De pronto, escucho un sonido fuertísimo, semejante a una ráfaga de aire en su máxima potencia, acompañado también del grito de un ave, tan agudo que siento que mis tímpanos explotarán. Todos nos quedamos estupefactos, mirando a todas partes en busca del autor de aquellos ruidos. Daniele levanta la mirada hacia el techo, y deja caer de sus manos las esferas de color esmeralda.
—¡Está aquí!—grita Danielle.
¡Bum!
La pared frente a nosotros es derrumbada ante nuestros ojos, aplastando a varios ángeles caídos. Se arma el caos. Los seres empiezan a correr hacia cualquier dirección intentando esquivar al ave gigante que acaba de ingresar. Las llamas de sus alas se empiezan a extender por los aires hasta cubrir una cantidad considerable de ángeles caídos que huyen desesperadamente tratando de quitarse el fuego de encima. Veo varios cuerpos desplomados en tan solo segundos. Alzo la cabeza, y le clavo la mirada al “Espíritu Santo”, el cual permanece en el aire aleteando. Al instante suelta un último chillido, da media vuelta y sale disparado al cielo.
—¡Maldita sea, intenten atraparlo!—grita Daniele.
Entre todo el tumulto enloquecido, algunos ángeles caídos le hacen caso y vuelan con dirección hacia donde se fue el ave. Miro a Elian y me hace un gesto para que vaya por “Él Espíritu del Padre”. No me había dado cuenta que el ejército ha disminuido, debido a que la mayoría están ayudando a sus compañeros heridos.
Es mi momento.
Aprovecho la oportunidad y voy con dirección a la masa dorada aferrando con fuerza la caja contra mi pecho. Algunos ángeles se dan cuenta de mis intenciones y vienen volando para atacarme, pero de inmediato, Abigael y Elian los interceden e inician una gran batalla. No puedo distinguir cuantos son, tal vez siete. Maldición. ¡Son siete contra dos! Debería ayudarlos, sin embargo, mi prioridad es otra.
Llego hacia donde está la masa dorada. Abro la caja y de inmediato la masa se adelgaza con rapidez y es succionada por esta. La caja se cierra de golpe y puedo notar que ahora se encuentra un poco más pesada.
No puedo creerlo, tengo uno de los tres espíritus.
Doy media vuelta y recibo un fuerte golpe en la mejilla izquierda. Me desplomo en el suelo, y siento como si me hubieran tirado una piedra en el rostro. Un poco aturdida, levanto la mirada, y lo primero que distingo es la cabellera rubia de Daniele. Sus labios se extiendes manifestando un gesto burlón. Cada vez que sonríe me dan ganas de romperle el labio. Desvío la mirada a dónde están sus manos que agarran la caja que lleva dentro “Él Espíritu del Padre". ¡Mi caja!
—¿A dónde crees que vas perra?—me dice Daniele.
Wow, ni yo he llamado así a alguien en toda mi vida.
—¿Enserio quieres volver a ser un ángel con ese carácter? Los demonios son más gentiles que tú—digo con determinación.
De pronto, ella levanta su pierna derecha y me da una patada en el abdomen. Suelto un fuerte gemido. No puedo respirar. Intento inhalar el aire por mi boca, pero por mala suerte, no llega a adentrarse en mis pulmones. Son los segundos más largos de mi vida. Ahora ya entiendo porque Daniele es la líder; es muy fuerte, debo admitirlo por mas que la deteste.
—¿Quién diablos eres?—me pregunta ella mientras que sigo soportando el fuerte dolor en el estómago.
—¿De qué hablas?—le pregunto con la justas, ya que me sigue faltando el aire.
Daniele se acerca a mí y yo me arrastro con las pocas fuerzas que tengo, alejándome de ella lo más que puedo. Continúa burlándose de mí, disfrutando verme sufrir.
—Para mí todos los humanos son iguales, seres despreciables que no se merecieron tener el amor de Dios. Sin embargo, aunque me cueste admitir, tú tienes algo diferente, y quiero que me lo expliques.
Busco con la mirada a Abigael y a Elian, con la esperanza de que me ayuden. No obstante, ambos siguen luchando con los ángeles caídos que ni siquiera se dan cuenta de que me hallo en problemas. Sigo arrastrándome, pero entonces ella me piza el pie y suelto otro gemido. Esta maldita me va a dejar con muchos hematomas,
—“Él Espíritu Santo” jamás ha interrumpido así en nuestro edificio, o, mejor dicho, nunca ha estado tan cerca de nosotros. Que coincidencia que eso ocurra cuando por primera vez hay una humana aquí—veo la caja entre sus manos. Deseo arrebatársela de una vez.
—Sí eres inteligente lo sabrías—le digo adolorida. Trato de no manifestar mi dolor y prosigo—. Si “Él Espíritu Santo” ha venido a ayudarme, es porque sabe que lo estoy haciendo es lo correcto. Él está de nuestro lado. Ahora tú decides si vas a seguir su voluntad o vas a permanecer con tú terquedad.
Daniele abre los ojos como platos, noto como su nivel de preocupación ha aumentado. Estoy segura que en el fondo sabe que lo que estoy diciendo tiene sentido, pero su maldito orgullo no le permite entrar en razón.
—¡Mientes!—me grita.
—Dios dijo que solo un ser humano podría encontrar las tres partes de su espíritu, yo soy la destinada en hallarlos y ponerlos a salvo de cualquiera que quiere utilizarlos para el mal. ¿Por qué otra razón “Él Espíritu Santo” me hubiera ayudado?
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Editado: 13.01.2020