Retomamos el camino hasta llegar al lago. Han sido las tres horas más incomodas de mi vida. Para empezar, Abigael y Elian me colocaron en el medio entre ellos dos durante todo el trayecto, como si fuera una especie de barrera que los dividiera. Nadie ha hablado, hemos estado andando sin decir ni una palabra. No me considero una persona social y mucho menos extrovertida, pero tengo que admitir que no hay nada más espantoso que caminar con gente y mantener un silencio incómodo. Abigael y Elian son dos niños, mejor dicho, son unos bebes, eso es lo que son. El ambiente es tenso, lo cual me carga y me provoca náuseas y dolores de cabeza. Me agradan los dos, aunque sean irritantes. No vamos a poder conseguir los tres espíritus si seguimos así de distanciados. Tiene que haber una forma de amistarlos, por más conflicto que se tengan. Elian admite estar arrepentido, pero Abigael no le cree y sigue con su actitud de “Los demonios y los ángeles caídos son iguales”. Mi madre me explicaba que antiguamente existía la discriminación hacia la gente de color, a los extranjeros que llegaban a un país, a los homosexuales, etc. Han pasado años y parece que aún continua este tipo de situaciones. No defiendo a los demonios, es mas, estoy muy decepcionada de ellos, sin embargo, Elian puede ser irritante pero no un demonio. Es buena onda, a pesar de que a veces diga palabras que me irriten como…
—¿Princesita, no quieres tomar un baño?—me dice Elian. Otra vez seguimos con lo mismo.
¿Por qué me pregunta eso? ¿Acaso estaré tan desastrosa? No me he visto en el espejo desde el ataque a mí aldea, aquel día fue el último en el que tomé un baño. Demonios. Un calor invade mis mejillas. Para que Elian me haya dicho eso es porque enserio debo estar muy mal. Me rasco la cabeza de los nervios, y mis dedos se manchan de grasa al enterrarse en mi pelo. Que asco, nunca he estado tanto tiempo sin bañarme, por lo menos espero no oler mal.
—No tienes que hacerlo sino quieres—dice Abigael mandándole una mirada de furia a Elian.
Veo el hermoso lago celeste donde le rebotan los rayos del sol. Me encantaría zambullirme ahí. No dejaré de estar sucia, pero al menos mi cuerpo habrá obtenido un poco de limpieza. Sin embargo, si me meto con esta ropa; mi pobre camiseta blanca mugrienta y mis jeans rasgados permanecerán empapados y pesados hasta llegar al Mundo de los Cuerpos Glorificados. Y por ningún motivo, voy a entrar al lago desnuda, a pesar de que ambos me digan que no van a voltear a verme. Lo siento, por más ángeles que sean o hayan sido, al fin al cabo, son de sexo masculino. Tendré con conformarme con solo tomar agua.
—Quiero, pero no es el momento. Voy a tomar agua—les digo.
Me traslado hacia la orilla del lago, zambullo mis manos y llevo una gran cantidad de agua a mi boca. Oh, que bien se siente. Es como si mis labios recién rosaran con algo liquido después de años. Por un instante, mi mente me proyecta las imágenes de las almas pecadoras, que no han tomado agua en años. Intento borrar esa imagen espeluznante zambullendo toda mi cabeza. Está fría, pero refrescante. La saco nuevamente, mi cabello húmedo moja un poco mi camiseta, aunque no importa, mi pobre vestimenta necesita un lavado urgente.
Volteo a la derecha, Abigael está sentado a mi lado, con la cabeza apoyada en sus rodillas. Alza su mirada por unos segundos y se me queda viendo…o contemplando. Es extraño. ¿Por qué me mira de ese modo? ¿Tan fea estoy? De repente mojarme no fue una gran idea y ha empeorado mi apariencia. Esto es vergonzoso.
—Por favor no te burles. Soy humana, necesitamos hacer mantenimientos a nuestros cuerpos si es que no queremos deteriorarnos—le digo vacilándome—. A veces envidio a los ángeles por los dones que tienen.
Abigael continua con los ojos bien abiertos. Maldición, no puedo estar tan fea. De pronto, parpadea con rapidez, parece que ha vuelto a la realidad. Es extraño, creo que lo he hipnotizado con mi fealdad.
—Perdóname. No me estaba burlando. Es que nunca he visto una humana tan preciosa, y con el cabello mojado lo eres más.
¡Qué!
Quiero gritar, quiero esconderme, enterrarme bajo tierra. Noto que me estoy sonrojando, y con la luz del sol voy a parecer un tomate. Esto es imposible. Bueno, varios chicos me han dicho que soy bonita, pero que me lo diga un ángel y encima guapo es más excitante. Se supone que ellos no sienten atracción, al menos eso me dijo mi madre. ¿Será posible que le atraigo o solamente le ha impresionado mi belleza? No sé qué decirle, me dan ganas de rodearlo con mis brazos y darle un beso en la mejilla. Su forma de decirlo es tan tierna que enserio quiero abrazarlo. Sin embargo, mi poca confianza con él, solo permite que una frase pequeña salga de mi boca:
—Gracias—digo agachando la mirada.
Hay un silencio incomodo, el cual quiero romperlo de una vez. No voy a discutir si es que soy bonita. Por suerte no está Elian, y puedo utilizar su inasistencia como una excelente excusa.
—¿Dónde está Elian?
Abigael pone los ojos en blanco y señala hacia arriba. Alzo la mirada. Hay unas alas negras junto con una melena rubia que están rodeando el lago por lo alto del cielo. ¿Qué está haciendo? Por un instante se me viene la idea de que está ejecutando una especie de conjuro para atraer a los demonios a nuestra ubicación, aunque de inmediato descarto esa hipótesis. Un ángel caído no es un demonio…Aunque Elian ha estado conviviendo por muchos años con un gran hechicero que se asemeja a un demonio. Mmm.
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Editado: 13.01.2020