María sale de la habitación y cuando la miro no puedo evitar posar mi mirada en toda ella, le doy un repaso de arriba abajo, pero es que la verdad está absolutamente preciosa. Me muerdo los labios inconscientemente evitando correr hasta ella y asaltar su boca. Cruzo mis brazos y me apoyo en el marco de la puerta mientras veo como se mira en el espejo. El vestido azul se ajusta a su cuerpo realzando su figura haciendo que mi mente vuele al pasado, a aquella noche en la playa recorriendo a besos su cuerpo, mirándola a los ojos, esos ojos llenos de amor por mí.
Me acerco lentamente a ella y dejo un beso sobre su cuello al descubierto. María se estremece ante el tacto y sonríe ante mi gesto. La miro a los ojos por el espejo y María se inclina para dejar su espalda que choque contra mi cuerpo. Paso mis manos sobre su cintura para abrazarla y pegarla a mí. No aparta mi mirada de la mía y yo tampoco puedo hacerlo.
María se gira y mis manos quedan en su espalda baja, sus manos quedan sobre mi camisa y comienza con un movimiento ascendente-descendente por mi pecho, haciendo que mi piel se erice. Se coloca de puntillas y me besa. Me acoplo a su ritmo y mi mano viaja a su nuca para profundizar el beso.
La beso nuevamente por unos segundos y me separo de ella para coger las llaves del coche y la chaqueta. María se acerca a mí tiendo mi mano y ella la coge, caminando así hasta el coche.
Llegamos al restaurante y abro la puerta dejándola pasar primero. Nos acercamos al mesero.
Nos guía a través de las mesas. En uno de los momentos cojo la mano de María para que no se separe de mí. Me mira sorprendida ante el gesto al estar en público pero yo solo respondo sonriendo y guiñándola el ojo. Llegamos a nuestra mesa y ayudo a María a sentarse en la silla al retirarle esta.
Cenamos en una velada tranquila donde no cesan las risas, las conversaciones por cualquier tema pero sobre todo las miradas cómplices. Ahora mismo solo me interesa ella, aunque soy consciente del que el resto de comensales nos están observando. Extiendo mi mano y rozo la suya que reposa tranquila encima de la mesa.
Después de pagar, salimos del restaurante y caminamos tranquilamente por las calles de Madrid. Nuestras manos se rozan de repente pero María la aparta rápidamente y mira alrededor buscando a alguien que los hubiese visto.
Ahora lo entiendo, tiene miedo a que alguien nos vea porque yo no he querido salir ninguna vez con ella. Es la primera vez desde que estamos juntos que salimos a la calle. No me lo pienso dos veces y cojo su mano para entrelazarla con la mía. María se gira bruscamente alarmada.
Me acerco a ella y deposito un suave beso sobre sus labios. Entrelazo nuestras manos y la arrastro por las calles hasta que llegamos a un parque. Nos adentramos en él para tener algo más de intimidad.
Nos adentramos en el parque y nos sentamos en un banco, ocultos de las miradas de los demás. María apoya su cabeza en mi hombro y yo la rodeo con mi brazo. Los minutos pasan y ya no aguanto más, hago que se incorpore y me mire a los ojos.