Amor y Magia Negra

Capítulo dieciseis: El Callejón Diagon parte III

Los niños la habían pasado muy bien en el callejón ya que no pararon de hablar todo el camino de regreso a casa.

—¡Entonces rompí una ventana de la tienda! —relataba Calynn mientras reía a carcajadas.

Los padres de Lily sonreían, asentían con la cabeza y respondían algunas preguntas.

—¿Quieres quedarte a comer en nuestra casa? —dijo la Sra. Evans dirigiéndose a Severus.

—Es muy amable, pero... 

—Por favor —insistió la madre pelirroja.

—Está bien —dijo Severus.

Ya estaban por llegar a casa cuando empezó a llover levemente y los niños miraban como las gotas azotaban en los cristales del automóvil. A través de ellos podían observar a las personas muggles que caminaban por la acera sujetando sus paraguas de todos los colores evitando mojarse.
Después de un rato, los niños pudieron observar la calle Hilandera y sus casas. Al llegar frente de la casa de Lily los niños bajaron del auto y entraron a la casa junto con los señores Evans.

—Pueden sentarse —les dijo la madre de Lily señalando el comedor.
Lily y Calynn se sentaron en sus lugares habituales una junto a la otra y Severus se sentó en una silla frente a Lily.

Los niños estuvieron hablando por un momento mientras se oía un escándalo dentro de la cocina. La Sra. Evans subió las escaleras y después de un momento se escucharon gritos de enfadado en el piso superior por lo que los niños callaron al instante. Después de un momento los gritos cesaron y la mujer bajaba de nuevo las escaleras y una niña de cabello café oscuro la seguía, cuando Petunia llegó al comedor le dirigió una mirada asesina a Lily y Calynn. Se sentó de mala gana junto a Severus, dejando las cabeceras para los padres. No se dirigieron la palabra hasta que los señores Evans regresaban de la cocina, les sirvieron un plato de sopa y se sentaron en sus lugares para comer.

—¿El primero de septiembre comienza la escuela? —preguntó la Sra. Evans.

—Sí, en menos de dos meses —contestó Lily a la pelirroja.

Siguieron comiendo y después de un rato los niños empezaron a hablar de su aventura en el callejón.

—Estas son nuestras nuevas varitas —dijeron los niños mientras sacaban de su bolsillo sus nuevas varitas.
Petunia se alejó lo más que pudo de Severus con una expresión de asco y a la vez de miedo.

—Estamos muy orgullosos de ustedes —contestó la Sra. Evans con una sonrisa en los labios.

—¿Orgullosos?, ¿cómo pueden estar orgullosos de unos... —hizo una pausa—, monstruos? —terminó Petunia.

—¡Petunia! —le gritó su madre.

—Eso es lo que son unos asquerosos y horrendos seres —dijo Petunia con una cara de asco.

—No pensabas lo mismo hace unos días cuando le rogaste a Dumbledore que te aceptara en Hogwarts —le espetó Severus desafiante.
Todos voltearon a ver a Petunia que se sonrojaba un poco.
La mesa se quedó en silencio por un momento, todos miraban su comida pero se les había quitado el apetito en ese momento.

—Qué bueno que no te aceptaron —dijo esta vez Lily dirigiéndose a su hermana.

—No me aceptaron porque no soy un bicho raro como tú o tus amigos —gritó Petunia.

—¡Ya cállate y cierra la boca de una vez! —gritó Lily levantándose de la mesa. Pero no era a Lily a quien todos veían, el vaso que tenía Petunia entre sus manos se había hecho añicos y el agua estaba desparramada por toda la mesa al igual que unos pedazos de cristal.
Petunia miró con odio a su hermana que para su sorpresa le sostuvo la mirada.

—¡Te odio! —gritó la castaña.

—¡Yo también asquerosa muggle!
Ambas niñas estaban levantadas de la mesa mirándose con odio.

—Es suficiente niñas —dijo esta vez la madre de Lily.

—No, no lo es. Desde que tu amiga se vino a vivir aquí —comenzó Petunia—, todo ha sido peor para mí —terminó con la voz quebrada.

—¡Nunca tuviste la valentía de decírmelo en la cara! —gritó esta vez Calynn mientras se levantaba de la mesa.

—¿Qué hubiera ganado?, ¡ese niño debió de haberte ofrecido tu casa, no mi hermana! —gritó Petunia.

—¡Lo hubiera hecho si me hubieran dejado! —gritó Severus mientras se levantaba de la mesa.

—¡No es mi culpa que tenga unos padres que la torturen, es una cobarde por venir a refugiarse aquí! —dijo Petunia con una sonrisa burlona en el rostro.

—¡Cierra tu asquerosa boca muggle! —gritó la pelinegra sin poder contener las lágrimas en sus ojos.

Petunia se siguió riendo sin parar de Calynn mientras la luz de la habitación iba y venía.



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En el texto hay: magia, jkrowling

Editado: 18.01.2019

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