Me escondo detrás de un árbol justo donde los dos ángeles contemplan el lago. Abigael se coloca detrás de mí, me coge de la cintura e intenta arrastrarme, pero me aferro del tronco lo más que puedo. Abigael se debe haber dado cuenta del ruido que provoca mientras más me jala. Me suelta de una vez porque no le queda otra opción. Lo miro fastidiada, no he podido escuchar ni un minuto de conversación de los ángeles por la culpa de Abigael. Él pone los ojos en blanco y se asoma por el borde del tronco, parece que va a seguir mi juego de espionaje; al fin entra en razón. Yo también hago lo mismo y ambos comenzamos a oír la charla de estos.
—No quedó ni un solo humano—dice el ángel alto.
—¿Estás seguro Alejandro? ¿Cómo sabes que no ha quedado ni un solo humano?
—Sí Matías. Después de la captura de los humanos, los ángeles revisaron cada perímetro del lugar, no había nadie. Y puesto a que no pueden atravesar la frontera, deja en claro que todos han sido capturados.
Me es imposible no recordar esos momentos tan horribles cada vez que se menciona aquel acontecimiento. Lo último que dice Alejandro me causa terror. Si no hubiera tenido la valentía de atravesar la frontera, hubiera sido capturada, a pesar de que estuviera en el mejor escondite. Estos desgraciados se dieron el tiempo y el esfuerzo en verificar que no quedara ni un solo humano.
Noto que Abigael me observa. De repente quiere saber si es que me afecta la conversación. Trato de continuar con el rostro inexpresivo, y seguir observando fijamente a Alejandro y Matías como si no me importara lo que dicen. Ahora estos dos se sientan en la orilla y sumergen sus pies descalzos en el lago.
—Yo no tengo nada en contra de los humanos—comenzó a decir Matías—, pero tampoco es que me agraden. No me interesa lo que les hagan.
—A mí tampoco—dice Alejandro—. Aunque debo admitir que al principio no estaba de acuerdo que los capturaran. Creí que la sangre de una niña sería suficiente para hacer el hechizo. Pero al parecer, Garsemeo necesita toda la sangre humana que pueda si es que quiere lograr su objetivo.
¡Eclesiastés! ¡Toda la sangre humana! Esta vez es imposible de no expresar mis sentimientos. Unas cuantas lagrimas se deslizan por mis mejillas hasta llegar a humedecer mis labios. Esto es peor de lo que imaginé. De por si, la muerte de Eclesiastés, una pobre niña de tan solo seis años, fue uno de los actos más macabros que he visto, pero para los ángeles eso no es suficiente. Van a matar a todos los humanos, ya no tengo ni una duda sobre eso. Mi mente me proyecta la peor imagen: una pila de cadáveres encima de un charco de sangre, y en la cima, yace mi madre con los brazos extendidos y la cabeza torcida.
Respiro hondo e intento tranquilizarme. Quizás aún no sea tarde, puedo salvar a mi madre y a mi especie. tengo que actuar ya. No voy a pasar ni un minuto más dentro de esa caverna, no me interesa si Abigael esté de acuerdo o no. Esta noche me marcho.
—Garsameo está enloqueciendo de poder—dice Matías—.Me preocupa que no esté seguro de lo que hace, y solo hayamos terminado con la creación de Dios en vano.
—Imposible—dice Alejandro salpicando con sus pies—Garsameo jamás se equivocaría. Yo sí creo que puede lograrlo, y si eso implica sacrificar la vida humana, pues vale la pena. Al fin y al cabo, no perdemos nada.
Me queman las entrañas al escuchar hablar así de los humanos. Es verdad que no somos perfectos, pero ellos tampoco lo son para poder juzgarnos y criticarnos de esa manera. Me dan ganas de ir hacia ellos y hundirlos en el agua…¡Un momento! Me doy cuenta de que mi ira no me permite analizar la segunda pista que he descubierto; el aquel misterioso y extraño nombre, Garsemeo, el autor de que esta desgracia esté sucediendo. ¿Por qué lo está haciendo? ¿Cuál es el propósito de sacrificar sangre inocente?
Presiento que me va dar un ataque de pánico. El simple hecho de pensar que van a asesinar a mi madre es tan…¡No! ¡Me rehusó a permitir que suceda! Quien fuese que sea Garsemeo, voy a encontrarlo y…¿Destruirlo? Bueno, en definitiva, no creo que una adolescente pueda acabar con un ser que ha logrado secuestrar a la humanidad. Me conformo con solo salvar a mi especie; ese debe ser mi objetivo principal.
—Es verdad—dice Matías—. No me había puesto a pensar en eso. Si el plan falla, al menos tendremos este planeta sin humanos, se extinguirán. No sé tú, pero ahora que lo analizo, creo que podría ayudar al planeta.
Si maldito ángel, matar a personas ayudará a que nuevamente crezcan hojas en los árboles y que los animales revivan. Tenía una mejor percepción de los ángeles, pero ahora, solo me dan ganas de golpearlos una y otra vez. Aprieto fuertemente el tronco, con el fin de calmar mí ira. Prefiero desquitarme contra el árbol antes de cometer una estupidez.
—¡Auch!
Se me clava una estilla en mi mano y caigo encima de una rama, la cual cruje en el momento en el que poso sobre ella. Miro a Abigael esperando una mirada tranquilizadora, pero sucede lo contrario; sus ojos están abiertos como platos y me parece que su rostro está más pálido.
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Editado: 13.01.2020