Amor Eterno #2 - Resurgir

Capítulo 21 - SÓLO NOSOTROS

María sale de la habitación y cuando la miro no puedo evitar posar mi mirada en toda ella, le doy un repaso de arriba abajo, pero es que la verdad está absolutamente preciosa. Me muerdo los labios inconscientemente evitando correr hasta ella y asaltar su boca. Cruzo mis brazos y me apoyo en el marco de la puerta mientras veo como se mira en el espejo. El vestido azul se ajusta a su cuerpo realzando su figura haciendo que mi mente vuele al pasado, a aquella noche en la playa recorriendo a besos su cuerpo, mirándola a los ojos, esos ojos llenos de amor por mí.

Me acerco lentamente a ella y dejo un beso sobre su cuello al descubierto. María se estremece ante el tacto y sonríe ante mi gesto. La miro a los ojos por el espejo y María se inclina para dejar su espalda que choque contra mi cuerpo. Paso mis manos sobre su cintura para abrazarla y pegarla a mí. No aparta mi mirada de la mía y yo tampoco puedo hacerlo.

  • Te quiero – me dice María apretando el agarre en mis brazos que se ciñen en su cintura
  • Y yo a ti pequeña – le respondo besando su mejilla – estás preciosa – susurro en su oído y se estremece.

María se gira y mis manos quedan en su espalda baja, sus manos quedan sobre mi camisa y comienza con un movimiento ascendente-descendente por mi pecho, haciendo que mi piel se erice. Se coloca de puntillas y me besa. Me acoplo a su ritmo y mi mano viaja a su nuca para profundizar el beso.

  • Por más que me encante tenerte así – le digo recuperando la respiración – tenemos que irnos o llegaremos tarde – termino de decir mientras apoyo mi frente con la suya.
  • Sí – musita mientras se sonroja y yo me río ante su gesto.

La beso nuevamente por unos segundos y me separo de ella para coger las llaves del coche y la chaqueta. María se acerca a mí tiendo mi mano y ella la coge, caminando así hasta el coche.

 

Llegamos al restaurante y abro la puerta dejándola pasar primero. Nos acercamos al mesero.

  • Hola, tenemos reserva a nombre de Marco Asensio – digo y el camarero me mira sorprendido al recocerme.
  • Sí claro – dijo al mirar en la lista – síganme por aquí – nos dice.

Nos guía a través de las mesas. En uno de los momentos cojo la mano de María para que no se separe de mí. Me mira sorprendida ante el gesto al estar en público pero yo solo respondo sonriendo y guiñándola el ojo. Llegamos a nuestra mesa y ayudo a María a sentarse en la silla al retirarle esta.

  • Es precioso – dice María de repente mientras observa todo alrededor.
  • Lo más bonito que hay – respondo mientras la miro porque para mí ella es lo más bonito.
  • Anda, calla ya – me dice mientras se ruboriza y a la vez se ríe – me estás poniendo roja como un tomate – me dice.

Cenamos en una velada tranquila donde no cesan las risas, las conversaciones por cualquier tema pero sobre todo las miradas cómplices. Ahora mismo solo me interesa ella, aunque soy consciente del que el resto de comensales nos están observando. Extiendo mi mano y rozo la suya que reposa tranquila encima de la mesa.

  • María – le digo cuando llevamos un rato en silencio y mientras acaricio con mi pulgar el dorso de su mano.
  • Dime – me responde sonriendo.
  • Te quiero – suelto sin más ante la necesidad de decírselo.
  • Y yo a ti cariño – me responde con un brillo especial en su mirada.
  • Me apetece ir a dar un paseo ¿quieres? – pregunto esperanzado.
  • Por supuesto – me responde y yo llamo al camarero.

Después de pagar, salimos del restaurante y caminamos tranquilamente por las calles de Madrid. Nuestras manos se rozan de repente pero María la aparta rápidamente y mira alrededor buscando a alguien que los hubiese visto.

Ahora lo entiendo, tiene miedo a que alguien nos vea porque yo no he querido salir ninguna vez con ella. Es la primera vez desde que estamos juntos que salimos a la calle. No me lo pienso dos veces y cojo su mano para entrelazarla con la mía. María se gira bruscamente alarmada.

  • Marco… - me dice preocupada.
  • No quiero esconderme más – le digo anticipándome a lo que vaya a decirme – no quiero hacerlo más – sigo diciendo mientras acaricio su mejilla con dulzura.
  • Pero la prensa… - intenta decirme mientras cierra los ojos ante mi tacto.
  • Lo sé pero ya me da igual, solo quiero que seamos tú y yo – respondo atrayéndola a mí con mis manos en sus caderas.
  • Está bien – me dice sonriendo.
  • ¿Segura? – la pregunto porque no quiero que se sienta obligada.
  • Sólo si tú lo estás – responde y yo asiento.

Me acerco a ella y deposito un suave beso sobre sus labios. Entrelazo nuestras manos y la arrastro por las calles hasta que llegamos a un parque. Nos adentramos en él para tener algo más de intimidad.

Nos adentramos en el parque y nos sentamos en un banco, ocultos de las miradas de los demás. María apoya su cabeza en mi hombro y yo la rodeo con mi brazo. Los minutos pasan y ya no aguanto más, hago que se incorpore y me mire a los ojos.

  • Yo… - intento decir cómo puedo – quiero preguntarte algo – le digo algo nervioso mientras me rasco la nuca.
  • Dime – me dice - ¿qué pasa? – me pregunta un poco preocupada.
  • Te amo con locura – empiezo a decirle – te amo y esta vez las cosas van a ir bien. No voy a dejar que nada ni nadie se interponga en nuestra felicidad. Lo quiero todo contigo, todo, María. Así que ¿quieres ser mi novia? Sé que estamos juntos y que no hace falta poner una etiqueta pero… quiero hacerlo bien, quiero que sea oficial, que seas mi novia y poder gritarlo al mundo. Pero entiendo que tú… - hablo como un loro por los nervios que tengo.
  • Sí – me dice María y yo la miro sin entender nada.
  • ¿Sí qué? – pregunto sorprendido.
  • Que sí – me dice sonriendo – que quiero ser tu novia – me responde y se me dibuja una amplia sonrisa en mi cara – yo lo quiero todo contigo – me dice acariciando mi mejilla.



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Editado: 25.05.2019

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