JULIETTE
El día llega más rápido de lo que quisiera.
Apenas abro los ojos, siento ese peso extraño en el pecho, como si el aire se negara a entrar completo en mis pulmones. Sandy me escribió anoche un mensaje breve: “Mañana a las once, transmisión en vivo. Sé tú misma, confía en lo que sientes.”
Pero esa frase, aunque suene alentadora, no hace que mi estómago deje de retorcerse como si hubiera comido algo toxico. Me levanto despacio, sintiendo que cada movimiento tiene un eco en mi cabez, y me miro en el espejo. Tengo los ojos ligeramente hinchados, no sé si de cansancio o de la ansiedad que no me deja dormir bien desde hace días.
Skyler está en otra habitación. No lo veo, pero lo escucho en el pasillo cuando alguien toca su puerta. Habla con voz baja, como si intentara mantenerse al margen, como si quisiera guardar la energía para lo que viene.
Me pregunto si él también siente ese mismo nudo o si se ha vuelto tan experto en ponerse una máscara que ya nada lo mueve.
Desayunamos en una mesa pequeña del comedor. Hay frutas, café, panecillos, pero a mí nada me pasa. Solo tomo sorbos pequeños de agua, tratando de aparentar normalidad.
Skyler llega tarde, con el cabello todavía húmedo y una camisa negra arremangada que parece elegida a propósito para lucir informal pero cuidado. Me observa de reojo y yo desvío la mirada.
— ¿Lista? —pregunta.
—Lo intentaré —respondo, mordiendo un trozo de pan sin sentirle sabor.
Sandy se nos une enseguida, con esa energía rápida y eficiente que siempre la acompaña. Trae papeles, el telefono en la mano y un par de frases ensayadas para darnos calma.
“Todo estará bien”,
“Ustedes solo hablen desde el corazón”
“No se enfoquen en los comentarios negativos”.
Nos trasladan a la sala acondicionada con luces suaves, un sofá y un par de cámaras. Todo parece más íntimo de lo que esperaba, pero esa intimidad es engañosa. Detrás de cada foco hay un mundo observando.
La entrevistadora, una mujer de cabello corto y sonrisa profesional, se presenta como Ana. Tiene un tono calmado, como si estuviera hablando con viejos amigos. Eso debería tranquilizarme, pero lo único que hace es recordarme que en unos minutos estaremos en directo frente a miles de desconocidos esperando que cometamos un error.
Me siento en el sofá. Skyler se acomoda a mi lado, dejando un espacio. Entre nosotros hay aire, pero también algo invisible que late y duele. Ana nos sonríe y el camarógrafo levanta la mano en señal de cuenta regresiva. Tres, dos, uno.
La transmisión comienza.
Ana hace la introducción, presenta la situación como “el esperado reencuentro” de dos jóvenes que alguna vez compartieron música y sueños. Yo asiento y sonrío, siento que mis mejillas tiemblan. Skyler, en cambio, tiene ese aire impenetrable, un gesto neutro que podría interpretarse como seguridad.
Alguien detrás de cámara levanta una tableta para que veamos los comentarios en vivo.
Al inicio son alentadores: “Qué lindos”, “no puedo creer que estén juntos de nuevo”, “los extrañábamos”.
Respiro un poco, me aferro a ese calor. Pero pronto, como una mancha que se expande, aparecen otras palabras:
“Falsa”, “mentirosa”, “todo es un show”, “hipócrita”.
Mi pecho se aprieta y siento que el aire me falta.
Skyler lo nota. Sin mirar directamente, desliza su mano hacia la mía y la toma. Es un gesto pequeño, casi imperceptible para las cámaras, pero en mí provoca un derrumbe. Me aferro a sus dedos como si fueran la única cuerda en medio de un vacío.
El público no lo ve del todo, pero yo sí y ese contacto, tan simple, me mantiene en pie.
Ana sonríe, ajena a lo que pasa en mi interior y hace la primera pregunta clara. — ¿Cómo se reencontraron?
El aire se espesa. Skyler responde primero, con un tono ambiguo, como si pesara cada palabra —A veces la vida se encarga de poner a las personas otra vez en tu camino. No hubo un plan, simplemente pasó.
Ana asiente, complacida con esa respuesta casi poética. Yo me obligo a sonreír, aunque por dentro quisiera decir mil cosas. Quisiera explicar que no es tan simple, que nuestro reencuentro está lleno de heridas viejas, de silencios y de rencores que todavía duelen.
—¿Y como fue ese momento? ¿Qué sentiste, Juliette? ¿Cuándo fue?
Siento la tensión, tal vez debimos practicar más las respuestas. En realidad, creo que sí teníamos que hacerlo pero no estoy segura. Ayer estaba pensando en muchas cosas mientras que Sandy me hablaba, quizás ella me lo advirtió.
—Ah…
Skyler aclara la garganta. —Bueno, fue sutil, por mensajes primero, ¿no? Hace un tiempo, no medimos eso. No importa, solo importa este momento.
Ana sonríe. —Claro, pero todos queremos saber más. Juliette, ¿Cómo escondiste a Skyler tan bien?
Me acomodo en el sofá. —No lo hice, solo… pues…
—No vamos a revelar nuetros trucos. —Skyler bromea.
Ana entorna la mmirada. —Pero, ¿Cómo sabían que querían casarse? Bueno, Skyler, ¿Cómo sabias tu que querias casarte con alguien a quien no habias visto por mucho tiempo? Quizás ustedes no miden el tiempo pero el publico sí, todos sabemos que Juliette ha estado soltera por mucho tiempo, en realidad la ultima relación que se le conoce fue con…
Con la razón de porque estamos aquí.
Skyler interrumpe: —Eso no importa, las personas solo ven lo que quieren ver. Lo importante es que estamos aquí.
Ella frunce el ceño. —Sí, pero déjame preguntarte, ¿Cómo surgió este repentino compromiso? ¿Por qué tn rápido? Los tiempos no encajan, Juliette estuvo hace un año en europa grabando una película y no hay ni una solo fotografía con alguien, contigo, Skyler.
Me siento como al comienzo de mi carrera cuando me hacían preguntas incomodas e inapropiadas. Recuerdo que incluso, cuando estábamos en Marea Az, alguien nos hizo preguntas muy adultas y me sentía como una niña pequeña que buscaba a su papá con la mirada.
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Editado: 12.09.2025