Al mismo tiempo, todo se inundó del violento zumbido de más helicópteros que rasgaban el cielo con su agudo sonido.
Estábamos histéricos. Mi padre estaba paralítico en medio de la habitación.
Luego de aquel grito de mi padre, todos quedamos en silencio; inmediato recordé que la casa solo tenía una entrada, por lo tanto no existía puerta trasera ni tampoco ventanas que dieran atrás ─Por la razón de que las casas eran construidas muy cerca─. Me pareció extraña la reacción de mi padre, siempre lo vi como alguien imbatible, como un fuerte y vigoroso roble, que a pesar de la tormenta, permanece intacto, como fortaleza. Fui muy infantil. Mi padre también era humano. Parecía que había olvidado ese gran detalle. Lo comprendí, aunque para mí estaba fuera de lugar.
Traté de vislumbrar el rostro de mi padre y comprobar su estado; pero me bastaba con sentir su agitada respiración que estaba lo suficientemente acelerada, para concluir que estaba fuertemente aterrado. Lo más extraño de todo era que mi cuerpo podía responder. Moví mi cabeza de lado a lado, sudando frío eso sí. Podía mover mis brazos y manos, aunque comprobé que había perdido el sentido del tacto al pasar mi mano por mi muslo derecho.
Creo haber escuchado a alguien, aunque no supe quién, realizar una oración; en el momento no pude identificar quien era de todos; pero algo si tengo que concluir, aquel sabía que su penoso, o mejor dicho, nuestro penoso destino, estaba cerca. Yo estaba de pie observando la oscuridad en donde se sumergían sus cuerpos. De inmediato un zumbido doloroso taladró mi oído; otro helicóptero había rasgado el cielo sobre la casa. Fue lo suficientemente fuerte para sacarme del trance. Luego caí desplomado al suelo. Estaba aún consciente. Miré a mi padre aun petrificado, solo era una silueta estática en medio de la habitación; creí que había muerto de un ataque al corazón. Aún podía mover mi cuerpo, pero era incapaz de reincorporarme. Lo intenté varias veces, con la intención de acercarme a mi padre y tratar de “traerlo a la vida”.
Me despertó frustración, aquello parecía infinito. El tiempo de verdad parecía correr en cámara lenta. No estoy consciente de la cantidad de tiempo en la que estuve intentando llegar hasta mi padre, y tocarlo.
Observando con frustración la silueta de mi padre, observé que alguien se dirigía hacia la ventana. Por la falta de luz no se definía el rostro de aquella persona. Sus pasos eran suaves y tímidos. Al acercarse más a la ventana, pude ver que era mi madre.
Con esfuerzo, traté de decirle algo, aunque fue en vano; mi lengua pareció entumecerse.
Mi madre observó tímidamente a través del pequeño orificio abierto de la ventana.
De inmediato, se acercó a mi padre, lo remeneó varias veces y lo acostó en la cama.
Se acercó a mí y susurrando me dijo:
─Sebas, ¿Estás bien sebas? ¿Me escuchas?
Observó mi rostro y se dió cuenta de que estaba consciente. Prosiguió dándome un abrazo; eso pareció deshacer aquel hechizo. Tan pronto ella me abrazó, lloré tímidamente en su hombro, aunque rápidamente me detuve.
─ Tu padre…
─ .. ¿Qué pasó con mi padre mamá? —En un micro segundo, empecé a imaginar tantas cosas. Sentí que mi cuerpo se congelaba, el calor abandonó cada centímetro de mi piel.
Escuché el toser de un hombre; era mi padre, quien había levantado medio cuerpo.
Mi madre de inmediato se levantó del suelo.
─Esteban… fuiste muy imprudente […] no puedo creer eso de tu parte. ¡Casi nos matas! Creo que lo que nos salvó fue ese instante en el que pasó el helicóptero, pero ¿Sabes qué? Nada ocurrió. ¿Sabes qué pasó? Que todos se fueron. Creí […] yo creí, que tenías nervios de acero; entonces, parece que no. Diste por hecho que ellos ingresarían a nuestra casa y terminarían con nuestras miserables existencias. Esteban […] Estoy decepcionada de tí. Nunca creí, que fueras tan impulsivo y tan pendejo. ¡Tus hombros cargan nuestra supervivencia! ¡Eres el hombre de esta casa! ¿Sabes qué? Si nos hubieran encontrado, nuestras muertes habrían sido tu culpa […] tu maldita culpa. Me duele decírtelo, de veras que me duele; pero no actuaste como alguien responsable. Lo primero que hiciste fue alterarte y hacernos creer que nuestra muerte estaba asegurada. De verdad […] no esperaba eso de tí.
Mi padre estaba cabizbajo. Levantó la mirada, la observó unos segundos y se retiró de la habitación. Les juro, que sentí las emociones encarnarse en mi cuerpo. No pronuncié una sola palabra. No tenía nada que decir. Comprendí de inmediato el punto de mi madre, a la vez que comprendí a mi padre.
Mi madre fue a por los chicos. Con espasmos, me levanté y encendí la lámpara. Me espanté, al observar que el rostro de Sara se había teñido de una intensa blancura. Miraba a la nada, y babeaba de terror. Esa noche sentí la tristeza más profunda por el prójimo, aun mayor que en aquella vez.
Victor estaba desmayado al lado de la cama, lo levanté y lo recosté sobre la cama.
Ellas caían, caían dolorosa y silenciosamente de su rostro… las tristes lágrimas de mi madre.
Me senté en el suelo, observé el techo mientras mis ojos se aguaban de frustración.
─¿Por qué nos ocurre todo esto? Quisiera saber porque tenemos que pasar por todos estas situaciones.
—Pensé.
Fuera solo se escuchaban los vehículos blindados recorrer la calle del frente. Me recosté sobre el suelo para descansar. Las vibraciones me incomodaba el oído; trataba de con mis manos impedir que siguiera molestándome, aunque no presentaba resultados. Toda la habitación temblaba. En un rato dejaron de ser tan frecuentes y sólo se escuchaba pasar un vehículo cada cierto tiempo.
Me había relajado y Víctor había regresado en sí. Escuché a mi madre explicarle lo que pasó.
—Dejemos a tu hermana dormir, la pobre de verdad que pasó un mal rato. Le he dado un poco de agua. Despertará muy confundida. Tú y Sebas se encargarán de explicarles que pasó cuando despierte. —Explicó ella y salió de mi habitación.