Ya había pasado una semana desde mi llegada a Numb, solo había hablado un par de veces con Abigail, ella casi nunca estaba en casa porque salía con sus amigas todo el tiempo.
Con Hugo la situación seguía difícil, al parecer no le agradaba mucho que digamos mi presencia, me evitaba todo el tiempo, en cambio Samuel, era súper lindo, él siempre estaba en casa y se la pasaba contándome cosas que según él era esencial que yo supiera.
Había intentado comunicarme con mi mamá, pero la mayoría de veces saltaba al buzón, y cuando me contestaba hablábamos por unos minutos y después se excusaba en su trabajo y colgaba. Su actitud me tenía completamente desconcertada.
Y como ya dije antes Samuel era el único que me hablaba más de lo debidamente necesario así que decidí hablar con él sobre un tema al que le había dado vueltas esta semana.
Era de noche, solo estábamos él y yo en la casa y estábamos en la sala viendo televisión cuando rompí el silencio.
—Samuel —. Dije para llamar su atención.
—Sí, dime —. Me contesto, pero sin quitar los ojos de la pantalla, tal parece la película lo tenía atrapado.
— ¿Conoces a Melisa Valverde?
—Amm, sí... ¿tú la conoces? — esta vez volteo a verme, ahora sí tenía toda su atención.
—Pues sí, aunque en los últimos años no he sabido nada de ella, supongo que sigue viviendo aquí.
—Sí, hace mucho que ya no hablo con ella pero aún sigue en Numb.
—Ya, supongo que sabes dónde vive.
—Sí claro. Pero dime, ¿cómo la conociste?
—Su mamá y ella nos visitaban en la ciudad.
—Vaya, no sabía que la tía Alex y Danielle fueran amigas. ¿Melisa nunca te hablo de nosotros?
—No, es decir, a ella no le gustaba hablar de Numb, era como una regla no establecida que teníamos. El tiempo que ella iba a casa era como si no existiera nada más, ni yo mencionaba mi escuela o amigos, ni ella mencionaba a los suyos.
—Oh claro, entiendo — dudaba que entendiera, nadie entendía que era exactamente lo que significaba para mí y para Melisa no hablar de nuestra vida.
— ¿Hace cuánto que no sabes nada de ella?
—Hace aproximadamente cuatro años.
—Bueno, yo sé dónde vive si quieres puedo...— iba a seguir hablando pero unas voces en el pasillo de la puerta interrumpieron nuestra conversación.
Samuel y yo salimos de la sala para ver lo que estaba pasando. En la puerta estaba Abigail claramente ebria y a esta la traía un chico alto de cabello castaño que vio a Samuel con cierto temor.
—Lo siento, en la fiesta la perdí de vista y cuando la encontré ya estaba bastante tomada — se disculpó el castaño, entonces Abigail alzó la cabeza con una sonrisa boba y su mirada cayó en mí.
— ¡Violeta! —. Y en ese momento el chico se fijó en mi presencia, al parecer no se había dado cuenta que había alguien más con ellos — pero que tonta, no te lo he contado Alonso, ella es Violeta, mi hermana perdida, mi hermana perdida que reapareció — y como si hubiera contado el chiste más gracioso del siglo a Abigail le dio un ataque de risa.
—Alonso, llévala a su recamara por favor —. Dijo Samuel y el castaño que ahora sabía que era Alonso subió con un poco de dificultad las escaleras con Abigail colgada de su brazo y giro a la derecha, al pasillo donde se encontraban nuestras habitaciones.
Ambos nos quedamos en silencio una vez que ellos se fueron, después de lo que fueron los dos minutos y medio más largos de mi vida, porque sí los conté, me atreví a romper el silencio.
— ¿Es la primera vez que lo hace? — le pregunte tratando de ser lo más cautelosa posible pues no se veía muy contento que digamos.
—Sí que yo sepa. Sale de fiestas muchas veces pero nunca había llegado en ese estado, debe dar gracias que mi padre no está en casa.
—Pero, ¿y Hugo?, se suponía que iban a la misma fiesta.
—Seguro la perdió de vista al igual que Alonso —. Y como si es echo de mencionar fuera un tabú, el tal Alonso bajo las escaleras y llegó hasta nosotros que seguíamos junto a la puerta.
—la deje en su cama, apenas toco la almohada se quedó dormida.
—Gracias por traerla.
—No te preocupes, fue mi culpa por separarme de ella.
—Solo se le fue la mano. Bueno como ya te dijo Abigail ella es Violeta, mi hermana.
—Mucho gusto Violeta — dijo tendiéndome la mano —yo soy Alonso Falabella.
—Es un gusto igual — dije devolviéndole el saludo, aunque por supuesto que no es un gusto conocer al novio de tu hermana, porque era obvio que Alonso y Abigail eran novios, en una situación así.
—Bien pues tengo que irme.
—Adiós — dijimos Samuel y yo. Mientras Alonso se salía.
Nos quedamos en silencio un momento, el cual fue rompido por Samuel.
—Creo que deberíamos ir a dormir.
—Sí, yo también lo creo, buenas noches.
—Buenas noches, Vilu.
Subí por las escaleras, gire a la derecha y después a la izquierda, cuando llegue a mi puerta voltee un momento hacía la de Abigail, ¿por qué había perdido el control bebiendo? Y ¿por qué había dicho que yo era su hermana perdida con tan notado sarcasmo? Cada vez creía más que papá se había equivocado al decir que todos estaban entusiasmados con la idea de que me mudara.
A la mañana siguiente me desperté muy extrañada, había tenido un sueño donde escuchaba a mis hermanos y a Frank planear mi muerte. Después de hacer mi rutina de las mañanas subí a la terraza, esa parte de la casa me gustaba mucho porque tenía varios sillones donde te podías sentar y estar relajada con una excelente vista. Escogí uno que tenía vista al bosque que estaba detrás de la casa, tome mi libro favorito, Éramos Mentirosos, y me relaje.
Llevaba alrededor 10 minutos leyendo cuando escuche que alguien venia subiendo por las escaleras, alce la vista y vi a Hugo.
En cuanto me vio pareció asombrado.
—Lo siento, no sabía que había alguien aquí —. Dijo e iba a darse la vuelta para irse, pero hable antes.
—No tienes por qué irte —. Le dijo tratando de no sonar desesperada.