A la mañana siguiente, Calynn se levantó muy contenta, lo contrario a lo que se esperaba su padre.
—¡Buenos días! —gritó la pequeña al bajar a desayunar—. Es un lindo día, ¿no lo creen?
—Siéntate y come, rápido —le dijo su madre.
Calynn obedeció y se sentó junto a su padre. El hombre estaba leyendo el periódico hasta que la pequeña le llamó la atención diciendo su nombre.
—¡Cygnus Black!, ¿me puedes explicar qué ocurre? —gritó Calynn y su padre se sobresaltó tanto que el periódico cayó dentro de su vaso de jugo.
—¡Calynn Black! No grites en la mesa, mira lo que hiciste —exclamó su madre en tono de reproche señalado el jugo derramado sobre la mesa.
—Lo siento, ¿qué sucede?, ¿por qué están tan serios conmigo? —dijo Calynn.
Hubo un silencio y después su madre dijo
—Por el problema de ayer.
—Pero si papá lo solucionó con su buen sentido del humor —dijo Calynn.
Se hizo un incómodo silencio en la habitación hasta que su padre dijo
—No era una broma Calynn.
—¿A qué se refieren? —preguntó Calynn con preocupación.
—Druella, querida, ¿le puedes explicar a la pequeña bruja su situación? —dijo su padre arrastrando las palabras como nunca hablaba.
—¿Bruja?, ¿y qué situación? —preguntó la niña muy preocupada.
—Tu padre y yo somos sangre pura, él es un mago y yo una bruja. —dijo su madre con suma tranquilidad.
Calynn soltó una carcajada y entre risas pudo decir
—¡Ustedes dos magos!, eso es imposible —gritó la niña.
—Demuéstrale —ordenó su madre a su padre.
Su padre sacó de su bolsillo una especie de varita mágica y la apuntó con ella. La niña a pesar de que no creía de que sus padres fueran magos miró a su padre muy asustada.
—¡Rictusempra! —gritó el hombre al mismo tiempo que salían chispas de su varita y la niña no podía parar de reír.
Su padre bajó su varita y la niña dejó de reír. La pequeña lo miró a los ojos muy seria.
—¡Eso ha sido mágico!, ¿yo puedo hacer eso? —preguntó la niña maravillada.
—Lo harás en unos meses, ahora sube a tu cuarto, voy a hablar con tu madre —dijo su padre y la niña desapareció.
Sus padres no esperaron a que la niña subiera las escaleras para empezar a hablar. La pequeña curiosa se quedó a mitad de las escaleras a escuchar lo que decían sus padres.
—Ya lo sabíamos Druella. —dijo su padre—, ¿crees que se lo tengamos que decir a Bella y a Cissy?
—Obviamente, ya van a poder estar aquí después de explicarle a Calynn. —dijo su madre.
Hubo un pequeño silencio incómodo, por un momento Calynn creyó que la habían visto hasta que su madre continuó.
—¿Y cuándo podremos hacerle la marca? —preguntó su madre.
—¿La marca?, ¿hablas en serio? —dijo el hombre muy preocupado.
—¿Qué diría el señor tenebroso si la hija de dos mortífagos no tuviera la marca? —dijo su madre.
—Está demasiado pequeña, no tiene que sufrir así tan pronto —dijo su padre muy afligido.
—Entonces será en vacaciones de Navidad del primer curso. —dijo su madre.
—Druella, querida por favor... —suplicó su padre.
—Será en Navidad, no más —dijo su madre cerrando la conversación.
La niña subió a su habitación y empezó a analizar la conversación de sus padres, pero no pudo concentrarse porque la buena noticia de ser bruja la había maravillado.
Editado: 18.01.2019