¿Todos?
Me quedo petrificada, observando la luz de luna bañando el rostro de mi madre que solo me provoca más terror. ¿A qué se refiere con todos? ¿Ya encontraron al asesino? De repente no trabajaba solo, tal vez se trata de una secta y nos están atacando. Suena estúpido, pero es lo único que se me ocurre. Los gritos no paran y cada vez se hacen más escandalosos.
—¿Quiénes son todos?—le suelto a mi madre. Una parte de mí prefiere no escuchar la respuesta.
—¡Todos Sareya! ¡Todos! Sabía que este momento iba a llegar—dice y se levanta de la cama.
Sus palabras me confunden cada vez más. Quiero analizar la situación y comprenderla con el fin de poder actuar rápido. Ahora tengo un tornado de ideas en mi cabeza que no deja de dar vueltas. Maldita sea.
—¿De qué estás hablando?—le pregunto.
—¡Tenemos que irnos! ¡Ahora! No te pueden encontrar, eres muy preciada—al decir eso, se va corriendo hacia la sala.
Voy detrás de ella queriendo obtener más respuestas. Sus palabras solo me dejan con más preguntas. Es lo que más detesto. Necesito que sea más concreta y no me deje espacios en blanco. Mi madre abre un poco la puerta de la salida, de seguro quiere hallar el momento exacto para salir. No obstante, con tanto caos que se oye me resulta imposible poder huir de aquí sin ser vistos.
—Mamá, no hay lugar donde escapar. La barrera de la frontera nos convertirá en polvo al instante. No hay forma de huir.
—¡Déjame pensar!—me grita exaltada—No te pueden capturar Sareya, la profecía tiene que cumplirse.
¿Especial yo? ¿Profecía? ¿De qué está hablando? No tengo nada de especial, solo soy una joven de dieciséis años que detesta su vida y no creo ser la única. ¿Qué tengo de especial?
—No comiences otra vez con tus cosas por favor. ¡Dime que está sucediendo!—le digo exaltada.
Mi madre me observa con pena. Es como si quisiera contarme algo, pero al mismo tiempo una fuerza sobrenatural se lo impide.
—No puedo explicártelo ahora, pero no son tonterías. Tú eres muy importante Sareya, más de lo que te imaginas. Si te capturan, todo el plan se va a echar a perder.
Maldición mamá, requiero oraciones concretas.
Mi madre cierra la puerta asustada. Me hace un gesto para que la siga. Nos encondemos debajo de la mesa del comedor. El destello de la luna no llega alcanzarnos, por lo cual, nos podemos camuflar en la oscuridad. Mi mama se coloca el dedo entre sus labios, haciendo un gesto de silencio. Me tapo la boca, aunque es imposible no soltar un gemido. Alguien está a punto de entrar a nuestra casa y sus intenciones no son buenas; esa es la única información que tengo hasta ahora.
¡Bum!
La puerta se derrumba ante nuestros ojos, esparciendo cantidad de polvo por el aire. Una silueta se manifiesta entre las sombras, justo en el umbral. No logro identificarla. La figura extraña se mueve por la sala buscando a alguien…¡A nosotras!. Sus pisadas se acercan cada vez más. Me muerdo el labio antes de que suelte un grito de terror. Mi madre está casi a oscuras, aunque logro distinguir que me hace una seña con la intención de que la siga.
Salimos en cuclillas por el otro lado de la mesa rodeando al extraño ser que sigue buscándonos. Llegando al umbral, volteo hacia atrás y noto que el ser emana una luz dorada desde su piel. El fuego interno se consume dentro de mí y doy un suspiro de alivio. ¡Es Sarahí!
Me levanto de inmediato y voy hacia ella. Mi madre me jala del brazo, pero no le hago caso. Necesito la seguridad de aquel ser que he admirado por años.
—¡Sarahí!—grito.
—¡Sareya no!—grita mi madre.
A continuación, Sarahí viene corriendo hacia mí y me percato que me observa con ira. Su mirada me deja petrificada, no puedo huir, estoy congelada. Sarahí está a punto de agarrarme, pero mi madre se interpone entre las dos. Sarahí saca sus alas desde sus omoplatos y rodea a mi madre con sus brazos, cubriéndole casi todo el cuerpo. En mi etapa de confusión, me quedo viendo con pavor la cara de mi mamá.
—¡Huye Sareya!
Esas fueron sus últimas palabras. Sarahí sale por la ventana esparciendo pedazos de cristal por el aire. Me caigo al intentar esquivarlos. Un pedazo de vidrio se ha incrustado en mi brazo derecho, sin embargo, ahora es lo que menos me importa. Aquel ser que admiraba, acaba de secuestrar a la persona que más amo en este mundo, que incluso se ha sacrificado por mí.
Tengo que encontrarla y ayudarla, pero antes, requiero con urgencia saber que sucede. Las únicas palabras que escucho en mi mente son “Huye Sareya”, que se repite una y otra vez como un eco que no tuviera fin. No puedo razonar ahora. Mi instinto de sobrevivencia me dice que haga una sola cosa…Correr.
Salgo por el umbral y corro sin una dirección predeterminada. Dejo que me lleve el viento. Mientras corro, logro apreciar el horrible caos. La gente huye al ser perseguido por los ángeles. Cuando estos los capturan, los rodean con sus alas y se elevan hasta perderlos de vista en el cielo, el cual ha sido invadido por una masa negra que no deja ver nada a través de esta.
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Editado: 13.01.2020