Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo V

Caí sobre mis rodillas en el sucio, áspero y mal oliente suelo. Acto seguido, me apoyé sobre las palmas de mis manos y vomité mientras cerraba mis ojos aun deslumbrados. No dejaba de temblar, y mi corazón, aun acelerado por la adrenalina y la confusión, bombeaba mi sangre a toda velocidad e intensidad posible.
Mi vista estaba borrosa, distorsionada y cansada, como si hubiera estado expuesto a lámparas de alta potencia por horas. Un agudo zumbido sonaba en toda mi cabeza y mi cuerpo estaba extremadamente débil.
Quería gritar por la desesperación, pero no podía articular sonido alguno por más que lo intentaba. Mi cuerpo estaba adormecido casi en su totalidad; apenas lograba mantenerme a gatas.
En esos momentos debía de estar con la respiración muy agitada y produciendo desesperadas bocanadas, pero no lograba escucharme ni mirarme por el aturdimiento visual y auditivo del momento.
Seguí vomitando, o algo parecido, pues ya no había nada que desechar; más bien, eran una especie de espasmos provenientes de mi estómago que solo me hacían reaccionar como un animal en agonía. Mi mente repasaba una y otra vez la escena del disparo.
¿Y el arma? No sabía dónde estaba.
De pronto recordé ese potente impacto en todo mi cuerpo, luego del disparo. Primero apareció la fuerte luz y después un absoluto silencio.

Después de unos minutos comencé a controlarme y dejé de convulsionar. El zumbido en mis oídos se iba lentamente, dejaba de temblar, y recuperaba la claridad de mi vista.
Escuché un murmuro y luego me di cuenta que estaba en el callejón, pero no el que estaba costado al elegante edificio donde se dio la fiesta, si no ese mal oliente lugar donde decidí que sería mi fin.
Ya no tenía un elegante traje. Ya no tenía esa sensación en la boca de haber bebido un buen vino. El arma que cargaba, con el cual ejecutaría mi suicidio, estaba tirada frente a mí; humeando por la boca del cañón.

<< ¿Qué demonios sucedió? >> Era en lo único que podía pensar en esos momentos.

— Nadie escuchó el impacto. —Dijo Hawkins— No te preocupes, no fuiste el único en verificar que nadie nos siguiera.

— ¿Qué pasó?... ¿Por qué regresamos aquí?... ¿Dónde está Brahim? —Pregunté en pausas y ajetreado.

Mi cabeza me daba vueltas. Solo recordaba los hechos pasados en rápidos flashback mentales, pero seguía extremadamente confundido.

— De hecho, jamás nos movimos de aquí. ¿Y el arma? ¡Sí! En efecto acabas de disparar. Tan solo observa la pared que tienes enfrente. —Hawkins señaló la pared con su dedo.

Levanté lentamente la cabeza y miré la bala sobre la pared. Sin duda alguna yo había disparado mi propia arma.

— Te felicito por tus agallas. —Repuso Hawkins con aire de satisfacción y luego palmeo sus manos levemente un par de veces— Aunque tardaste más de lo que había previsto, sabía que lo harías.

— No lo entiendo. —Susurré mientras hice un pobre intento por levantarme. Fue inútil, estaba muy débil— Brahim debería estar muerto... yo... debería estar en ese callejón... tú... nosotros deberíamos estar allí. ¿Dónde está el arma que usé?

Hawkins se limitó a tan si quiera decir algo. En cuanto me puse de pie y recapacité de mejor manera del fuerte shock que me tenía postrado, me puse frente a Hawkins y comencé a tocarle el rostro y sus vestiduras.

— Soy tan real como tú, Mike, ya te lo dije. Aquí estoy, aquí hemos estado y aquí seguiré hasta que te decidas. Aunque, por lo que miré, fue un claro si cuando jalaste el gatillo.

— ¿Que sucedió? —Le pregunté aún jadeante— Todo eso fue un sueño, ¿cierto?

— Lo fue, en efecto. Pero dime, ¿cómo te sientes? Necesito tu total atención y concentración para lo que te voy a decir.

— ¿Entonces lo maté? Yo... no soy un asesino... no lo mate, ¿cierto?

— ¿Te han dicho alguna vez que tienes serios problemas para contestar preguntas? —Espetó sonriente mientras negaba con su cabeza.

— Estoy en mi derecho. Todo esto es muy extraño y merezco respuestas.

— Por cortesía yo pregunto, tu contestas y luego preguntas. Es un ciclo demasiado sencillo.

— Solo si se trata de alguien normal ¡Tú eres! —Respondí mientras levantaba la voz gradualmente y lo apuntaba acusador.

— ¿Yo soy? —Preguntó sonriente, sin inmutarse y algo divertido por mi falta de convicción.

— ¡Tú no eres normal! —Gruñí al final en una patética respuesta que era más que obvia; no sabía que decirle en realidad.



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En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

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