Ángel de sangre

Capítulo 25. Ideas absurdas

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Ideas absurdas

 

 

¿Alguna vez había sentido tanta curiosidad por una persona? Pensó en Aiken y lo extraño que fue tener sentimientos desconocidos hacia él. Después sobrevino la extraña personalidad de Xero, burlándose de todo y aun así, manteniéndose distante de cualquiera que no fuera Yannik. Entonces sus cavilaciones se centraron en el chico de baja estatura, que consideraba como un hermano. Si los recordaba a todos ellos, al final encontraba una razón entre sus acciones, sin embargo, no podía entender nada de Nyx.

La chica solo hablaba lo necesario —algo bastante distinto a cuando se conocieron— y no mencionaba nada que no fuera sobre lo que planeaba hacer: llevarlo al Muro, como Xero había prometido hacer y no consiguió. Era ella quien se encargaba de encontrar y preparar la comida, construía algún lugar en el que pudieran descansar y dirigía la marcha durante el día. Sentía que viajaba con un fantasma.

Por el camino tan rápido que estaban llevando, los únicos momentos en que podía apreciar la belleza de lo que le rodeaba era por la noche, cuando la luna se alzaba en lo más alto y su única compañía eran las brillantes estrellas. Además de eso, no lograba impresionarse de todas las cosas desconocidas que ahora se presentaban frente a él. Los pocos segundos que tenía para sí mismo, los utilizaba para pensar en lo que le habían arrebatado y pronto recuperaría.

Conforme el tiempo pasaba, el rostro de Aiken aparecía cada vez más difuso. Lo único que conseguía evocar con facilidad, eran los ojos que tantas veces lo habían reconfortado, siempre estaría fascinado por el cálido brillo que éstos tenía. Solo una mirada acompañada de una de esas enormes sonrisas, bastaban para tranquilizarlo.

Sin importar lo mucho que intentaba distraerse, no podía evitar pensar en cómo estarían los chicos. ¿Lennix de verdad cumplió con su palabra? Le parecía imposible confiar en aquel hombre pero la remota posibilidad de que sufrieran en ese mismo instante, era insoportable. Debía conformarse con lo que Nyx repetía sin cansancio: si dijo que los dejaría tranquilos, entonces lo hizo. ¿Acaso era el único que desconfiaba? ¿Quién podría creer en Lennix?

Reaccionó cuando un par de golpes lo devolvieron a la realidad. Estaba recostado en el suelo, sentía el cuello entumecido y probablemente una de sus piernas estaba sufriendo calambres. Nyx mantenía el rostro demasiado cerca del suyo, apenas parpadeando mientras analizaba con cuidado la reacción de Levi.

—Si te quedas dormido de nuevo, yo misma me encargaré de asesinarte. —Se dio la libertad de sonreírle con falsa dulzura. Se puso de pie con la asombrosa rapidez que era propia de los duṣṭa y apagó con brusquedad la diminuta hoguera que los mantuvo calientes durante la noche—. Pero supongo que te podría perdonar esta vez. Hemos tomado ventaja, así que nos podemos tomar algunas libertades.

—¿A quién dejamos atrás?

—¿Te has sentido bien desde aquel día? Estoy segura de que Xero sufrió cuando descubrió su habilidad —frunció el ceño observándolo desde su lugar—, igual que los otros. Es sorprendente que tú no lo hayas hecho, aun después de haber hecho… eso.

—No sé de qué estás hablando.

La chica repitió el mismo gesto que hacía cada vez que Levi abría la boca: giraba la cabeza hacia otro lado y susurraba algo ininteligible antes de buscar cualquier cosa con la cual distraerse. No volvieron a hablar sino hasta que emprendieron la marcha y el aburrimiento golpeó a Levi con fuerza, formulando la primera pregunta que pasó por su mente.

—¿De verdad eres una mujer?

No se molestó en fingir que aquella pregunta la había fastidiado, se limitó a observarlo con la nariz arrugada. En ningún momento detuvo la caminata, dejando pasar unos cuantos minutos antes de responderle.

—Por supuesto.

—¿Estás segura? Yannik me dijo que…

—Estoy muy, muy segura, niño Arch. —A pesar de que su voz no era más alegre que la de Xero, esbozó una imperceptible sonrisa—. ¿Quieres comprobarlo?

Tal y como lo esperaba, el rojo embargó las mejillas de Levi y éste guardó silencio durante un largo rato. Para su siguiente conversación, pensó en algo mejor. Muchas ideas lo inundaron con violencia: qué era el Muro, cómo era la vida de los duṣṭa fuera del hogar de Aiken, lo que hacían dentro del Muro y, aún más importante, la manera en que se había infiltrado con éxito en uno de los equipos de Lennix. Al final, decidió expresar la última duda.




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