Caddy podía sentir su corazón latir desesperado, levantando y descendiendo su pecho agitado una y otra vez luego de que sus labios propinaran semejante acusación. Había perdido cualquier atisbo de duda desde el mismo instante en que aquel engreído había supuesto que podría engañarla con un par de palabras bonitas y educadas. Demasiado conocía al susodicho a pesar de haberse visto tan solo en alguna oportunidad y lejos estaba aquella actitud de cualquiera anterior.
Su puño continuaba apretado mientras veía al fanfarrón engreído de Denson, recostarse en el sillón con suficiencia y desparpajo aún a pesar de ser el ladrón de su correspondencia y asumirlo sin más que una sonrisa socarrona y aquella frase que denotaba intereses oscuros.
El fuego abrasador ardía en su interior como una hoguera, al saber que él se había atrevido a leer aquellas palabras que le pertenecían sólo a ella, que habían sido suyas y solo suyas; tan íntimas, tan secretas y tan privadas que dejaban al desnudo su vida ante un completo desconocido, capaz de todo.
Tomó el ridículo y casi tan rápido como sus pensamientos, lo lanzó sobre el sillón al tiempo que reclamaba lo suyo. Denson arrugó la frente y con desgano lo tomó para constatar las libras que cargaba dentro.
—Si quiere más, habrá más, pero quiero lo que me pertenece. ¡Devuélvamelo! —Exigió sin dejar lugar a discusión, pero como respuesta oyó el suspiro que él exhaló mientras dejaba el ridículo a un lado sin darle importancia y extendía su mano para que ella se sentara. Caddy no se movió de su lugar, no pensaba tomar asiento en aquella casa, ni quedarse más que lo estrictamente necesario para recuperar lo propio.
—Muy bien, si no desea tomar asiento, será como quiera —volvió a estirar sus comisuras en aquella media sonrisa y luego continuó, ignorando la mano extendida de Cadence. —Mi nombre es Drake Lexington, me dedico a resolver “asuntitos” que otras personas no pueden o saben cómo solucionar. En este caso puntual, fui contratado por el señor Hemingway para confirmar sus sospechas y darles solución. Concretamente estamos hablando de la infidelidad de su joven esposa, Brooke. —Caddy lo oía estupefacta. Claro que de alguna manera estimaba que ese hombre no era normal y tantas actitudes sospechosas de alguna manera le habían alertado, pero jamás hubiera pensado que Robert Hemingway sería capaz de contratar a un ser tan despreciable en pos de descubrir con quién se encontraba su esposa. Siempre lo había visto como el hombre mayor, educado y adinerado, pero pacifico y hasta inocentón. —Como muy bien dijo, tengo en mi poder dos cartas, una escrita por la señora Brooke a su amante, y la otra escrita por la señora Johanne Dudley…
— ¡Se atrevió a leerla! ¿Cómo ha podido… —le interrumpió ni bien oyó aquel nombre.
—Es mi trabajo…
—Ninguna de las dos le pertenece, pero según sus propias palabras, su encargue no incluía una carta que sólo me pertenece a mí… ¡¿Cómo ha podido?!
—No he dicho lo contrario, pero usted entenderá que en este momento ambas me interesan. La primera porque resuelve el caso de quien contrató mis servicios, lo cual me dará mucho dinero y mejorará mi reputación entre la alta sociedad; la segunda, porque atañe específicamente a mi futuro… —Caddy lo oía atentamente aunque había quedado prendida en aquella última frase. —… pues claro que sabiendo lo que sé, considero que lo más conveniente es que usted y yo... —Caddy enarcó su ceja y chasqueó su lengua al tiempo que un grito casi desesperado se lanzó fuera de su boca.
— ¡Ha enloquecido! —Drake sonrió levemente, amaba los ataques de la solterona y no esperaba otra actitud de su parte. — ¡Por supuesto que eso no va a suceder nunca! ¿Ha oído? Nunca. Jamás habrá un “usted y yo” y mucho menos crea que va a obtener algún tipo de beneficio a partir de esto. Ya lo decidí hace demasiado tiempo y le aseguro que no será usted quien me obligue a hacerlo.
—Lamento decirle que en este caso, rehusarse no será una opción.
—No le estoy preguntando, señor Lexington o como sea que se llame, le afirmó con toda mi lucidez mental que no me casaré jamás con un miserable oportunista como usted. —avanzó dos pasos hacia él y volvió a extender su mano para recibir lo que le pertenecía. —Quiero que me devuelva la carta, ahora mismo. —Drake avanzó hacia ella, en absoluto silencio y con sus ojos oscuros completamente prendidos a los suyos. Caddy retrocedió exactamente la misma distancia y carraspeó, pero su mano continuó extendida y no la movió ni un céntimo de su lugar. Claro que el tamaño y el porte de Drake intimidaban a cualquiera, pero en aquel instante debía parecer fuerte y decidida a negociar aquello a como de lugar, o al menos lo intentaría —No pienso casarme con usted, ni ahora ni nunca; y claro que esa carta sin mí, no es más que cotilleo barato que entretendrá a la sociedad pero perturbará a esa familia y claro que a mí. —Deseaba sonar firme y convincente, pero un nudo apretado se ajustaba en su garganta produciendo aquel vibrar en las letras que pronunciaba y su lengua tartamudeó al menos dos veces. La angustia era demasiada y a pesar de los desvaríos de aquel sinvergüenza, sería capaz de rogarle que se la devolviera. —Si algo de nobleza alberga su corazón, si un atisbo de caballerosidad, misericordia o lástima se vislumbra en usted, le ruego que me la entregue y guarde silencio respecto a lo que sabe. En el bolso está el dinero que dispongo, pero claro que podría conseguir más si me da algo de tiempo. Incluso estoy segura que Brooke podría pagarle más de lo que su marido hubiera podido ofrecerle… —Drake lanzó una carcajada que la sobresaltó.