Andrómeda-Los Seres Celestiales

Capítulo 26

La fuerte corriente de aire me invade en todo mi rostro. Me aferro más a la dura espalda de Elian mientras que desciende a toda velocidad. Siento que mi corazón llega hasta mi cabeza. El descenso es tan rápido que los órganos de mi abdomen se revuelcan, mi cabello es jalado para atrás y mis dientes crujen por el fuerte viento. Los rayos del sol me ciegan un poco, por lo tanto, no logro distinguir a donde estamos yendo. Aparte, mis ojos se hallan irritados por la presión del descenso. Cierro mis parpados hasta que percibo cuando Elian aterriza en tierra firme. Es como si mi alma regresara a mi cuerpo. Me libero de Elian y caigo al suelo aguantándome las ganas de vomitar, estoy mareada y casi me resulta imposible ponerme de pie. Por suerte, Elian me coge de la mano y me ayuda a levantarme.

—Gracias—le digo.

—Sareya—me dice Elian agachando un poco la cabeza.

—Espera—le corto y me voy con dirección a mi madre que yace sobre la tierra seca. Elian la puso a ahí justo cuando aterrizamos.

Miro a mi alrededor, nunca he estado aquí antes, ni siquiera sé en qué mundo estamos. Solamente identifico que nos encontramos en el planeta Tierra. Estoy rodeada por cientos de árboles sin hojas y unos que otros cadáveres de conejos y ardillas. Estar aquí me hace extrañar el Paraíso, desearía poder contemplar nuevamente sus hermosos paisajes llenos de vida.

Me arrodillo para ver el estado de mi madre, espero que esté mejor que yo después de haber descendido a gran velocidad. Ella me clava la mirada y me sonríe, parece estar bien, o al menos eso aparenta. Mi madre siempre se las aguantaba cuando se sentía mal, con la finalidad de que yo no me preocupara, y creo que este es el caso. Su rostro está pálido y noto como las gotas de sudor se deslizan por su frente hasta empapar su cuello.

La comienzo a analizar y mis ojos se quedan mirando fijamente la parte de su abdomen, la cual una mancha roja traspasa su vestimenta y se extiende con mayor fluidez por cada segundo que pasa. El maldito de Garsemeo si llegó a pincharla. Por un instante, pienso que esto es mentira, que solo es producto de mi imaginación; sin embargo, la expresión triste de Elian me lo confirma, aparte, me percato que su camiseta negra está manchada de sangre.

No por favor. Esto no puede estar sucediendo. He luchado por salvarla, he viajado por cuatro mundos con la finalidad de que no padezca. La vida de ella no puede terminar de esta manera, a pesar de que soy consciente de que Garsemeo y su ejército ya tienen los tres espíritus y solo es cuestión de tiempo para que exterminen a la humanidad. Me duele en el alma saber que voy a espectar como fallece mi madre con lentitud. Me siento una fracasada. Todo este largo viaje fue en vano.

Me aguanto las lágrimas, no quiero que me vea llorar. Le aprieto con fuerza la mano y le doy un beso en la mejilla. Ella sigue sonriéndome con dificultad, sé que se está aguantando el dolor de la tajada.

Mi reina hasta en las últimas siendo fuerte; siempre la recordaré por eso.

—Sareya—me dice con su voz debilitada.

—Dime preciosa—le digo y suelto un gemido. Mis ojos no resisten la presión y botan unas cuantas lágrimas.

—Los tres espíritus—dice ella.

No le puedo mentir, ella en el fondo lo sabe. Anhelaría poder contarle que todo va a estar bien, que he vencido a Garsemeo y que los humanos están en libertad. Pero ha sucedido lo opuesto. He fracasado, y eso será mi último legado antes de extinguirme junto con los demás.

—Lo siento mami, he fallado. Sarahí agarró los tres espíritus. Ya no hay nada por hacer.

Mi madre extiende su brazo derecho y me agarra fuertemente la mano. Me sobresalto, la verdad no imaginé que podría hacer algo así. Alza la cabeza y abre los ojos como platos. No sé de dónde ha sacado esas fuerzas en pleno lecho de muerte. Se encuentra desesperada en contarme algo, tanto así que su mentón tiembla un poco dificultándole la capacidad de hablar.

—Sareya, tienes que huir y ocultarte. Si ya tienen los tres espíritus, solo es cuestión de tiempo para vayan a capturarte.

¿Qué? ¿No tiene ningún sentido? ¿Acaso estará delirando? Sin embargo, percibo sus ansias de hacerme comprender lo que dice. Por lo tanto, debe estar diciendo la verdad, aunque no logro entenderla.

—¿Por qué mama? ¿Por qué van a querer capturarme?

Su cuerpo tiembla más. Su mirada se va apagando, no obstante, noto su lucha en permanecer charlando conmigo.

—Esto recién empieza Sareya. Tienes que huir, por favor. Ellos van a saber lo que eres—dice ella con la voz más rígida y débil.

Todo se está volviendo más confuso. Elian se acerca a nosotras, parece estar igual de interesado que yo en saber la respuesta.

—Mamá, ¿Quién soy yo?—le pregunto.

Ella da un fuerte y último suspiro. Su cabeza cae sobre la tierra y su mano con la que me apretaba la mano pierde fuerza y se desliza hasta zafarse con delicadeza. Tiene la mirada clavada en mí. Le cierro los parpados y acto seguido, me quiebro al llanto.

La peor de mis pesadillas se ha vuelto realidad, lo que tanto me atemorizaba había sucedido. Mi madre ya no se encontraba conmigo, y jamás la volvería a ver de nuevo. Ahora sí me siento en la soledad absoluta. Una gran parte de mí ha muerto también. Hay un vacío interno que sé que jamás se volverá a llenar. Estoy devastada, destruida, como nunca antes me he sentido.




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