como era de esperarse, la electricidad cruzó los dedos del hombre y ésta se fue directamente al brazo de la chica, ambos sintieron esa conexión, que se estaba volviendo tan común entre ellos.
Joseph apremiaba a Alma a alimentarse, pero ella casi no probó alimento; su mirada continuaba fija en su amiga y Joseph comprendió que no iba lograr su atención en esos momentos. Una hora más tarde el doctor entraba a la habitación y Joseph consideró oportuno salir y dejarlos solos; pero no se alejó mucho de la puerta, sentía la necesidad de estar cerca y no pretendía luchar con sus propios deseos. De repente sintió el impacto, Alma había salido de la habitación de prisa y no había observado que él se encontraba muy cerca. Su cuerpo impactó con el de Joseph, él intentó disculparse, pero al mirar el rostro de la mujer observó que estaba completamente lleno de lagrimas. El instinto de Joseph fue de abrazarla y lo hizo... ella no lo impidió, al contrario se apretó fuertemente contra él sin ninguna timidez. Alma se cobijó en sus brazos y lloró en silencio, él beso su cabeza. -Aquí estoy, contigo-. Dijo.