Sábado 18 de abril.
Hoy es nuestro reencuentro. ¡No puedo esperar para verla en persona! La emoción me explota el pecho y agita la respiración.
Dese muy temprano me levanté a preparar todo lo necesario para iniciar el día, desayuné con mi familia y moría de ganas por ir lo más rápido posible. Me bañé y me alisté para la ocasión con un pantalón de mezclilla azul claro junto a mis tenis blancos y una camisa polo color vino. Me siento como si tuviese cinco años y me dijeran que la voy a ver. La emoción invade el cuerpo.
Mi madre ha notado mis ansias debido a que desperté a preparar el desayuno, pero no me dice nada al respecto. Estúpido reloj, no avanza lo suficiente para que sea momento de verle y ella no me ha mandado mensajes, es frustrante. Cada segundo es un breve infinito. Con el reloj próximo a la hora acordada nos subimos al transporte público que nos llevará hasta la plaza que acordamos para vernos.
Respondió los mensajes, pero agregando que tiene miedo de no agradarme, lo cual es refutado por mí diciendo que ya me agrada y que en persona será aún mejor. Pero siendo honesto también tengo miedo, es más, estoy lleno de pánico. Es maravilloso sentir tantas emociones, hacen que respirar sea tan sencillo.
Uso mi mejor técnica de relajación que consiste en escuchar música mientras estoy sentado en la parte de atrás, con la cabeza junto a la ventana para ir apreciando el paisaje de camino a la ciudad. Con audífonos escucho lo imposible que es respirar sin la persona tan especial. Las montañas rodean la ciudad. Mi madre junto a mi hermano en los asientos de la fila de asientos contraria en lo que yo con la mirada en el exterior imagino en cómo será ver a la niña de mi infancia que es mi novia de mentira. Suspirando por la canción y con el aire colado de la ventana despeinándome. Mis miedos crecen conforme nos acercamos a la ciudad, el temor de quedarme sin palabras frente a ella.
No tardamos demasiado en llegar hasta el lugar. Caminamos por un pasillo amplio y claro, lleno de luz, por donde pasan muchas personas, ella podría aparecer de cualquier parte y yo la busco entre la multitud... Camino hasta percibir a su madre a lo lejos. Las ganas de correr me dominan y avanzo rápidamente con las manos en el pantalón ocultando mis miedos. Saludo a su mamá con un gran abrazo, a su hermano Jaime y su hermanito de cinco años llamado Christopher. Al final quedo frente a ella, por un segundo mi cuerpo no me responde.
Logro acercarme a saludar con un beso en la mejilla, ella se mantiene en silencio. ¡Puedo jurar que al saludarla sentí sus nervios tan ansiosos como los míos!
Estoy asombrado, es aún mejor de cómo la recordaba. Su cabello sigue siendo café claro y su piel es blanca, más que la mía; posee labios delgados y rosas que sonríen adornando su rostro mientras su nariz pasa desapercibida, no es la más detallada del mundo, pero no importa. Soy más alto que ella, pero aun así es la misma niña que conocí. Pero indecentemente he percibido un curioso cambio, no lo pensé con anterioridad, pero la adolescencia ha tenido efectos en ella... Aún con su blusa blanca y holgada puedo notar que sus senos han crecido. Aparto la vista para no parecer un demente, pero no dejo de pensar que se ve hermosa. Y yo sin poder decírselo.
Fuimos a sentarnos a un comedor de la plaza a platicar. Nuestras madres en una mesa de al lado mientras que la prole en su propia mesa. Trato de pensar qué decir, me siento un estúpido, ella me ve y se mantiene callada. No sé qué hacer. Por suerte nuestros hermanos, con mejor habilidad de socialización comienzan a conversar, se rompe el hielo y surge un ambiente más calmado. Alicia hace una pregunta.
—¿Recuerdan cuándo fue la última vez que nos vimos?
—Fue hace cuatro años, vinieron de visita. Vimos una caravana en la calle. —le respondo tratando de que recuerde la vez que dormimos juntos los dos. — Se quedaron a dormir en la sala donde hicimos un campamento.
—¡Ya recordé! Pero no fue la última vez... La última vez fue cuando llegaron a nuestra casa, pero no pudieron quedarse a dormir y regresaron en la tarde —comentó Alicia.
—Es cierto, ¡buena memoria! Creo que me obsequiaron un juguete de goma color verde.
La conversación fluye de maravilla y durante el trascurso nos invitaron helados de yogurt. Fui a comprarlos junto con Alicia, al pedirle que me acompañara ya estaba de pie y sin dudar me siguió. Tal vez le agrade mi compañía, esto es extraño para mí ya que ninguna chica antes había sido tan agradable conmigo. Posiblemente sea debido a que no es muy común, no se comporta como las demás, los gustos y pasatiempos son algo peculiares. Me gusta que sea así.
Estuve a punto de tomarle la mano para ir por los helados, pero logré tomar conciencia que resultaría en un momento incómodo o tal vez no, por si acaso fue mejor no hacerlo. Al verla sigo pensando en ser su primer beso. Me deleito con verla comer su helado mientras que yo saboreo el frío de la fresa.