Dejo que la música inunde mis sentidos y que el alcohol haga su efecto, permitiéndome dejar de pensar. No quiero pensar en nada, solo quiero olvidar. Trago tras trago me termino la copa y me voy a la pista de baile para seguir bailando. Mis amigos han venido desde Mallorca para pasar conmigo esta semana. No me importa que sea lunes, no me importa nada.
Una chica guapa o al menos eso creo, ya que estoy un poco ciego por el alcohol, se acerca a mí. Se pega mucho a mí e intenta besarme pero yo me aparto. Aún así la cojo de la cintura y nos movemos al son de la música.
Llego hasta casa con la chica con la que estaba bailando, no dejaba que me besara en los labios pero se había obsesionado con mi cuello. Sus caricias terminan quitándome la ropa mientras se quita también la suya. Con un acto reflejo la tiro a la cama y me coloco encima de ella. Me coloco entre sus piernas dispuesto enterrarme en ella pero en ese momento justo miro a los ojos a la chica, quedándome paralizado.
No puedo hacerlo, no puedo. No es ella.
Me separo de ella y me siento en la cama.
La chica, cuyo nombre ni siquiera sé, coge su ropa furiosa, se viste y antes de salir de mi habitación me dice:
Ni me inmuto con lo que me dice, me da igual pero la bronca que me voy a llevar mañana por parte de mi padre va a ser monumental, son las cinco de la mañana y con el portazo a debido de despertar a todos.
Me coloco los calzoncillos y me meto bajo las sábanas como puedo. El dolor de la cabeza me taladra fuertemente. Intento dejar la mente en blanco para poder dormir algo pero mi mente viaja unos segundos atrás, justo al momento en el que mire a los ojos a esa chica.
No he podido, no es ella, no es María. Y con esos pensamientos me duermo.
No sé qué hora es cuando abro los ojos. Me levanto como puedo ya que me duele mucho la cabeza por todo lo que bebí anoche. Voy hasta la cocina para tomarme un ibuprofeno que me quite este dolor insoportable y allí me encuentro a mi padre y a mi hermano, este último tendiéndome un vaso de agua y la pastilla milagrosa.
Hago caso a mi hermano para no llegar tarde, ya que si vuelvo a llegar otro día tarde me quedó sin jugar el próximo partido. Cuando estoy listo salgo de casa pitando, cojo el coche y acelero hasta que llego.
Salgo del coche corriendo mientras todos los trabajadores me miran al pasar. Al llegar al vestuario veo como todos mis compañeros ya están listos. Me cambio deprisa y llego el último al campo, el último pero justo en el límite del tiempo por lo que suspiro aliviado e intento controlar mi respiración.
Durante todo el entrenamiento no doy ni una. Ya es algo normal, llevo un tiempo que no soy el mismo, ya no estoy tan ilusionado cuando juego, ya no tengo ganas de nada. El entrenador no está muy contento conmigo, aunque es normal. Igual que la directiva que han tenido que tapar muchos de mis últimos escándalos en las discotecas.
El entrenamiento ha terminado y mientras voy a las duchas oigo murmullos a mí alrededor. No sé qué les pasa pero lo único que puedo hacer es mirar hacia el suelo. No quiero que nadie más me mire decepcionado de cómo estoy actuando. Aunque en el fondo sé que tienen toda la razón.
Alzo la mirada y mis ojos encuentran con unos que añoraban ver. Me quedo estático sin saber qué hacer, sorprendido. ¿Qué está haciendo aquí? Quiero acercarme a ella pero mis piernas no responden. La veo ahí, quieta, mirándome, con los brazos cruzados mirándome fijamente y enfadada.
Me quedo pasmado ante su reacción. De todos los posibles reencuentros nunca me imagine que iba a decirme esas palabras. Está bastante enfadada pero… ¿Por qué?