Emily
Daniel condujo en silencio hasta que estuvimos completamente alejados de la ciudad. De reojo note como sus nudillos estaban blancos de la fuerza que estaba aplicando al tomar el volante, intente pensar en algo para aliviar la tensión que había dentro del auto, pero no se me ocurrió nada. Después de unos minutos note como el auto se dirigía a la cosa ya que se empezaba a ver el mar asomándose entre las colinas. Decidí echar un vistazo a su rostro y él lo noto por lo que giro su cuello hacia su ventana sin quitar la vista de la carretera. Vencida deje de observarlo mirando hacia el frente.
<<Lo que piensas hacer no está bien>>
Si ya lo sé.
Puse los ojos en blanco al escuchar a la voz de la honestidad dentro de mi cabeza.
<<Entonces, ¿Qué haces metida en ese auto?>>
Porque, aunque sé que no está bien usar a las personas, es la única manera que tengo para descubrir la verdad, así que no pienso dejar mis planes aun lado por hacerle caso a mi cordura.
Perdida en mi debate interno no sentí cuando Daniel se detuvo a la orilla de la carretera y se bajó como alma que lleva el diablo hacia la playa. Parpadeé un par de veces hasta que solté mi cinturón y fui en su búsqueda.
Cuando observe el lugar todo me parecía familiar trayendo a mí vagos recuerdos del día pasado. Sacudiendo mi cabeza mire hacia donde se había detenido y camine hacia allí.
Daniel estaba de espaldas a mí con sus codos apoyados en las barandillas que dividían la playa de la carretera. Se veía tan triste, tan contrariado, tan solo... y me sentí culpable por querer usarlo. Su atención se perdió en el mar así que no se dio cuenta cuando llegué a su lado y me senté de un salto en las barandillas dándole la espalda al galardonado mar que había robado sus miradas.
Sin saber que hacer o que decirle me aclare la garganta para llamar su atención, cosa que resulto efectiva ya que cuando sus ojos color miel hicieron contactos con los míos casi caigo de espaldas.
—¡Cuidado! —Exclamo sujetando mi cintura con avidez.
—Estoy bien —Dije. Mis mejillas se calentaron ante su tacto y supe por experiencia que debí haber estado más roja que un tomate, Me avergoncé de inmediato.
Sonrió ante mi reacción y aparto la mirada, hasta que con suaves caricias roso las raspaduras de mis rodillas, para luego apartarse bruscamente. Sin saber que hacer todavía me quede en silencio sosteniéndome de las barandillas fuertemente.
<<Tienes que decirle algo, touché>>
¿Y qué le digo? No quiero molestarlo, puedo notar que está dolido y de verdad que no tengo fuerzas como para comenzar con el plan de esa manera, primero quiero ayudarle tal vez así no me sienta tan culpable por querer utilizarlo después.
—¿Porque estás aquí? —Pregunto. Mi respiración se detuvo y le mire dudosa.
Y aquí vamos.... ¿Sigo con el plan?
Suspire audiblemente, sin saber qué hacer, todo esto era nuevo para mí y sin proponérmelo me estaba empezando a interesar por Daniel más de la cuenta.
<<Vamos antigua Emily, haz lo que sabes hacer>>
Se lo que tengo que hacer, el problema es que me temo que la antigua Emily ya no existe en este punto de la historia. La antigua joven rebelde que aprendió a sobrevivir en ese orfanato se ha ido por más que intente mantenerla con vida.
—¿Qué fue ese suspiro? —Quiso saber arqueando una ceja burlona.
—Un suspiro es, el aire que sobra por algo o alguien que falta —Respondí con sarcasmo para desviar su atención del verdadero motivo. Cosa que por supuesto no funciono. A veces me olvido que Daniel se parece tanto a mi…
—No sabía que existía el sarcasmo poético —Dijo girando el cuello hacia mí para mirarme con atención. Reprimí una sonrisa y miré al suelo derrotada—. Y dime princesa ¿Quién o qué es eso que te falta?
—Mi madre, mi padre, mi vida, mi felicidad —Dije y me sorprendí a mí misma por mi repentino ataque de sinceridad. Sin poder detener mi reacción lleve una mano a mi boca para así evitar seguir diciendo idioteces que solo me comprometerían aún más.
—La vida es una mierda —Dijo escupiendo el suelo.
—Vaya. Nunca pensé estar de acuerdo contigo.