-Hijo, levantate, tienes que desayunar- dijo la madre de Joseph, abriendo las cortinas de su habitación. -¿que haces aquí mamá? dijo Joseph con la barba crecida y el rostro malhumorado, algo que se habia convertido en común, ya que el hombre siempre estaba de malhumor y se negaba a salir de casa, salvo para ir a sus terapias. -Hijo, ya no puedes seguir así- dijo su madre, ganándose una mirada de desaprobación del hombre. Clarisse luchaba constantemente por ayudar a su hijo, pero parecía que él había perdido las ganas de vivir, salvo por su interés en volver a caminar, parecía que era lo único que lo mantenía vivo. Clarise llegaba todos los días al apartamento de Joseph, a pesar de que su hijo insistía en que no lo hiciera, aseguraba que podía arreglarselas solo. -Habían transcurrido 5 meses desde el accidente, Joseph casi caminaba normalmente, aunque el médico le había pedido que no dejara de usar las muletas. -Hijo, quisiera que platicaras conmigo como antes, que me digas que es lo que está sucediendo- dijo Clarise sentándose a su lado. -No tengo nada mamá- dijo,mirando hacía la ventana y cambiando de tema -¿Ya vino Eloisa?- Su madre suspiró, sabía que hoy tampoco lograría que su hijo abriera su corazón y le dijera que era aquello que tanto lo hacía sufrir; -Si, ya está acá- Eloisa era su ama de llaves, una guatemalteca de unos 50 años, muy discreta que había conocido en el hospital cuando estuvo hospitalizado; la señora había llegado a visitar a su hijo enfermo y por "haberes el destino" había logrado comunicarse con el hombre embrabecido de la cama 305 de una manera peculiar; ya que ese día en que se conocieron, parecía que estaba a punto de explotar. La mujer lo había encontrado en el pasillo, intentado llegar a la planta baja, lo había salvado de que sus padres lo observaran llorar como un niño, parecía que deseaba seguir a alguien, pero al mismo tiempo dejarla ir...la pareja parecía dirigirse al hombre y él necesitaba huir para que no vieran su rostro completamente descompuesto del dolor. La mujer había visto la escena y le había procurado ayuda, había tomado las manijas de la silla de ruedas y lo había colocado dentro del ascensor, evitando que sus padres pudieran alcanzarlo; luego lo había llevado a la terraza del hospital y lo había dejado solo, en completo silencio para que desahogara. Cuando lo observó más tranquilo, se acercó a él y simplemente dijo: -¿A que habítación le ayudo a llevar?- Joseph la observó y dijo: -305 por favor-De nuevo la mujer condujo la silla de ruedas hacia la habitación indicada, lo ayudó a recostarse. -Gracias- dijo Joseph. -De nada muchacho- contestó la mujer y se alejó en silencio. Desde ese día parecía que la mujer era la única que comprendía a Joseph, sin siquiera conversar de temas intimos con él, sabía cuando callar y eso a Joseph le agradaba; después de visitar a su hijo, pasaba unos minutos por la habitación de Joseph, le entregaba un recipiente con comida que ella misma preparaba para él y su hijo y preguntaba -¿Todo bien?-, él le contestaba con un gesto de cabeza, luego ella esperaba para ver si el muchacho deseaba conversar, si no se encontraba de humor, simplemente decía -Fue bueno verte muchcacho, que estés bien-, tomaba su recipiente vacío, porque curiosamente Joseph se comía inmediatamento lo que ella le regalaba, parecía que el sabor a su comida era muy familiar para él, . Cuando al hijo de Eloisa le dieron de alta en el hospital, la mujer fue a la habitación de Joseph. -Muchacho, vengo a despedirme, a mi hijo le han dado de alta- Él la observó. -¿Donde vives Eloisa?, ella le indicó la dirección. -¿A que te dedicas?-, -Trabajo limpiando casas y cuidando niños-. dijo ella asombrada por la curiosidad del muchacho, ya que no habían hablando del tema en sus pequeñas reuniones diarias. -Trabaja conmigo- dijo. Ella lo observó con curiosidad. -¿estas de acuerdo? dijo él observándola a los ojos; ella sonrió.... y desde aquel día, la mujer se había convertido en su mano derecha.
-Buenos dias- dijo Eloisa entrando a la habitación. -Buenos dias- contestaron. -Veo que ya estás levantado- dijo Eloisa sonriendo. -Ya está el desayuno listo, pueden pasar a la cocina-, La señora Clarise, observaba la comunicación entre aquellos dos y sentía cierta intriga en saber como lograba esa mujer a que su hijo se alimentara y viviera más o menos como "ser humano". Ambos se acercaron a la cocina, Clarisse observaba todos los días como el menú del desayuno de Joseph era muy diferente de lo que comía antes de viajar a Guatemala, sin embargo parecía que disfrutaba su comida, como no lo hacía cuando ella lo preparaba para él; parecía que algo sucedía cuando probaba los platillos,como si su mente volara a algún lugar lejano y abriera alguna puerta del baúl de los recuerdos.
Eloisa por fín habia comprendido el dolor del muchacho, cuando una tarde al regresar de las compras lo había encontrado completamente borracho; Joseph le había pedido que le cocinara un platillo especial guatemalteco. -Toma Joseph- dijo Eloisa, colocando el plato con chiles rellenos sobre la mesa de la sala llena de botellas de cerveza vacías.- ¿sabes Eloisa? dijo él, -este platillo lo comí cuando me puse la primera borrachera en la hacienda- y sonrió como lo hacen los borrachos. Parecía que el chico tenía ganas de desahogarse; Eloisa fue por una taza de café y se sentó a su lado; desde ese momento puso toda su atención en la historia del chico,comprendiendo así el dolor tan pesado que cargaba en su corazón.