Año 3025...
Bienvenido a mi Blog, mi nombre es Rayan, vivo confinado como todos en mi hogar, si es que se le puede llamar así. Hace varios años atrás, en el 2020, desde China en Wuhan, se desató una pandemia que azotó todo el planeta, no hubo nación a la que no hubiese llegado el virus; acabando no solo con la vida de millones de personas sino también cambiado el estilo de vida de muchas otras. El coronavirus separó a las personas obligándolas a mantener distancia, aunque no todos cumplían precisamente con esta importante regla, algo que tal vez hubiera evitado tantas muertes y contagios; solo bastaba tocar a alguien o algo que ese alguien tocase para contagiarse.
El virus era como una gripe, que principalmente atacaba las vías respiratorias. Algunos superaban rápidamente la enfermedad con tratamiento a tiempo, otros se recuperaban lentamente y la mayoría los más vulnerables como ancianos y personas con enfermedades pulmonares, hipertensas, entre otras, morían irremediablemente. Eran tantos los muertos que no había espacio en cementerios, miles fueron sepultados sin un nombre en una tumba; los hospitales ya no daban abasto, estaban hasta el tope y se improvisaron lugares para atender a los enfermos como estacionamientos.
Debido a la pandemia muchos comercios se vieron obligados a cerrar aumentando el desempleo, la economía se iba en declive, las fronteras cerraron, se suspendieron los vuelos. Se entró en cuarentena, las personas debían mantener distancia, no podían abrazarse ni besarse; debían usar cubre bocas, caretas, guantes, llevar consigo al salir de casa gel antibacterial y mantener una higiene constante. Hubieron muchas personas que se tomaron muy enserio lo de mantener distancia y la higiene, que se volvieron maniáticas a tal grado de rociar a alguien que simplemente estornudara en la calle o si trabajaban con salud no les dejaban regresar a sus hogares por temor a que portaran el virus, se volvieron violentas; otros sin embargo, se tomaban todo tan a la ligera que no usaban protección, no mantenían distancia y hacían fiestas, luego acababan contagiados y contagiaban a otros como sucedió en Italia, cuando anunciaron cuarentena, para ellos eran "vacaciones" no trabajo, no escuelas, hola playa, sol y arena, aumentando así el número de contagiados y muertes. Algunos tomaban la pandemia enserio y otros la ignoraban.
En aquellos tiempos todo era un caos y los fenómenos naturales no ayudaban, aunque los primeros meses, sin la presencia del hombre en las calles u otras áreas, el planeta pudo respirar un poco. Mientras tanto, la robótica alcanzó altos niveles; luego llegó la cura, hubo muchas pruebas hasta que fue efectiva. Más tarde estalló la guerra...
Hoy lo que veo desde mi ventana no es verde como solía ser años atrás, como muchos crecí sin ver el verde de una planta real, sin sentir una sola brisa de la que tanto hablan los libros o el internet; sin percibir el olor de los bosques, la playa o las calles urbanas. Pues todo hoy, es artificial y los olores en un espacio es, metal, limpio y puro. Lo único que me devuelve mi ventana, es desolación, tierra y polvo danzante. No se siquiera lo que es hundir los dedos en el pelaje de un gato, porque ya no existen.
Vivo en una ciudad cibernética donde todo es inteligente, como mi hogar; en la cocina solo basta escoger una opción en un tablero de lo que se te apetece y ya está; el baño, el dormitorio que en realidad es la sala, una opción oculta el sofá y en su lugar esta una cómoda cama. Mi hogar no es algo grande, es una simple habitación que puede ser lo que se desee, un comedor... del suelo surge una mesa con sus sillas con solo seleccionar la opción en el tablero, un robot que parece una mesita, limpia justo ahora el suelo en silencio, unas lucecitas titilan en una de sus esquinas superiores indicando que está en funcionamiento, se mueve en círculos, en línea recta, en zigzag y pareciera tragar la suciedad (que no hay) por debajo como la boca de un pulpo; una única ventana y la puerta que da fuera, que abre sola al percibir cuando se desea salir, todo con un color neutro, nada de colores brillantes. Fuera las calles son como las tuberías por las que jugaría un hámster, con aceras mecánicas que te llevan sin siquiera caminar y vehículos que vuelan; puedes ver el cielo a través del cristal y el mismo paisaje que veo desde mi ventana, muerto cual desierto.
Miro mi mano y allí puedo ver una pequeña luz en la muñeca, amortiguada por la piel; si me concentro, esa luz se expande hacia fuera y me rodea con imágenes, carpetas, links, música, opciones de búsqueda en internet. No necesito un teclado como sucedía en el pasado o tocar alguno de esos vínculos con mis manos para ver algo, solo basta con pensar y mirar; el chip en mi cerebro me permite controlarlo todo, incluso mi propia salud y retrasar mi vejez. Aquí estoy, de pie, mirando hacía el otro lado de la única y larga ventana de mi hogar, y escribiendo con la mente en mi blog esto que lees.
¿Por qué pasó esto? La pandemia segó miles de vidas en aquel entonces y al estallar la guerra nuclear, la vida del planeta comenzó a caer hasta convertirse en esto, un desierto; salir ahí fuera, equivale a morir. Entonces la maquina gobernó al hombre. La inteligencia artificial controla el número de personas que pueden existir, escogen tu función en la sociedad según tu habilidad, que aprendes a desarrollar desde niño, si el individuo no posee ninguna; es descartado. Robótica, mecánica, botánica, arte, entre otras, son las habilidades que hacen una profesión las que se debe poseer, si no sabes hace nada no perteneces a la sociedad, no perteneces a ningún lugar, no eres nada ni nadie, un peso muerto que estorba y por ello te eliminan. Lo mío es el arte y poseo muchas cualidades, pero se me dio la música y ahora pertenezco a la orquesta, mi instrumento es el violín; el resto como la pintura, la poesía, etc, me fue dejado como un hobby.