Amor salado

Capítulo 15

¿Amor o idiotez?

 

Amelie

 

–Maldición. –maldigo al quemarme por tomar la olla caliente sin ningún paño de cocina.

Soy pésima en la cocina.

Pero al menos hago el intento de cocinar.

Ahora me encuentro tratando de preparar spaghetti, sin morir en el intento.

Me ha ido bien.

Solo he tenido un inconveniente y fue el de hace un momento: quemarme.

Me encuentro sola en la casa, mis abuelos salieron a cenar. Me encanta su relación, a pesar de los años no han dejado de ser tan románticos y detallistas el uno con el otro.

Me ofrecieron salir con ellos, pero como soy buena nieta y cero violinista que soy, me negué a ir.

Estoy preparando unas albóndigas también para acompañar la pasta,

Y no es por presumir, pero tienen una muy buena pinta y ya puedo sentir su buen sabor.

Ajá.

Hay doñita.

Procedo al colar el agua del spaghetti, sintiendo el vapor que se eleva en mi cara, agh.

Estando en eso, tocan la puerta.

Acto seguido, dejo de lado la olla, lavo mis manos y procedo a abrir la puerta.

–Buenas noches Amelie.

Me sorprendo al ver quién está frente a mí con el cabello muy desordenado y algunos mechones pegados a su frente.

–Buenas noches Andrés.

–Disculpa que haya venido sin avisar, pero fuiste la primera persona en la que pensé para hablar. –dice cabizbajo.

Valla…

–Está bien pasa. –le invito.

Este se adentra en la casa, cierro la puerta y le sigo.

Pasando por el espejo me doy un vistazo y caigo en cuenta de lo mal vestida que ando, eso sin mencionar que mi cabello anda revuelto y recogido en un mal hecho moño.

–Toma asiento, ¿quieres tomar algo? –ofrezco.

Toma asiento en uno de los sofás y niega con la cabeza.

–No gracias, estoy bien así. –responde.

–Vale.

Nos quedamos en silencio unos minutos. Él está mirando el piso y yo me encuentro observándolo, esperando que diga algo.

Decido romper el silencio.

–¿Y bien? –digo incitándolo a hablar.

Levanta su cabeza y sus ojos se posan en mí.

–¿Qué?

Ash.

–Dijiste que querías hablar.

Este frunce el ceño y mira el entorno.

–Huele a quemado. –dice.

–¿Es sobre eso que quieres hablar? ¿Sobre el engaño?

Este me mira aún con el ceño fruncido y niega.

–De verdad algo huele a quemado, algo se quema. ¿Estás cocinando?

–¡¡¡Mierda!!! –digo mientras me levanto y salgo corriendo hacia la cocina.

Apago el quemador donde se encuentran las albóndigas y logro ver que se quemó solo la salsa.

–¿Todo bien?

Volteo y me encuentro a Andrés con una sonrisa burlona dibujada en su rostro.

–Pues, se quemó la salsa, pero las albóndigas no, así que todo perfecto. –digo irritada.

Él ríe.

–Ahora tendré que preparar una salsa aparte.

Lo observo y aún continúa riendo.

–Oye –le lanzo un paño de cocina– no te rías de mi desgracia.

–Vale, me calmo.

Dicho esto, toma una bocanada de aire y pasado unos segundos, logra calmarse.

–¿Me das agua? Por favor.

Procedo a servirle un vaso con agua y se lo paso.

Él bebe, al terminar se acerca y me devuelve el vaso.

Y aquí es donde observo sus perfectos labios de un tono rosa, humedecidos por el agua.

Santo cielo, están para besarlos. –dice la doñita.

Y esta vez no la recrimino.

¿Por qué no la contradigo?

Te gusta Andrés, tal vez por eso.

¿Será?

No, no, no.

–Eh, bueno, deberías preparar la salsa, ya casi es hora de la cena.

Salgo de mi trance y rápidamente esfumo ese pensamiento, siento vergüenza de tan solo pensar que me pudo haber pillado observándolo y observando específicamente sus labios.

–Cierto.

Empiezo a preparar la salsa, mientras él toma asiento en una de las sillas que hay en la isla de la cocina.

Y solo se dedica a observar.

Nos adentramos en un silencio nada incómodo, más bien se siente como si esto fuese habitual.

Finalmente termino de preparar todo.

–¿Quieres cenar? Digo, no soy la mejor cocinando, pero creo que esto es comestible.

Éste sonríe ante lo dicho y asiente.

–Bien, espérame en el comedor.

–Vale, ¿pero dónde puedo lavarme las manos?

Le indico donde está el baño y se va.

Acto seguido, sirvo la comida y coloco ambos platos en la mesa. Andrés no tarda en llegar.

Éste toma asiento, luego yo hago lo mismo.

Y es entonces cuando empezamos a comer.

Luego de varios bocados, me animo a preguntar.

–Y… ¿qué tal está?

Coloca una mano en su barbilla en gesto pensativo, lo que me hace reír.

–Oh vamos, no está tan mal.

–Claro que no –me mira y sonríe– está delicioso.

–Lo sé. –respondo siendo egocéntrica.

–Tanto, que si vas a Master chef, al menos logras el séptimo lugar.

–¡Hey! No es cierto. –Lo fulmino con la mirada.

–Debía bajarte el ego, lo siento. –dice seguido de una carcajada– fuera de broma, si está bueno.

Le ofrezco una sonrisa ladeada.

Luego de terminar de comer, me ayuda a llevar los trastes al fregadero y luego me dedico a limpiar todo y él se va a la sala.

Luego de terminar la limpieza en la cocina, me encamino a su dirección.

–Gracias por la cena.

Me siento frente a él.

–No es nada, gracias por acompañarme. –hago una pausa– aún no me has dicho la razón por la cual viniste. Querías hablar, pero ¿de qué?

La curiosidad no se ha ido, debía preguntar.

–Claro, eh bueno. Antes que nada, ¿no hay nada quemándose? –pregunta con burla.

Niego con la cabeza mientras sonrío.




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