Amor fuera de foco

Jack

— ¡Hugo no seas imbécil y deja a la chica! No pegas ni con gluten —grito al estar sentado dentro del círculo de amigos.

Veo cómo suelta a una chica atractiva que se marcha molesta, él se queda de pie mientras la observa lejos. Resuelve por caminar a nosotros con cara de derrota, pues al perder tal apuesta no le queda más que enfrentarse a los demás que sí saben cómo flirtear con una chica. Me arrimo a un lado sin dejar de mirar y me río frente a sus narices, él se sienta para drenar mejor la situación.

—Eres un tarado al no dejar que llegara adónde quería, la tenía lista.

—Y más al ver que ella huyó cuanto antes de ti, con cara muy molesta. ¿Se enteró de la apuesta —expresa Jeremías.

—No...

—Me debes veinte bolívares —lo interrumpo antes de beber más soda.

—Estoy arruinado. Te los daré mañana.

—Sin tardar —contesta Doris, una chica que gusta de Jeremías, pero él no lo sabe o no quiere darse cuenta. Se sienta en sus piernas y deja que todos bromeemos y chiflemos al respecto.

Pero, en mis piernas se sienta Carolina, su amiga. Ella no deja de sonreír, coquetea y espera entablar conversación conmigo. Tomo su delgada cintura míentras observo que no es para nada fea: cabello largo hasta los hombros, ojos marrones, reparo en los huesos de la caja torácica y en su pronunciada clavícula. Le doy mi mejor sonrisa: el mejor gancho que las hace acudir a mí.

— ¿Qué tal? —pregunto sonriente— ¿Quieres algo?

—Por supuesto que quiero algo, si no estás ocupado esta noche. Mis papás no están en casa y me preguntaba si la deseas conocer.

—Desde luego, debe ser un lugar muy bonito.

—A las siete. Urbanización Bajunval, casa número 618 —susurra cerca del oído—. Sé puntual.

—Lo tendré en cuenta, no te preocupes.

Como respuesta recibo un beso anticipado. No besa mal, pero me encantan más los besos con demasiada miel. Un carraspeo nos hace romper el momento, damos un vistazo a la persona que está delante de mí y luego miro a Carolina.

Guiña un ojo cuando se levanta de mis piernas, luego sonríe pícara y se va. Quedo solo con Terry y sus ojos llenos de celos.

—Dichosos los ojos que te ven —digo, como si nada pasara—. ¿Y bien?

—Hola, Terry—indica Hugo al verla de pies a cabeza.

—Carol, ¿podrías venir un momento?

— ¿Ahora, Terry? —pregunta al detenerse. Voltea para vernos, luego mira a Terry de reojo antes de acercarse—. Estoy ocupada.

— ¡Ahora! —grita a todo pulmón. Todos nos miramos en silencio.

Carolina lanza un suspiro, pasa a un lado y toca mi pecho. Articula en sus labios mi nombre, recuerda que a las siete nos vemos y ocasiona que afirme con la cabeza, después veo que desaparece con Terry.  Gabriel se aproxima a mí, se sienta y en silencio espero que me explique sobre la repentina aparición de su hermana, incluso los demás hacen lo mismo.

—Ya sé lo que me preguntarás así que te contestaré que no —dice Gabriel mientras bebe ron en un cartón de leche—. No sabes lo exhausto que estoy por tener viviendo conmigo a la reina del drama.

—Todo es cuestión de tener trucos bajo la manga.

—Pero no negaré que la princesita tiene algo de estilo al saber entretenernos —declara Jeremías cuando se levanta de la grama—. Ya se durmió todo lo que sirve para algo productivo.

—Les propongo que vayamos al centro comercial —dice Doris de buen ánimo.

Ninguno de nosotros estamos de ánimo para recrearnos en algo concurrido por las chicas, así que nuestras respuestas fueron llenas de apatía. Con el trasero doliendo a más no poder, apenas  nos levantamos, comenzamos a caminar y notar que nos dividimos en varios grupos, cada uno entabla una conversación de interés. Doris se sitúa a mi lado para hablar de Terry, luego se ajunta Gabriel para decir lo mismo y, en un papadeo de ojos, me doy cuenta de que tengo a todos de mi lado.

— ¿No piensas invitarla? —pregunta Hugo cuando ve a Doris.

—Eso —dice otra chica a la que no veo llegar. Lidia, creo que así se llama.

—Ya le mandé un mensaje de texto —guarda el celular en el bolsillo.

—No es para tanto —balbucea Gabriel con una chispa de molestia.

Con toda la desgana del mundo acudo al dicho centro comercial sin dejar de secundarlos. Las chicas se muestran muy animadas y nosotros les seguimos la corriente para no parecer tan obvios. Cuando nos asomamos al lugar puedo que está repleto de carros y de gente, y no es para tanto, hoy es sábado. La gente acostumbra aprovechar las vacaciones para equipararse mejor para salir de viaje.

— ¿Quieren ir al café El obelisco? Me apetece té helado —declara la amiga de Doris.

—Me parece genial. Terry dice que la esperemos, no tarda —dice la propia Doris al leer el mensaje.

—Espero que nos reunamos dentro de una hora —menciona su amiga viendo al empleado.

Hago una mueca antes de cerciorar que un empleado de la librería abre sus puertas al público. Reparo mejor en el pasillo de la tercera planta y diviso desde lo lejos a Sabrina Gil, que corre a toda prisa por llegar a esa librería, saluda apresurada al encargado pasando a situarse en uno de los estantes. Agarra cinco libros y apenas ve los títulos, luego lee la sinopsis.

—Miren todos —musito al mirar curioso.

Ellos dejan de lado las órdenes, colocan sus miradas en mí y dejan que les señale a la pelirroja. Luego las miradas se centran en ella para luego fruncir el entrecejo. Gabriel alza las cejas al ver que la chica interactúa con alguien más, parece pedir una opinión o quizá una recomendación de algún libro. Casi sin darme cuenta sonrío cuando la veo, pero desvío la mirada para ver a las chicas que ven a la pelirroja con crítica.

— ¿Sabrina Gil intercambiando palabras con una persona? Eso debería considerarse una noticia nacional —dice Jeremías entre burlas.

—Un fenómeno existencial o demás. Si ella luciera una mejor pinta de seguro resaltaría mejor lo intrépida que es —responde Elio—, porque para ser honesto, esa chica está para chuparse los dedos.




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