Amor, sé paciente

Capítulo 3

28.12.2017
Marco

– ¡No, no, no, no, no! –gritó Eleonor– ¡teníamos que girar hace dos salidas!

– Eres tú la que tiene el mapa, no es mi culpa –la miré lo más serio que pude, aunque en realidad quería burlarme de ella– Además, se supone que deberías conocer un poco más la ciudad dado las innumerables veces que has estado aquí, yo nunca he pisado Los Ángeles –me defendí ante su expresión acusadora.

– No vamos a llegar a tiempo, ¡su audición ya habrá terminado para cuando a este mapa le dé la gana de servir! –exclamó lanzando sus brazos al aire– estoy tan cansada, hemos viajado como trece horas sin contar las que dormimos en la autopista.

– Sí lo sé, yo igual estoy cansado, pero es muy tarde para regresar –yo debería quejarme más por ser el único que sabe conducir– ¿Y si paramos para preguntar dónde queda el hotel?

– No sabemos ni cómo se llama –bufó– se supone que todo esto es una sorpresa, pero nada me sale bien.

– Deberías llamar a Elena para que nos diga dónde se están hospedando y sorprenderla allí –sugerí, a punto de perder la paciencia.

– También quería que fuera sorpresa para ellos –hizo un puchero, tratando de suplicar que piense en otra solución que no involucre a nadie que deba ser sorprendido, imposible– aunque…– esperó un par de segundos y se dio cuenta que no podíamos hacer nada más, entonces se rindió– ¡está bien! Voy a llamarla.

Tomamos la autopista después de un par de minutos en dirección a un restaurante al que iban Alba y sus padres para almorzar. ¡Estaba emocionado! No la había visto desde hace una semana y media cuando viajó a Ecuador y la he extrañado…solo un poquito.

Desde que la conocí me he asombrado de lo talentosa que es haciendo lo que ama, su pasión por la actuación y su determinación para triunfar me han inspirado desde el primer momento. Mi admiración por todo lo que es ella es realmente profunda, aunque nunca se lo he dicho de manera directa, pero a veces lo escribo. No en forma de poemas ni nada parecido, soy terrible escribiendo y tampoco me considero tan romántico, pero me he esforzado en escribir todo aquello de lo que nunca quisiera olvidarme.

Y es que Alba siempre termina causando ese efecto en mí. Hace mucho tiempo que lo acepté, porque me obligaba a creer que no…que no estaba abismalmente enamorado de ella. Hubo ocasiones en las que intenté decírselo en una forma que se entendía, creo. Le he estado regalando flores desde que la conocí, cientos y cientos de flores de todas las especies (son algo así como mi especialidad). No me quejo, tal vez sí debería ser más directo, pero siendo sincero, cada vez que estoy a punto de serlo algo me detiene; no sé si sea el temor a ser rechazado, o la posibilidad de lograrlo y luego arruinarlo, o un ser divino diciéndome que todavía no es el tiempo. No tengo idea, pero tampoco tengo apuro. Disfruto tenerla cerca y ver como crece, como logra sus objetivos, como se van cumpliendo sus sueños, como ríe, como…

– ¿Pensando en Alba? –interrumpió Eleonor mis pensamientos, mirándome con una expresión burlona.

– Sí, ¿algún problema?

– Tal vez tengo uno atorado en la garganta –dijo y al instante fingió toser– y es que…–tosió de nuevo– ¡no se lo dices! ¿por qué no se lo dices?

– ¿Decirle qué? que… ¿me siento muy orgulloso que haya obtenido el papel? –dije, evadiendo su verdadera pregunta de manera muy inteligente, claro– no te preocupes, se lo voy a decir cuando lleguemos al restaurante.

– Tu sabes que no hablo de eso listillo, pero si no quieres decirme está bien. No te voy a obligar porque luego terminas llorando –dijo, golpeándome el hombro y provocando que me ría– dejando el chiste a un lado, ¿tú crees que consiga el papel? –preguntó y pude notar preocupación en su voz.

– No lo creo –dije, mirándola a los ojos, con una expresión bastante seria– ¡estoy seguro! –y estallé en una carcajada al ver su expresión.

– ¡Qué chistoso! –bufó y golpeó mi hombro otra vez, aunque con un poco más de fuerza…ouch, ese sí dolió.

– No te preocupes, estoy seguro que lo va a conseguir –afirmé, pero Eleonor conservaba esa expresión en su rostro– y si en el más remoto de los casos no lo hace, pues vamos a estar allí con ella para apoyarla y animarla. No vamos a dejar que se rinda.

– ¿Sabes? A veces me imagino que va a ser demasiado famosa –dijo de repente, cambiando de tema– ¡toda una celebridad! y ya no va a tener tiempo para nosotros, ¿crees que nos olvide?

– No lo creo…aunque –lo pensé por unos segundos más– la verdad espero que no lo haga.

Nos estacionamos cerca del restaurante de comida china y mi corazón empezó a latir más rápido de lo normal. Oh Alba, ¿cuándo vas a dejar de hacerme sentir como un niño?

 

Mismo día, un poco más temprano
Alba

– Aliño, es aurora de vengarse –escuché una voz espectral que provenía de una intensa luz que me quemaba los ojos. Mis manos cubrieron mi cara de forma instintiva mientras intentaba pronunciar alguna palabra.

– ¿Mmh? –mascullé

– Cariño, dije que es hora de levantarse ¡arriba, arriba! –sentí como me quitaban las cobijas de encima de forma agresiva– tenemos que aprovechar la mañana, ¡hoy es el gran día!




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