Trague saliva y a paso lento me dispuse a caminar hacia la entrada. Sentí mis piernas cada vez más pesadas a medida que emitía un paso, como si tuviera cadenas amarradas en ellas. Temblé levemente al ver su rostro, su cabello negro se asomó sobre el hombro de mi hermano quien lo mira con una notable confusión mientras su mirada avellana desprende burla y diversión.
No estoy sorprendida, algo dentro de mí me decía que él vendría, que se disponía a hacer lo que decía; que no solo hablaba sino que también actuaba. Pero me había aferrado a esa mínima esperanza de que no lo haga, de que solo estaba jugando conmigo cuando me lo dijo.
—Nina te busca.... —comenzó a decir Marco, intentando descifrar o recordar cual es el nombre del pelinegro que vino a verme.
—Javier —Su voz fuerte y cortante inundó nuestros oídos aclarándole a mi hermano su duda.
—Javier —Repitió Marco mirándome, no pude devolverle la mirada así que la mía viajo al piso para intenta esconder mis rojas mejillas. —. Los dejo solos, no tardes en entrar.
Marco se alejó de la entrada dejándonos solos, frente a frente, lo único que nos separa es la mínima distancia de donde me encuentro parada al marco de la puerta donde él se encuentra. Su mirada penetrante apareció y pude notar como una pequeña sonrisa daba paso entre sus labios.
—¿No le dijiste que tenemos una cita? —dijo divertido, antes de que pudiera contestarle llevo una mano hacia mi brazo apretándolo fuerte y me jaló unos pasos adelante dejándome fuera de la casa, con su mano libre cerró la puerta.
—¿Qué haces? —De un tirón me zafe de su agarre y le arroje una mirada de desaprobación ante su acto tan brusco —. Eres un bruto. —Dije finalmente sorprendiéndome a mi misma, una risa salió de él y volvió a tomar mi brazo, esta vez con más suavidad.
—Y tú una exagerada, no te hice nada. —Dijo mirando mi brazo. Con sus dedos acarició despacio la pequeña marca roja que su apretón había provocado anteriormente, su tacto suave me estaba dejando muda, sentí un pequeño shock eléctrico al sentir sus dedos moviéndose suavemente sobre mi piel. Sus ojos, sin dejar de acariciar mi brazo, viajaron hacia los míos perdiéndose en mi mirada. Ahora me sentía descubierta, de nuevo esa sensación de que él sabe absolutamente todo de mi me atravesó aterrándome por completo pero, a la vez, dándome cierta paz.
—¿Por qué nunca te he visto por aquí? —preguntó más para sí mismo que para mí. Centrándome bien y acomodando mis sentidos, los cuales se habían descontrolado, solté mi brazo de su agarre y me aleje un paso de él.
—Siempre he vivido aquí, tu eres el nuevo o tu hermano, no se —ladeó su cabeza hacia un lado.
—¿Entonces dónde estabas metida? Porqué en los 6 meses que mi hermano ha vivido a tu lado no te he visto ni una vez —Sentí la curiosidad salir de sus poros sin entender el por qué de sus preguntas.
—Porque me fui un tiempo —conteste. No le iba a decir que me habían encerrado en un hospital psiquiátrico, tampoco era algo que me gustaba presumir y contar. Javier me miro con más curiosidad aun y se acercó otro paso a mi, obligándome a retroceder.
—¿Dónde?
—¿Te importa? —Sus preguntas me ponen nerviosa, tanto así que me sacan de las casillas. No soporto hablar de porqué me había ido, me duele hacerlo.
—Si, me importa —Confesó sin rodeos. Una vez más su sinceridad me ha dejado sin palabras.
—¿Por qué? —Pregunte, ahora era a mi a quien la curiosidad le picaba en las manos y revolvía mi estómago, necesitaba saber el porqué.
—Porque me llamas la atención —Si mi estómago se revolvió anteriormente ahora un huracán atravesó todo mi cuerpo. Esto era completamente irreal, yo no era una chica que causaba estragos a cada chico que cruzaba, era normal, simple, nunca llamaba la atención de alguien. Ni muchos menos a un chico que vi apenas 3 veces.
—Pero si ni me conoces —Un suspiro cargado de cansancio e impaciencia salió de su boca. Froto su cara con sus grandes manos para luego llevar una al bolsillo de su jean de donde sacó una pequeña caja roja. Abrió la caja y colocó un cigarro entre sus labios, de su otro bolsillo sacó un encendedor para prenderlo y largar la primera calada, el humo salió chocando contra su rostro obligándolo a cerrar levemente sus ojos para luego seguir su camino y esfumarse entre la pequeña brisa de la noche.
—¿Y si quiero hacerlo? —Dejo su cigarro colgando, sosteniéndolo de una forma ágil solo con sus estrechos labios y se acercó a mi acortando la distancia. Retrocedí unos pasos atrás y choque contra la puerta de entrada, acto en vano porque de todas formas Javier volvió a acercarse a mí.
Apenas ahora pude notar su intimidante altura, es casi una cabeza más alto que yo. Sentí mis mejillas arder ante su pregunta y pegue mi mirada a su cuello intentado evitar todo tipo de contacto visual con él. Su brazo se extendió pegando su mano contra la puerta justo al lado de mi cabeza, y con la otra sostuvo el cigarro entre sus largos dedos.
Sentí mi estómago encogerse cuando llevó su mano con el cigarro en está hacia mi mentón, para poder levantarlo levemente y así obligarme a mirarlo a los ojos. Su mano subió hacia mi mejilla y pude sentir el pequeño papel alargado lleno de tabaco deslizarse por mi piel junto con sus dedos de una forma ágil, con cuidado, para evitar que la parte ardiente pueda quemarme. Temblé y sentí mis piernas desequilibrarse cuando su dedo pulgar se dirigió hacia debajo de mis ojos.
—Me encantaría saber que esconden esas grandes ojeras —susurró, su aliento a tabaco y menta choco contra mi rostro mientras dejo que sus dedos sigan recorriendo mi piel de una forma suave. Cerré mis ojos ante su tacto, me asusta pero a la vez me gusta; como queriendo que se aleje pero que se quede al mismo tiempo, llenando mi mente de caos.
¿Quién es Javier y por qué quiere conocerme?
El momento, que pareció pararse mientras los largos dedos de Javier recorren mi cara, se desvaneció con un carraspeo de garganta y trague saliva al imaginarme quien es. Detrás de Javier la mirada de mi padre detona confusión y desaprobación mientras observa la escena. De un movimiento rápido escape de las manos de Javier y tratando de esconder mi nerviosismo le sonreí a mi padre.