Distracción.
Andrés
–Hijo ya es tarde, despierta o llegarás tarde al colegio. –Me dice mi padre desde la cocina por enésima vez.
Hoy empieza el nuevo año escolar, un nuevo año de tareas, exámenes y profesores insoportables. Ya casi me gradúo; este año cursaré el undécimo grado en el bachillerato en ciencias.
Lo único bueno de ir al colegio es que veré a Edith cada día. Oh sí, ya me animé,
Luego de una larga ducha y cuando diga larga es larga –soy ese tipo de persona que se pone a pensar en la vida mientras el agua le cae en la cabeza–. Salgo y me pongo el tonto uniforme, arreglo mi corbata, pongo un poco de gel en mi cabello y por último perfume.
Salgo y llego junto a mi padre.
–Buenos días papá.
–Buenos días hijo, aquí está tu desayuno.
(Tortillas, huevos revueltos y un té de manzanilla)
Tomo el desayuno y empiezo a devorarlo.
Mi padre y yo vivimos solos desde que tengo doce años, tengo dos hermanas; la mayor Astrid, ya está casada y tiene una hermosa hija y está en espera de otra. La menor está con mamá; mamá se fue de casa con otro hombre y mi hermana Carla, se fue con ella.
Desde entonces solo somos papá y yo, quién ha tenido amores pero nada serio.
–No puedo creer que cada vez estés más cerca de graduarte. Me parece que fue ayer cuando comías tierra.
Sonrío.
–Si papá, ya crecí.
–Estoy orgulloso de ti hijo, siempre has sido muy aplicado en tus estudios, eres inteligente y te esfuerzas. Simplemente eres mi orgullo… te amo.
–Y yo a ti papá.
–Bueno ahora deberías irte, se te hará tarde.
Asiento.
Llevo los trastes al fregador y tomo las llaves de mi auto. Si ya sé, diecisiete años ¿y a conducir? ¿Ilegal no? Pues si es ilegal, pero hay confianza.
Mientras conduzco escucho música y le envío un chat a Edith preguntando si debo pasar a recogerla.
Me contesta al instante…
Edith♥: Eh no, papá me llevará.
Sigo escuchando y cantando la canción de Reik, Camilo y Farruko ´´Si me dices que sí´´.
Amelie
Despierto temprano, hoy es mi primer día en el nuevo colegio.
A pesar de que seré la chica nueva y de que me aterra la idea, me emociona ir.
Me levanto de un salto y voy a ducharme.
Mis padres están separados, viven peleando mi custodia –lo que es un verdadero infierno para mí– no quiero tener que elegir entre uno de los dos, quisiera estar con los dos, pero como no es posible, he decidido vivir con mis abuelos (magnífica idea, ya sé) así no tengo que elegir a alguno de mis padres o al menos no por ahora.
Por lo tanto he tenido que mudarme de ciudad. Desde pequeña siempre he tenido una excelente relación con mis abuelos, es más podría decir que soy la nieta favorita –sorry primos– y pues que mejor que estar con ellos.
Termino de ducharme y empiezo a ponerme el uniforme, el cual consiste en una falda un poco abajo de las rodillas, una camisa celeste con su insignia, medias azules y zapatos. Cursaré el tercer año (pre media).
Bajo a la cocina y mis abuelos me reciben con unos panqueques dulces y un jugo de naranja.
Por lo general no desayuno tan temprano, pero haré una excepción por ser ellos.
–Buenos días princesa. –Me dicen al unísono mis abuelos.
–Buenos días abuelos. –Contesto con una sonrisa.
–Te preparamos el desayuno, disfrútalo. –Me dicen mientras me dan un beso en la frente.
–Gracias. –Contesto con una sonrisa y empiezo a desayunar.
–Hermosa, hoy es tu primer día en este nuevo colegio, estamos seguros de que te irá bien.
Sonrío.
–Eso espero, gracias. –Les doy un beso en la mejilla a ambos y me voy.
Empiezo a caminar, conozco muy bien esta ciudad, en vacaciones venía siempre a pasar tiempo con mis abuelos y con mi prima, salíamos a recorrer.
Miro a ambos lados de la carretera asegurándome de que no venga ningún auto que pueda acabar con mi existencia y me apresuro a cruzar la calle, cuando estoy casi llegando al otro lado, frena un jeep negro frente a mí.
Del susto caigo sentada.
Oh no.
Del auto se baja un chico alto, de piel blanca, cabello negro y un poco rizado, delgado pero con un buen cuerpo, lleva puesta una camisa blanca y usa corbata, la camisa le queda de muerte, se le ajusta muy bien a su abdomen perfectamente marcado.
Aún sigo sentada en el asfalto totalmente embobada viendo al chico que viene caminando hacia mí.
–Deja de actuar como una total pendeja y levántate. Siento pena ajena.
Habla mi conciencia.
Y salgo de mi trance, para cuando pienso en levantarme, él ya está frente a mí.
–¿Estás bien? –Asiento y me ofrece su mano la cual tomo, el simple contacto con su gran mano hizo que me entrara una sensación totalmente nueva.
Me ayuda a levantarme.
–Perdona, me distraje mientras conducía y no te vi, de verdad lo siento.
–Deberías ser más atento entonces. –Digo mientras sacudo mi falda quitando cualquier suciedad, que gracias al cielo no tiene.
–Lo sé y si te lastimaste, te puedo llevar a un hospital.
Niego
–Estoy bien, no te preocupes. –Este me mira fijamente y caigo en cuenta de que tiene unos ojos simplemente perfectos. Son cafés, tiene unas pestañas un poco largas y rizadas, las cuales automáticamente siento envidia.
–¿De verdad estás bien?
–De verdad no me pasó nada, solo me asusté –hago una pausa– quizás solo quede traumada psicológicamente porque casi muero, pero todo bien.
Este ríe y yo adopto un semblante serio, casi asustada.