¿MI FUTURO?
Salgo como alma que lleva el viento hacía mi habitación después de que el compañero de Marco nos interrumpiera. ¡Qué vergüenza! Y además tengo unas pintas horribles. No he pasado más vergüenza… Y más cuando ha insinuado que Marco y yo estábamos haciendo cosas poco decorosas.
¿Qué estoy haciendo? Me meto en la ducha intentando relajarme y para quitarme la sensación que tengo en mi cuerpo. ¿Por qué he dejado que sucediera? ¿Por qué no me he resistido más? ¿Por qué quería que me besara? Solo puedo pensar en sus labios rozando los míos.
Esto sé que no está bien, que volvamos a ser amigos me parece bien, quiero recuperarlo, pero tener algo más… No sé si estoy preparada para ello, para volver a amar, para dejar al descubierto otra vez mi corazón.
Unos suaves golpes en mi puerta me sacan de mis pensamientos. Me enrollo bien en la toalla y abro la puerta. Los ojos sorprendidos de Marco me recorren de arriba abajo haciéndome sonrojar, él solamente sonríe.
—Venía para decirte que he quedado esta tarde con unos amigos —se acerca más a mí, invadiendo mi espacio personal—, por si te apetece venir con nosotros —sus manos se posan en mi cintura e intenta acercarme a su cuerpo, pero no le dejo.
—Lo siento, Marco —le digo dando unos pasos hacia atrás y me giro para buscar algo de ropa en mi maleta— Ya he quedado con unos amigos —vuelvo a girarme para encararlo—. Además, tengo que pasar primero por mi casa.
—Vale, está bien —su respuesta es apagada y sé que está notando mi incomodidad—. ¿Quieres que te acerque a tu casa? —vuelve a preguntarme en un intento de acercarse nuevamente a mí, a como estábamos hace un rato.
—No te preocupes, no hace falta. Ve con tus amigos —contesto mientras me acerco a la puerta, invitándole a irse.
Con la mirada que le hecho entiende que lo estoy echando de la habitación, porque quiero poder cambiarme con normalidad y respirar un poco, pensar con claridad.
Termino de vestirme y salgo de la habitación, voy hasta el salón para despedirme de él, pero ya no está en la casa. Se ha marchado sin avisar y estoy convencida de que está enfadado conmigo. Este chico es un poco bipolar, pero va a tener que entender que no he venido aquí por él, que estoy dispuesta a empezar una nueva vida y que él solo tendrá una pequeña parte.
No me gusta mentir, pero no he tenido opción. No quería pasar más tiempo con él porque cada vez que estoy cerca es como si mis sentidos, mis pensamientos lo nublaran todo, para mí no hay nadie más que él. Todo lo que creía que iba a hacer desaparece cuando él está cerca. Así que he tenido que mentirle y decirle que había quedado con alguien, cuando no es así.
De repente mi móvil suena con la llegada de un mensaje nuevo. Lo cojo y abro los mensajes:
“Hola preciosa, ¿te apetece que nos veamos? Voy a ir a tomar algo con unos amigos y me apetece verte”.
Releo nuevamente el mensaje y finalmente respondo después de pensarlo un rato. Me apetece verlo y no tengo nada más que hacer, además he dicho que había quedado con unos amigos, así que… Ya no me sentiré tan mal por mentir.
Cuando llego a la ubicación que me ha escrito al móvil me doy cuenta de que se trata de la casa de alguien. Supongo que es la casa de alguno de sus amigos, porque esta no es su casa. Llamo al timbre y espero unos segundos mientras oigo unos pasos tras la puerta. La puerta se abre y el impacto de descubrir quién hay al otro lado es abrumador.
—¿María? —me pregunta sorprendido.
—¿Marco? —respondo de la misma forma que él, porque no me esperaba verlo aquí.
—¿Qué haces aquí? —sigue con su interrogatorio sin moverse del marco de la puerta mientras me mira de arriba abajo.
—Deja que la chiquilla entre —la voz de Isco llega a mí cuando aparece por detrás de Marco, lo echa a un lado y me hace pasar por la puerta—. Bienvenida a mi casa —me sonríe—. No nos han presentado formalmente, me llamo Isco —suelta una sonrisa ladeada y yo le devuelvo una pequeña sonrisa, recordando en qué situación nos conocimos hace unas horas.
—Encantada —contesto casi en un susurro—, gracias por dejarme pasar a tu casa —me guía por los pasillos hasta detenernos en el salón—. Yo soy María.
—Oh, lo sé —su sonrisa se amplía y se acerca a darme dos besos.
Después le dedica una mirada a Marco que no sé descifrar y nos deja solos en el salón. Mi incomodidad aumenta a cada segundo porque no sé qué decir ni qué hacer. ¿Por qué tenía que encontrármelo?
Marco se acerca a mí y le veo abrir la boca para decirme algo, pero unos pasos que se acercan a nosotros lo hacen callar.
—¡Por fin has llegado! —dice la persona que entra por el salón—. Pensé que no llegarías nunca —me giro y le sonrío.
—Aquí estoy, sana y salva —intento sonar despreocupada pero la atmósfera que se acaba de crear ahora mismo corta como el filo de un cuchillo.