Sábado 4 de abril.
Hace pocos días comenzó un mes nuevo, pero poco ha cambiado, las cosas se mantienen iguales desde hace mucho tiempo. El vacío dentro de mí no desaparece. Me aburro desde hace meses, solía concentrarme en la escuela, pero cuando te vuelves el mejor de toda ella las cosas se quedan inmóviles y aunque todos crean que es genial ser así, la verdad es que se vuelve simple, aburrido y tedioso. Con los días pierdes emociones indispensables para ser adolescente. No tienes muchos amigos, ni novia y la mayoría de las personas te tienen miedo o un desagrado que ciertamente duele. El cielo sigue así, lleno de nubes grises, manteniéndose inmóvil frente a mí con toda su magnitud. El aire no tiene sabor ni aroma que me haga percibir que algo viene en camino. No sé quién refleja a quién, pero mi mirada posee el mismo tono pacífico que el del cielo gris.
Estoy en espera, una espera que lleva varios meses, pero es agradable, tenía mucho tiempo que las cosas no estaban tan tranquilas. Calma, paz y poder respirar con libertad total. Pongo la mente en blanco sin interrupciones, no tengo en qué ni en quién pensar. El corazón me late con normalidad, nada lo estresa y sólo bombea sangre al cuerpo. Sigo vivo, sigo aquí contemplando el cielo.
Estoy en mi jardín descansando, dando suspiros leves mientras contemplo mi entorno. El pino frente a mí hace excelente juego visual con sus tonos verdes acompañando al cielo nublado que indica una posible lluvia, pero hoy no, no lloverá, aún no es tiempo. Únicamente pequeñas gotas caen en el jardín. Veo la pequeña buganvilia que sembré esta mañana, recuerdo de marzo. Aquel mes, mi último mes.
Digo último debido a que es cuando finalmente decidí dejar los asuntos románticos a otros. Después de una travesía de dos años por obtener una relación como la que todos tienen en la escuela y haber fracasado en todas las ocasiones, algunas incluso antes de empezar... Rosas, rimas, chocolates, cartas y cursilerías ya no son mi problema. Desde hace años atrás traté de tener un romance como en películas o un idilio como las novelas que leía, ya que me consideraba un joven sentimental. No, una y otra vez, conatos incontables sin funcionar. Tengo varias anécdotas para enterarme que el amor es cruel, o tal vez ni siquiera sea el amor, sino las personas. No creo haberlo experimentado, es estúpido creer que a los doce años puedes enamorarte de verdad. Más de una ocasión una carta llena de mis sentimientos vagos fue a perderse dentro de la basura por llegar tarde o por ser yo. Febreros llenos de pesadillas vergonzosas y decepcionantes en las que todo me salía mal y terminaba comiendo algo de comida chatarra mientras la mayoría salía de cita con su pareja. Me aburrí.
El mes pasado pasé una noche sin dormir, escuchando música, en la obscuridad donde una parte de mí se ocultó mientras pensaba en una sola persona de la que me había encariñado y nada funcionó. No, no la culpo, ella ni siquiera tiene idea de lo que siento y no debe saberlo, es mi amiga y es feliz con su novio, así que no necesita a un tonto enamorado detrás de ella. Justo ese día me propuse no sentir nada, no quiero, mando al demonio el amor y todo lo que trae consigo.
Desde aquel día mi vida marcha bien, con un ritmo pacífico y monótono, sin emociones ni sentimientos. No existe quien quiera enamorarse de mí. De esta manera prefiero ver el girar del reloj, sentado en la quietud de mi jardín trasero. Una vida sin dramas de amor.
Mi teléfono celular suena, me roba mi mundo intacto de paz... un mensaje de Alicia.
Mi gran amiga que me dejó la infancia, la mejor, verdadera compañera de juegos cuando era niño. Nos distanciamos a los nueve años por el trabajo de su madre que tuvieron que irse a vivir a la ciudad de Ambertag, a dos horas de la mía. La última vez que nos vimos fue justo allá, jugamos toda la tarde hasta que nos despedimos sin saber que pasaría mucho tiempo sin vernos y perdiendo toda la comunicación posible... Durante estos años cada uno vivió de diferente manera, transformándonos en adolescentes distintos. Hace poco volvimos a hablar, no teníamos idea de qué, pero me daba nervios pensar que no era la amiga que recordaba, a través de una red social establecimos contacto y poco a poco hemos ido hablando hasta tomar bastante confianza entre nosotros. Entre fotos me di cuenta cuánto había crecido, pero conservaba esos lindos ojos color café y su rostro que tanto conocía y recordaba. La transformación que he notado más es la mental. Le gusta la temática, todo lo que tenga relación con algo en sí, y su pasión es todo lo japonés, caricaturas que ella llama anime, de las que me ha hablado mucho, pero me rehúso a apasionarme como ella lo hace. Ahora vive con su padre, no lo conozco, no estaba cuando éramos niños. Eso hace diferente las cosas, mucho cambió, tanto que solo puedo mencionar lo más importante. Después de nuestras pláticas pudorosas semanales, que ahora son a diario y hoy no es la excepción.