Andrómeda-Los Seres Celestiales

Capítulo 12

 

Andamos a paso lento. A pesar del calor que hay, mis pies no sudan dentro de las botas. Son muy cómodas y no me perjudica al caminar. Abigael y Elian están por delante de mí. Una que otra vez intercambian miradas, pero mayormente están distanciados, al menos ya no discuten tanto; es un progresivo comienzo.

Llegamos al otro lado del bosque, en donde hay cinco casas de madera alrededor de nosotros. En el centro se encuentra una pila de leña para hacer una fogata en la noche. Esto se asemeja al campamento que hacíamos en mi aldea cuando era niña. Este lugar es solo nuestro sitio de descanso, el cual hay que utilizarlo el menos tiempo posible. Espero que Abigael y Elian lo tengan bien en claro.

Nos adentramos en la casa del centro. Es bien parecida a la de José, solo que esta no tiene cuartos, solo hay dos camas de una sola plaza, dos ventanas y un pequeño estante en la esquina. Creo que este va a ser mi cuarto, solo mío, no me importa que haya más de una cama.

—Es una bonita casa, debería ser tuya—me dice Abigael.

Yo asiento con la cabeza. Ha leído mis pensamientos; es como si tuviéramos una conexión. Elian se desplaza a la cama de la izquierda, da un brinco y se desparrama en el colchón. Otra vez el niño comenzando a joder.

—¿Por qué no vas escogiendo tu casa en vez de desordenar la mía?—le pregunto mientras que me pongo en la cama de la derecha antes de que también la desordene.

Elian sonríe. Creo que los seres celestiales tienen dones: el don de Elian es manipular a la gente con su perfecta sonrisa. Por una extraña razón, no puedo molestarme con él.

—Vamos princesita, ¿quieres quedarte sola en un lugar desconocido?

—Sí—le contestó, aunque una parte de mi subconsciente aún le tiene miedo a la soledad. Debe ser normal.

—Déjala en paz, esta es su casa—dice Abigael en un tono calmado.

Elian se ríe y se baja de la cama.

—Ya no se puede hacer bromas con ustedes. No tienen sentido del humor.

Elian sale de la casa, Abigael va detrás de él sin no antes voltear hacia mí y ponerme los ojos en blanco. Rio un poco. El conflicto entre ellos ya no me molesta tanto, es gracioso, son dos niños, dos hermanos. Lo que si me consta, es que Elian sí se está esforzando en agradar a Abigael y a mí. Sin embargo, Abigael se cierra en sus sentimientos y no se atreve dar segundas oportunidades.

Me quito las botas y me echo en la cama de la derecha. Cuando mi mejilla izquierda cae sobre la almohada, mi cuerpo se debilita y mis parpados luchan por no cerrarse. No me había dado cuenta de lo cansada que estaba. No he dormido en muchas horas. Intento pelear conmigo misma para no dormirme, pues no debería. Yo fui la primera en decir que no podíamos quedarnos aquí y perder tiempo descansando, no obstante, me gana la tentación de poner mi mente en blanco y quedarme profundamente dormida. Cierro los ojos y me pierdo en la oscuridad.

Despierto.

Me siento en la cama confundida y aturdida. No sé dónde estoy, y el motivo del por qué me encuentro en este lugar. Mi vista borrosa se va aclarando hasta que puedo distinguir la luz de la luna bañando la habitación desde la ventana. ¡Wow! Por fin vuelvo a la realidad y me doy cuenta que he dormido toda la tarde, habrán sido diez u once horas. No sabía que tenía la capacidad de dormir por tanto tiempo.

Me levanto y me traslado hacia la ventana. El bosque está tranquilo, no se escucha nada, ni siquiera una corriente de aire; es como si el sonido hubiera dejado de existir. Miro a la casa vecina, la cual emana una luz dorada desde sus interiores. Deduzco que es donde debe estar Abigael, de seguro durmiendo.

Bueno, definitivamente no es momento para salir a buscar espíritus. Así que tengo dos opciones: ir a la casa de a Abigael en donde al menos puedo tener un poco de luz y no perderme en esta oscuridad, o meterme en mi cama y esperar a concebir algo de sueño, que en realidad dudo mucho que eso suceda. Tampoco quiero despertar a Abigael, así que tendría que entrar despacio haciendo el menor ruido.

Opto por la primera opción. Salgo del lugar descalza y camino hacia la casa de al lado. Al llegar a la puerta, escucho unas voces provenientes de adentro. ¿Con quién está Abigael? Al parecer, no es tan tarde como pensaba. Abro la puerta y la luz dorada me penetra en los ojos provocándome una leve ceguera.

—Wow princesita, te despertaste. Pensaba que uno de los dos tendría que darte un beso para que revivieras.

Esa voz y ese tono no es de Abigael, sino de Elian.

—Perdona, creo que mi brillo está demasiado fuerte—dice alguien que creo que es Abigael.

El brillo pierde su potencia, y lo que veo me asombra de manera. Abigael está sentado en la cama de la izquierda, mientras que Elian está echado en la de la derecha, con su cabeza apoyada sobre su mano. De inmediato desvió la mirada hacia el torso desnudo de Elian, su camiseta negra está tirada en el suelo a unos pocos metros de él. Estoy tratando de comprender el por qué estoy tan estupefacta: de repente es porque me resulta imposible de creer que Abigael y Elian estén en una misma habitación conversando sin pelearse, o de repente por ser la primera vez que contemplo a Elian desnudo; noto que tiene una gran espalda y unos anchos brazos que ocultan la parte abdominal.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.