“Al menos lo estoy intentando”.
—Mamá, no quiero regresar la facultad. —Expresé en medio de un bostezó. —Déjame ir a la casa de tía Flor junto con la abuela por un mes.
—¿Es lo que quiere? —Cuestiona. —Hace unos días no quería nada. ¿Ha pasado algo?
—No, solo no quiero volver al meno son esta temporada, quiero relajarme, no la estoy pasando nada bien.
—Sabe que, si vuelve, aunque sea un mes te vas a encontrar con esas personas. -Asentí y no dije más nada. -Bien, alístate e iremos para hablar con el director.
Por primera vez me apoya y no me cuestiona en esta decisión, solo quiero huir y no enfrentar ningún tipo de situación, siempre huyo.
Termino de tomar mi café mañanero para subir y vestirme, me coloco mis converse y peino mi cabello para poner una de mis gorras favoritas que obtuve en el concierto de mi favorito, cuando uso alguna gorra por alguna razón me siento menos visible, aunque en la facultad si fuera con una funda me observarían sea para hablar bien de mi o simplemente criticarme.
-—¿Lista?
Asentí.
Mientras mi madre conducía enciendo mi celular viendo treinta mensajes y algunas llamadas, entre Juan Pa, Sandra y Santi, vuelvo apagarlo, supongo cambiaré el número.
No quiero ser algún tipo de drama, solo quiero alejarme, de alguna forma u otra mi abuela sabrá como lidiar con mi personalidad a su manera y es lo que merezco, merezco todas las cosas malas que me han pasado y por las que vienen.
Hemos llegado, bajo la mirada mientras que voy detrás de mis padres en camino hacia la dirección, supongo que creerían que vendría a c lase cuando vine a suspenderme por una temporada, algunos me llamaban, pero los ignoraba, seguía mi camino junto con mis padres.
—Si vinieron sus padres algo habrá hecho, nunca puede salirse con la suya. —Escuché susurrar a alguien.
—Cree que por ser popular cree que es tan guapa y por estar con Santiago.
Ignoré y al fin llegamos a la oficina.
Otro asiento, escucho los que mi padre y el director charlan a lo que agacho mi mirada al suelo sin ningún tipo de movimientos.
¡Joder no!
—Madre, no es necesario que le cuente mis problemas, son mis problemas.
—Es necesario hija, por favor.
Ya no quedaba de otra, así que me salí para no escuchar.
Marché hasta las gradas, todos ya estarían en clase, aunque de lejos puedo visualizar a alguien que están en una profunda conversación: Sandra y Juan Pa.
Ignoré eso y seguí mi camino, mis pensamientos se encontraban en debates internos.
—Aaaah, fíjate por donde vas. —-Entre mi mayor suerte, está siempre a de aparecer. —Así que es cierto, que te vas.
No le respondí.
—Al fin, esperé esto durante tres años, ahora yo seré quien recupere el lugar, el que siempre me ha permanecido.
—No seas patética, Ana Julia.
—¿Ya dejará a Santiago? Ya sabía yo que le haría daños, ¿por qué lo haces? Estuviste todo lo que yo quería y lo obtuviste sin ningún mérito, enamoraste a Santi u ahora lo dejas, el infierno te queda corto, Meredith Payne.
—¿Qué te importa lo que yo haga? No sabes nada. —Repliqué. —Ah, querida, entre el infierno y yo no hay muchas diferencias.
—Si te vas, no vuelvas jamás.
Solté una risa irónica y me acerqué.
—¿Quién te avisó de que me iba? Te han mentido querido, que no esté una temporada en la facultad no quiere decir que tampoco esté en la ciudad.
—¡Meredith!
Ignoré a todos y marché, me encerré en el auto en espera de mis padres, coloco mis audífonos y me imagino como fuera mi vida en otros aspectos. ¿Hubiera sido más diferentes sin ese suceso?
Solo quiero dejar de sentir, que mis cambios de humor y emociones no me sigan afectando, que las terapias el día que vuelva funcionen porque estoy me abruma y ya no sé qué hacer.
—No podrás irte hasta la semana aproxima, han canelado los viajes por la tormenta que se aproxima.
—¿Señal de la vida para que no vaya?
—¿Qué es lo que quieres realmente, Meredith? Un día sí, otro no y luego no sabes.
—Ya no quiero sufrir más, eso es todo. —Expresé acurrucándome en la parte trasera del carro.
—¿Sabes que si no quieres sufrir tienes que poner de tu parte para mejorar y simplemente no huir de los problemas? —Habla mi padre. —Sé que fuimos unos monstruos por aceptar aquello, pero era tu libertad o estar en prisión cincuenta años, casi toda una vida.
—¡Pero ni siquiera me creyeron!
—Si te creímos, solo que estábamos en etapa de negación, y creo finalmente que todos deberíamos de asistir a terapia, eres el ángel de tu hermano, Meredith, le salvaste de pasar un infierno y lo sufriste tú por él y eso te hace valiente, ahora piensas. ¿Realmente vale la pena huir por eso o buscar lo que realmente te hace feliz? ¿Tu lugar seguro? ¿Las personas que te aman y amas?