Kate apresurada y tonta intentó bajarle los pantalones.
— Kate, basta —pidió Alex—. Kate, ya basta. —Pero ella no se detenía—. Mierda, ¡te he dicho que pares! ¿No entiendes o te haces? —Tenía el pie muy dolorido como para que el mástil estuviera para colocarle una bandera.
—¿Por qué siempre me rechazas? Yo soy quien te conviene, no esa enfermera de mala muerte.
—Ahora quiero descansar y no discutir, vete —mandó seco.
—Algún día rogarás mis atenciones, Alexander —masculló y salió de la habitación, cerró la puerta con rabia.
—¡Bah! Para lo que me importa —rezongó desinteresado.
En su mente solo estaban dos cosas, el dolor y la venganza, se vengaría por la patada y le valía madre la triste historia de la vida de Ana que Travis le dijo. Era una pequeña provocadora, una muy inteligente, encontró una rival digna de su genio.
Agarró el teléfono y buscó entre sus contactos el número de la «Peligrosa» y escribió un mensaje.
Milena, Travis y Diana estaban en la sala jugando dominó. Milena sintió que su cartera vibraba, era algo extraño, solo el rubio tenía su número.
Agarró el celular y tenía un mensaje nuevo de «Doctor llorón».
Una sonrisa se colocó en su rostro, era algo emocionante, una rareza, el recibir un mensaje, por lo que lo abrió con rapidez.
Doctor llorón:
Esta me la pagas después, por el momento has ganado una batalla, pero no la guerra. La patada me dolió, eres mala con saña.
Milena se sonrojó, Alexander admitió que ella ganó esa puja, jugó mejor sus cartas que él.
—¿Estás bien, Milena? Te has puesto de colores —comentó Diana con su interés fijo en ella.
—Estoy bien —exclamó muy contenta.
En ese instante debía pensar qué contestar. Su maliciosa sonrisa le indicaba que aún podía ganar más puntos en esa guerra de genios.
Alexander estaba con el teléfono en la mano a la espera de la respuesta. Hacía bastante tiempo que no sentía la ansiedad que alguien le contestara; el tono le avisó que tenía un nuevo mensaje.
Una sonrisa se estampó en su rostro. Peligrosa le contestó.
Peligrosa:
Mi querido Doctor llorón, es bueno admitir una derrota cuando el enemigo resulta ser más inteligente, espero no esté odiándome por la patada, era por una buena causa, se veía cansado y lo ayudé, no soy mala, pero usted hizo méritos para obtener dolor, quise ser agradable.
—Agradables son las serpientes venenosas mordiéndome un dedo, Ana —alegó con una pequeña risa—. Que empiecen los juegos de la venganza.
Tecleó con rapidez, aquello se volvía muy divertido.
Ella no esperaba recibir ninguna respuesta, por lo que continuó divirtiéndose con Travis y Diana. Kate no volvió y era agradable, además del hecho que Alexander le escribiera significaba que no estaba con ella, era raro, pero eso le daba tranquilidad. Su celular volvió a vibrar.
«¡Oh, mi Dios!», pensó al ver que él le contestaba.
Doctor llorón:
No necesitaba de su “caridad” para venir a recostarme, podía hacerlo solo, y sobre lo de ser agradable, tengo mis dudas bien fundadas sobre eso, no sé por qué Travis dice que eres un sueño de mujer, eres la pesadilla de cualquiera.
Se levantó como un resorte.
—Creo que es un poco tarde y… —Se quedó colgada. Estaba bastante enojada, la llamó pesadilla. ¡Qué cruel!
—¿Y? —indagó el rubio.
—Debo comunicarme con mi madre por Internet —se excusó para salir—, acabo de mirar la hora y lo recordé, es una pena que tenga que dejar el juego ahora.
—¡Qué pena! La pasábamos tan bien —lamentó Diana con un mohín dulce.
—¡Lo siento, en serio! Será para otra ocasión. ¡Me tengo que ir! —Huyó apresurada.
—Te acompaño afuera —dijo Travis como buen anfitrión.
Salían afuera con rapidez y ella desactivó la alarma del auto. Alexander entonces supo que Ana se retiraba..
Con el pie apachurrado se levantó con celeridad para mirar por la ventana, Travis y ella estaban juntos, «demasiado juntos», pensó al verlos tan cerca.
Milena abrió la puerta del auto, mientras la sostenía procedió a despedirse de su amigo.
—Fue una velada muy agradable —expresó recostada en el gélido metal.
—Siento lo tuyo con Alexander, tuvieron que conocerse de esa manera tan accidental. Él es un buen tipo —justificó también recostándose por el coche muy cerca de ella.
—No, Travis, no lo hagas —soltó Alex al mirar como una lagartija pegado a la ventana aquella íntima despedida.
—¿Qué harás mañana? —curioseó.
—Mmm, aún no lo sé. ¿Crees que esa tal lady Seraphine quiera tomarse un té conmigo?
—Lady Seraphine es una ángel, claro que accederá, le encanta conocer gente por más que casi no salga.