SKYLER
No sé muy bien como definir lo que somos Juliette y yo, pero ahora, somos esa pareja que se ha comprometido.
Otra vez estamos frente a las cámaras haciendo todo lo “cotidiano” excepto que no es cotidiano, ellos nos dicen como supuestas sugerencias a donde deberíamos ir, que deberíamos hacer y cuando deberíamos besarnos.
Lo único bueno que está pasando es que Juliette está conmigo y estamos bien ahora. Ya no veo ira detrás de sus ojos y quizás no veo amor pero sí algo que me hace latir el corazón más rápido.
Todo iba normal, fingiendo que no hay muchas personas detrás de la escena.
Juliette se levanta y va por la guitarra, se sienta en el sofá acomodándose para estar en la mejor posición. Estoy atento a ella, esperando a escucharla cantar.
Respira profundo y empieza a cantar una de las canciones de su padre. No puedo evitar sonreír ante este momento, ella luce tan natural haciéndolo. Es como si hubiese sido hecha para ser una artista.
Sube la mirada y me sonríe, yo le devuelvo la expresión escuchando absorto en ella y en su voz. No me sorprende que sea así de famosa, su voz es asombrosa.
Siempre lo ha sido.
—Ahora tu —dice cuando termina.
Frunzo el ceño. — ¿Qué?
—Que ahora tú canta algo, estoy segura que todos quieren escucharte —afirma.
Estiro la mano para que me pase la guitarra y cuando lo hace, nuestros dedos se tocan. Ese tipo de cosas me hacían sentir en las nubes cuando era un adolescente, incluso en mi época idiota.
—Bien, voy a tocar algo de los viejos tiempos —aclaro la garganta—. ¿Recuerdas la canción “Suéter”?
Abre los ojos. —No hay forma que todavía la recuerdes.
Paso los dedos por las cuerdas. —Claro que lo hago, era mi favorita. Bueno, una de mis favoritas, ¿Recuerdas cuando la escribimos?
Asiente, viéndome complacida. —Lo hago.
Mis ojos se desvían a sus labios y retengo el impulso de darle un beso, vuelvo a aclarar la garganta y toco los primeros acordes.
Canto: Era verano, nadie usa suéter por aquí, pero tengo el mío puesto porque me recuerda a ti, me recuerda a la vez que te lo presté y me dijiste que seguía oliendo a mí.
Me detengo y suelto una pequeña sonrisa. —Ahora que lo pienso, la letra era infantil.
Ella me da un pequeño empujón. —Pues éramos unos chicos, además, me gustaba. Era dulce.
Continuo con la siguiente parte y de la nada, Juliette empieza a cantar conmigo.
Mi corazón se detiene. Esto no ha sucedido en muchísimo tiempo, nuestras voces juntas como una sola. Su tono tan suave y dulce, mi tono más maduro. Seguimos cantando hasta el final de la canción y ambos nos vemos a los ojos.
Siempre pensé que los mejores años de mi vida ya habían pasado pero ahora, en este momento, puedo ver en sus ojos que quizás a su lado me quedan muchos más.
Y eso es aterrador.
Bajo la mirada. Juliette ya no es mi amiga de la secundaria, ya no estamos en el mismo nivel. Ella está en el piso más alto y yo apenas voy por el vestíbulo de la vida.
Respiro profundo.
Dejo la guitarra a un lado. —Creo que desafinaste —bromeo.
—Que gracioso —contesta, empujando mi pierna con su rodilla.
El equipo ríe detrás de cámaras, para ellos es oro.
Después nos hacen salir al jardín.
El sol está alto, el calor se siente como un abrazo. Juliette cruza los brazos viendo al frente. Le ofrezco mi mano, ella duda pero la acepta. Mi mano absorbe la suya y algo dentro de mí se hunde.
—Gracias —susurra.
Caminamos uno al lado del otro. — ¿Te acuerdas de cuando ensayábamos en mi garaje?
Ella me mira sorprendida. —Claro que me acuerdo. Tu madre siempre decía que no iba a interrumpir y terminaba entrando con galletas.
No puedo evitar sonreír. El recuerdo se siente tan real que por un instante los arrepentimientos se disuelven. Los camarógrafos se aseguran para captarlo todo, como si nuestras sonrisas fueran mercancía.
Supongo que lo son.
El día avanza en una coreografía de escenas: lavamos platos, nos besamos frente a la playa y nos recostamos en el sofá, juntos y sin fingir nada.
Cada roce accidental me provoca un cosquilleo en el estómago. Odio admitirlo, pero sigue ahí: eso que nunca enterré del todo. Y al mismo tiempo, cada mirada suya me recuerda lo que perdimos. Estoy atrapado entre nostalgia y la incertidumbre.
La tensión verdadera llega en la terraza.
Connor recibe una llamada urgente. Se aparta y frunce el ceño. El murmullo del equipo se vuelve inquieto. Un asistente nos muestra la pantalla de su celular, es un video circula en internet. La esposa del hombre con quien supuestamente Juliette tuvo un romance aparece frente a una cámara, los ojos rojos, la voz temblorosa.
Dice que Juliette destruyó su matrimonio, que es una hipócrita que ahora pretende vender una historia de amor falsa. El video se multiplica por miles.
Y miles.
Juliette me aprieta la mano con fuerza, no creo que se dé cuenta de ello. Karla habla de Juliette como si fuera una peste y yo solo veo a la mujer en la pantalla que exagera detalles y que ahora, agrega otros.
Incluso dice que Juliette está embarazada, algo que sé que no es así.
Juliette arruga el rostro y aprieta los labios. Está tratando tanto de no llorar y sé que la principal razón es esa parte del embarazo. Lo sé porque eso es algo muy personal que me contó a los diecisiete. Algo que involucra su cuerpo y como no funcionaba del todo bien.
Connor se acerca con la cara tensa. —Tenemos un problema.
—Ya lo vimos —respondo con sequedad.
El equipo murmura, discute estrategias. Sandy aparece con una tableta en la mano. —Esto van a usarlo para hundirla.
Juliette baja la mirada al suelo, como si quisiera desaparecer. Me acerco lo suficiente para que solo ella me escuche. —Respira.
Sus ojos suben hacia los míos. Están vidriosos pero intenta mantenerse firme. —No es justo.
—Lo sé —no añado nada, pero me quedo cerca. Es lo único que puedo ofrecerle.
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Editado: 12.09.2025