Anastasia y el mundo de él

Capítulo 29

    —¡Oh por lo más sagrado de este mundo!

    Me despierto sobresaltada al sentir la voz de la enfermera, Ema está a su lado, ambos me miran sorprendidos, hasta están pálidos, como si hubieran visto un unicornio o algo parecido.

    Sin embargo, estoy segura de que si esa criatura estuviese en mi vientre lo notaría, por lo que decido ver qué les sorprende.

    Tengo que morderme la lengua para evitar gritar al notar lo que miran, mi vientre está perfectamente, al menos en comparación con cómo estaba anoche, aunque no en comparación con cómo estaba originalmente.

    Ya no se ve nada aparte de la piel, aunque ésta no está perfectamente lisa como antes, de hecho parece un pastel decorado con merengue, al que cubren con film, sin lugar a dudas esa es la imagen perfecta. Hay partes perfectamente liso y otras con desniveles, en fin, como se ven todas las cicatrices de quemaduras graves.

    No sé qué es lo más sorprendente de todo, si el hecho de que haya curado de la noche a la mañana o que no quedara tan mal.

    —Anastasia —La enfermera posa su mano en mi brazo, su voz suena suave e hipnótica— ¿Qué pasó anoche?

    Tras esas palabras se me nubla la vista, todo se vuelve oscuro y aún más confuso, si es que eso es posible.

    Veo pequeños flashes, dos figuras en la penumbra, la única luz en la habitación entra por la ventana que tienen a sus espaldas, aún así se nota que quien está a la derecha es una mujer y a su hay un hombre.

    —Vamos, apúrate que no quiero que nos descubran —El tono de él es divertido y preocupado.

    —No seas tonto ¿Te imaginas el caos que se armaría si despiertan? —Ella suena tranquila, incluso suelta una risita... una que acelera mi corazón a mil— Vamos, nadie descubrirá que la he curado.

    —Pero sí que la curaste y eso será un problema para ella.

    —Eso es mejor a que muera, sabes cómo estaba antes de que llegáramos, un día más y no llegabamos a tiempo... aún no entiendo cómo aguantó tanto. Además no quiero que le queden cicatrices de por vida, sé muy bien lo que sentirá al verse en el espejo, quiero que sea lo menos doloroso posible.

    —Ella, al igual que tú, deberían aprender a no preocuparse por eso, tie...

    El chico no termina la frase, o tal vez si, sólo que en ese momentos ambas figuras comienzan a dar vueltas y moverse, hasta que vuelven a hablar, a estabilizarse.

    —Mi niña no merece sufrir las consecuencias de este estilo de vida...—La diversión se ha borrado en ella.

    —Ba, ella lo eligió y lo sabes, al parecer es un mal de familia —Él sigue pareciendo molesto, en parte me recuerda a los enojos de Ema, si habla, son sólo enojos fingidos—, por ahora tu ten cuidado, te estás pasando mi...

    No logro oír cómo termina, apenas comencé a ver la visión comenzó a dolerme la cabeza, ahora se vuelve insoportable, abrazo mis piernas, quiero volver a mi habitación, con la enfermera y Ema... Ema, siento su voz en la lejanía, como una pequeña luz intentando brillar en la densa oscuridad, aunque la voz suena molesta, incluso parece estar gritando.

    Poco a poco el dolor aminora, la oscuridad se vuelve luz y las figuras que estaban junto a mi cama desaparecen, lo único que siento son las firmes manos de Ema moviéndome suavemente, mientras pronuncia mi nombre nervioso.

    —Deja de moverme que estoy mareada —No sé de dónde saco la voz para suplicarle que me deje, por suerte consigo hacerlo.

   Para, por unos segundos se aparta de mí, luego me abraza fuerte.

    —Dios, me asusté tanto, primero despertaste y luego volviste a dormirte o algo así, no estoy seguro qué pasó, cuando empezaste a gritar me di cuenta que la enfermera te agarraba el brazo, la aparte y dejaste de gritar... ¿Nasty, qué te hizo?

    Está muy molesto, lo noto, sé que no sale tras ella para averiguarlo por sí mismo porque no se atreve a dejarme.

    Intento recordar lo sucedido, no lo consigo, sólo veo oscuridad.

    —Me duele mucho la cabeza.

    La tensión de su cuerpo aumenta mucho, igual que la ternura en sus ojos, es increíble cómo puede controlarse tan bien como para conseguir algo así, estar a punto de estallar de enojo y preocupación, de todos modos es capaz de controlarse.

    Me acomoda en la cama con sumo cuidado, como si fuera una muñeca de cristal, besa mi frente y sale, parece un correcaminos de lo rápido que se va.

     Cierro los ojos y los cubro con el brazo, aun así el dolor no pasa, no disminuye, no nada, se ha estancado.

    La puerta se vuelve a abrir, esta vez para dejar entrar a alguien, otra enfermera, tengo que mover el brazo para verla, lo hago sólo lo necesario. Ella habla, no la escucho, luego pone algo en mi suero y se marcha, Ema no vuelve a entrar.




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