Apnea

Parte II: Matices de primavera (9)

Domingo 3 de mayo.

Desperté con un suspiro profundo, una bocanada de aire después de haber estado sumergido en un mar durante un largo rato y por fin salir a la superficie. Abrí los ojos para ver el tejado de mi habitación, en lo que una reminiscencia profanó mi olvido matutino: ella.

 Me levanto torpemente. ¿Cómo se le llama a este sentimiento?

Son las ocho con cuarenta y tres, apenas me levanto cuando miro a la cristalera del cuarto, al parecer el albor es más brillante que de costumbre, o tal vez nunca que he fijado en eso. Al verme al espejo me pregunto cómo puedo gustarle a Alicia. Mi rostro es alargado, la mayoría del tiempo carece de sonrisa, mis ojos son grandes, tengo la nariz pequeña al igual que mi boca, un molesto vello facial que me quito por motivos estéticos, simplemente no soy el chico atractivo de la escuela. Esto debe ser el costo por una mente brillante.

—Buenos días, mamita.

—Buenos días, cielo —responde mamá desde la estufa y comenta: —Daniel aún no se ha levantado. Déjalo dormir un rato más.

—Está bien. ¿En qué te ayudo? —le digo mientras me lavo las manos para cocinar.

—Revuelve cinco huevos en ese tazón.

Terminamos cocinando un rico desayuno, mi hermano se levanta para desayunar con nosotros una vez que todo está listo y el olor a comida llega hasta su cama. Terminamos de desayunar después de estar conversando entre nosotros. Lavamos los platos. Y sólo me queda esperar a Alicia durante la mañana, ya que llegará a las dos.

Me doy una ducha de agua fresca para aliviar el calor que comienza a advertirnos del verano inminente, durante ello, escucho la puerta de la casa abrirse y varias voces. Han llegado antes y yo aún no termino de arreglarme.

Alicia: Ya llegamos. ¿Estás ignorándome?

Veo el mensaje sin poder responderle, salgo del baño para cambiarme. Pantalones de mezclilla color azul claro, una playera color verde y unas sandalias. No me da por peinarme, mi cabello tiene un largo considerable para dejarlo ser y al salir de la recámara puedo verla sentada en el sofá, mi rostro se ilumina cuando me ve.

Saludo a su familia, y me siento cerca de ella para sonreír antes de besarla. No me acomodo cuando nos avisan que debemos ir a conseguir algunas cosas para cocinar, iremos Alicia y yo, tomamos el dinero y caminamos por las calles tomados de la mano. Esto es nuevo, jamás había tenido la fortuna de ir con alguien de la mano por mi ciudad, me agrada saber que cualquiera que me vea sepa que tengo una hermosa novia.

Al caminar va haciendo bromas y saltando de aquí a allá como si fuese una niña pequeña, jamás podré tenerla quieta.

—¡Mi arete! ¡¿Dónde está!? — Dice mirando al suelo para después gritar: —¡Mi mamá va a matarme!

—Tranquila. Por aquí debe estar.

—¡Todo por no estarme quieta!

—No digas eso, así me gustas —le digo, mientras se ruboriza tenuemente. —Se debió caer.

Buscamos varios minutos por la calle. No lo encontramos.

—No importa —dice de pronto. —Mi madre jamás lo notará.

—Está bien, entonces vayamos por las cosas.

Me dio tanta ternura su forma despistada de ser que la abracé de la cintura y caminamos hasta el parque. Al conseguir las verduras y unos camarones, regresamos a casa. Llevo varias bolsas en las manos y ella se aferra a mi brazo, me siento más fuerte que nunca. Jamás pensé que llegara el amor a mi dicha, en lugar de un catorce de febrero prefirió manifestarse un veintidós de abril.

Caminamos por la calle de esa forma, por momentos me roba uno que otro beso, y acabo de hacer algo que critiqué mucho hace varios meses: besar en público. No me agradan las personas que manifiestan su amor en la vía pública, pero en este momento no me importa que el mundo nos vea, mi mundo es ella. Además, creo que un pequeño beso no es tan llamativo, hay personas que se la pasan flirteando frente a todos.

Al llegar a la casa, dejamos las cosas en la mesa y de inmediato nos ponemos a cocinar, pero, al decir “nos” me refiero a mí, porque la cocina es enemiga de Alicia. Ella me ve cocinar, nuestras madres se ríen al saber quién hará la comida cuando nos casemos. Terminé de ayudar y nos fuimos a mi cuarto para hablar un poco.

—La película de ayer fue la mejor que he visto… Y de la mejor manera.

—-Cierto…—tartamudea sentada en la cama.

—Sinceramente me gustas más cuando tartamudeas —-le digo viéndola a los ojos.



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En el texto hay: juvenil, drama, amor

Editado: 29.12.2019

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