Apocalipsis 001

Acto XII: Transición

En el baño me quede alrededor de unas dos horas. Me había dormido, pero Víctor del otro lado de la puerta insistiendo por entrar me despertó de golpe.

—Sebas, déjame entrar al baño. necesito usarlo urgentemente.

No respondí de inmediato. Todavía pensaba en el error que fué contarle esas cosas a Sara. Me lo repetía, aunque terminé aceptando que mi madre ya no era quien creía que era.

Abrí la puerta.

—Me he estado sintiendo muy mal hace rato, perdón por obligarte a salir.

—Oye ... hace rato fuí muy violento con Sara... me gustaría verla

—Está en la habitación de tus padres. Cuida de nuestra madre.

Asentí con mi cabeza, en señal de confirmación.

Iba bajando lentamente los escalones cuando escucho unos ruidos provenientes de la cocina. Era mi madre. Había salido del baño. Estaba sobre la meseta de la cocina. Abrió una especie de cobertizo en el techo de la cocina, y lentamente sacó una botella de alcohol sumado a dos más que ya tenía dentro de un paquete incompleto al lado de sus pies. No dije nada, ella cerró el cobertizo secreto, giró hacia un lado y me miró a los ojos.

—Sebas ... yo nunca quise hacer nada. —Bajó de la meseta y tomó entre sus brazos las tres botellas de alcohol - No es lo que piensan, yo nunca trataría de asesinar a tu padre.

—... La guardabas todo este tiempo.  —Dije muy tranquilo, pero lleno de melancolía—.  Te contradices ahora.

Llegué hasta el primer piso. De inmediato salió huyendo hacia el baño. Me fijé de reojo, no quería verla. Abrí la puerta de la habitación de mis padre, sin haberla tocado.

Estaba Sara dando de beber a la señora, esta se oponía y tapaba con locura sus labios. Me fijé que estaba atada por la cintura a la cama, imposibilitando huir o hacer algún movimiento violento.

—Ah, Sebas ...  —Miró al suelo.

—Te ayudaré.

Tomé de los brazos a la señora. La sentí algo fría y débil, lo que no supuso mucho esfuerzo de mi parte para controlarla.

—Sara … en un principio no aceptaba esta situación. Sabes, me había acostumbrado a la calidez que desprendían las personas que me rodeaban, que me hicieron muy dependiente de esas faceta en cuestión. Lo que quiero decir en verdad, es que no te daré mi perdón;  lo que hiciste no me cayó para nada bien, pero sí te ofrezco mis disculpas por haberte agredido hace un rato. —Sara seguía dando de beber a la señora. Esta producía sonidos extraños al tragar el agua. 

La señora se quejaba.

—Jo .. sua. ¡Oye tu mentirosa! 
—miraba a Sara a los ojos—.  ¿dónde está Josua? ¿Dónde está la señora Griselda? ¿Donde esta Josua? - Trataba con sus débiles brazos romper aquellas cuerdas. Empezaba a moverse más.

—No sé qué hacer con mi madre Sebas.

La señora empezó a mover sus manos hacia su cintura. Luego las bajaba lentamente hacia su entrepierna mientras gritaba el nombre de Josua. Sara trataba de tranquilizarla y alejar sus manos de las cuerdas. Luego de un rato la señora se tranquilizó. Sara y yo subimos a mi cuarto. Ahí estaba Víctor observando desde el balcón la calle de frente.

—¿Victor que tenías hace un rato?

—Ah. Están ahí chicos. Tenía mareos, parece que tengo gripe, me duele un poco la garganta.

—Oye, si quieres puedo conseguir pastillas. Tenemos acá. Suelo sufrirla muy a menudo- Le dije, mientras él se negaba con la cabeza.

—No, está bien. No es tan grave. Me pregunto si de verdad el refugio en la costa está intacto.

—¿Refugio?  —Pregunté.

—El refugio de la ciudad de la costa sur.  Originalmente hacia allá íbamos, pero por lo que ya sabes tuvimos que abandonar el auto. —Dijo Victor observando todavía la calle.

Me acerqué, pude ver un pequeño humo blanco elevarse desde el frente de la cochera. Era mi padre quien fumaba.

—Estuvimos un tiempo en un pequeño pueblo de pescadores, en la costa del golfo. Estuvimos allí durante alrededor 4 años, conviviendo con los habitantes. Lamentablemente nos vimos obligados a huir de ese sitio, a abandonarlo todo, dejando amigos y grandes personas atrás. Las cosas se nos complicaron allá: Los habitantes empezaron a enfermarse del virus 001.  Uno de ellos nos dió esperanzas. Nos explicó  que en la ciudad de la costa sur, las naciones unidas había organizado un refugio para toda la región norte. Cuando salíamos de la ciudad, nos interceptó el ejército y ya el resto imagino que Sara te lo contó. —Explicó Víctor, mientras fugazmente paseaba su mirada alternando entre Sara y yo.  

—Sería un buen momento para partir hacia allá. Aquí estamos en peligro.   —Dice Sara entusiasmada.

—No creo que mi padre y mi madre se pongan de acuerdo. Saben, nunca creí que ellos dos alguna vez tendrían problemas.

—Deberíamos de irnos ya. No es por alarmarlos, pero estamos bajo contaminación nuclear. —Dice Víctor.

—¿Eh? ¿Cómo?

—Es como en las películas. La radiación poco a poco nos matará, entrará a nuestro cuerpo y lo derretirá como queso. Esta madrugada luego de lo que pasó, ví un jeep del ejército pasar con personas vestidas con el uniforme anti radiación. Esos trajes amarillos.

Yo no entendía muy bien el concepto de radiación, por lo que no me alteré tanto como debería.

—Deberías hablar con tu padre Sebas, tal vez podamos convencerlo de salir de aquí. —Dijo Victor.

—No, no creo que él acceda fácil.

—Sí, pero no pierdes nada en intentarlo. Eres el único que puede convencerlo.  —Contestó Sara.

—Chicos, se lo que les digo. Mi padre es muy obstinado en sus pensamientos, con él las cosas no son tan sencillas como decirles que estamos en peligro.

—¡Sebas! Solo inténtalo. —Sara tomó mis dos manos y me imploró que lo intente.

Me terminaron convenciendo. En la noche, nos unimos y pudimos cocinar curry o más bien, un intento de este, aunque estaba pasable. Veía las habilidades tan geniales que tenía sara, que con pocos condimentos supo realizar un plato muy interesante. Picaba con maestría las hediondas cebollas, dejándolas muy finas, casi transparente. Ese pollo que guardabamos entre una cubeta de hielo se veía tan feo, ella supo tratarlo y hacerlo comestible. El aroma que desprendía era maravilloso. Nos quedamos la noche hablando de estupideces. Los hobbies que solíamos tener, las desventuras de la inocente infancia y nuestro deseos al futuro. No era de extrañar que coincidamos en nuestro deseo a futuro: que todo este apocalipsis finalice.



#4926 en Ciencia ficción
#13005 en Thriller
#7339 en Misterio

En el texto hay: misterio, apocalipsis, ciencia ficcion

Editado: 21.08.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.