Sebastian y Arturo volaban de regreso a la tierra y mientras cruzaban el portal que dividía su mundo celestial con el terrenal, uno de ellos estaba muy disgustado con la inesperada reunión que convocó Dios a los ángeles de la guarda.
—¡No puede ser! La reunión solo trató temas como: "debemos cuidar a los niños", "informar sobre su estado de salud mental", "no hablar con los humanos" y etc —reclamaba Sebastian muy enojado, Arturo solo lo miraba y se limitaba a hablar demasiado.
—Debió ser por algo esa reunión, después de todo los demonios siguen haciendo de las suyas y tentando a los humanos...—contestó finalmente Arturo, luego Sebastian empezó a volar muy rápido y Arturo no lo podía alcanzar —¡espera ¿a dónde vas?!
—Debo ver a Lucía, estuve ausente una semana según el tiempo en la tierra —dijo Sebastian preocupado, conocía muy bien a Lucía y era probable que lo haya estado buscando.
—Soy yo o ¿le agarraste cariño a esa niña? —preguntó Arturo sonriendo.
—Eeeeh...mejor sigamos...con nuestro trabajo...—respondió Sebastian con su rostro ruborizado y muy nervioso.
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Mientras Sebastian y Arturo volaban para llegar a tiempo con sus niños, al otro lado de la ciudad Lucía y su tía estaban camino hacía el cine, el día empezaba a oscurecer y el auto iba rápido pero prudente. Lucía no paraba de sonreír y no veía la hora de llegar a ver su película favorita.
—Mi niña ¿estás contenta? —preguntó su tía mientras conducía el auto.
—¡Claro tía Ana! Esperaba que se estrenará la película hace dos meses —respondió Lucía eufórica, tanta era la emoción que no paraba de sonreír.
—Por eso quería compensártelo querida, después de todo eres buena alumna —contestó su tía, luego ella empezó a achinar sus ojos y su visión se tornó muy oscura —creo que...estoy viendo borroso, Lucía pásame los anteojos.
—¿Dónde están? —preguntó la pequeña mirando a ambos lados.
—En tu mochila, en el bolsillo interno —respondió mirando hacía atrás.
—¡¡¡Tía Ana cuidado!!!
—¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah, Lucíaaaaaaaa..!!!
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Sebastian sintió un pequeño dolor en su pecho, y entonces empezó a volar mucho más rápido, Arturo lo observó sorprendido y decidió seguirlo lo más rápido posible, pero Sebastian era el más veloz de todo los ángeles y ni Arturo (que es el líder) puede alcanzarlo.
—Sebastian vuelas muy rápido ¿ocurre algo? —preguntó Arturo preocupado.
—Tengo un mal presentimiento y creo que tiene que ver con la pequeña a quien cuido —dijo Sebastian desesperado.
—Eres de los ángeles que puede sentir la llegada de una tragedia —dijo Arturo, pero Sebastian negaba con la cabeza involuntariamente; para Arturo esa acción significaba que su presentimiento era correcto.
—No es de algo que me sienta orgulloso —contestó Sebastian resignado —espero que me equivoque...
—Hasta aquí nos separamos, me despido —dijo Arturo cambiando de rumbo hacía el sur —que Dios te guíe...
Sebastian tenía horas volando y no encontraba a la pequeña, hasta que vió cerca de la autopista un accidente, y paramédicos tratando de sacar dos cuerpos de un auto que había chocado contra un camión lleno de frutas.
—No puede ser, esto no es cierto —dijo Sebastian asustado. Se acercó a la escena y vió a la pequeña Lucía en la camilla y aún respiraba, mientras que su tía había sufrido la peor parte y su rostro era irreconocible. Las acompañó volando al hospital y escuchaba que el médico les decía a sus colegas, que no le daba muchas esperanzas de que se salvara la tía de la menor.
—No debí ir a esa reunión, yo la hubiera cuidado como le prometí...—dijo Sebastian llorando desesperadamente . La pequeña estaba en coma y el ángel lo único que pudo hacer, es acompañarla mientras esperaba que despertará.
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Pasaron seis horas y veintitrés minutos exactamente, Lucía aún no despertaba del coma y Sebastian seguía caminando por los alrededores, luego salió de la habitación para ver el estado de la tía de la pequeña, pero entonces observó que su alma estaba intentando salir de su cuerpo, supo entonces que ya no iba a resistir más tiempo. Regresó a la habitación y Lucía se estaba despertando.
—¿Qué pasó?¿Dónde estoy? —dijo la pequeña que recién despertaba; como estaba media inconsciente, no había visto a Sebastian que estaba sentado a su lado; en ese momento escuchó voces en el pasillo y salió a la puerta para preguntar por su tía, pero escuchó la conversación que sostuvo el doctor con la enfermera.
—Doctor lo sentimos, la señora llegó muy inestable y no podemos hacer mucho —dijo la enfermera resignada, pero miró al doctor y él mostraba en su rostro la expresión del optimismo—¿preparamos el quirófano?
—Así es, intentemos salvarle la vida —respondió optimista el doctor; Lucía cerró la puerta y lo único que pudo hacer es rezar con la oración del ángel.
—"Ángel de la guarda, mi dulce compañía. No la desampares ni de noche ni de día; no la dejes sola..." —dijo en voz baja y llorando.
—Lucía, no le pasará nada ¿si? —dijo Sebastian tratando de reconfortarla —ella es fuerte.
—¿Dios no permitirá que le pase algo verdad? —preguntó la pequeña intentando tener fe, pero el ángel no respondió.
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Pasaron dos días y la pequeña estaba ya casi recuperándose, hasta que vinieron servicios infantiles a comunicarle que su tía no había resistido a la operación y había fallecido.
—Ella ahora es un ángel mi pequeña, pero no te preocupes —dijo una señorita abrazándola —ahora soy tu tutora y te cuidaré hasta que alcances mayoría de edad ¿esta bien?
—De acuerdo... —respondió Lucía muy serena, la señorita supuso que Lucía necesitaba estar a solas para asimilar su dolor, entonces se retiró y la niña miró a Sebastian; fue cuando sus ojos mostraron furia.