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Brook.

Había muerto. Cassia había muerto frente a mí y yo no pude hacer nada para salvarla.

Abrace su cuerpo con lágrimas en los ojos. Mis alas habían vuelto, pero era lo que menos importaba ahora. Seguía sin poder creerlo. Cassia ya no estaría conmigo. El mundo se había ido al carajo.

Sentí un coraje tan intenso hacia Charlotte que me hizo tomar mi espada y atravesar su corazón con ella. Leah lloraba, yo lloraba.
Charlotte y Cassia habían muerto.

—Yo...no sabía que ella haría esto.—Dijo Leah entre sollozos.

—Cassia quería saber porque siempre la ayudaste y protegiste.—Dije intentando calmar mi llanto.

—Porque sabía que ella te hacía feliz. Y quería que tú fueras feliz. Que mi hijo fuera feliz.

—¿Qué?—Pregunte extrañado.

—¡Soy tu madre,Brook! —Gritó.

Era imposible. ¿Leah mi madre? No. Definitivamente tenía que ser una broma. Aunque en este momento no estábamos para bromas.

—Eso es imposible...

—Recuerda... Ese largo y blanco cabello de tu madre.

Era cierto. No tenía mucho recuerdos de mi madre pero podía recordar perfectamente su largo y blanco cabello cayendo por su espalda.

—No puede ser.—Corrí a abrazar a Leah, o más bien a mi madre. No sé como es que no me di cuenta antes. Supongo que situaba toda mi atención en Cassia, pero eso ya no importa, ella ya no está.

Las lágrimas seguían cayendo por mi rostro. Era como el fin del mundo, ese sentimiento que tienes cuando sabes que has fallado a pesar de que has dado todo de ti. Bueno, me sentía incluso peor que eso.

—Tenemos que llevarla con los ángeles supremos.—Habló Leah.

— ¡No!—Respondí totalmente frío.

—Brook, ¡es una humana! No puede estar aquí. Me encargaré de avisarle a sus padres para que ellos le hagan un funeral.

—No. No lo hagas Leah. Es mejor llevarla con los ángeles supremos.

Puse el cuerpo de Cassia entre mis brazos y Leah y yo comenzamos a caminar fuera del consejo.