Apocalipsis 001

Acto XVI: Nos quedamos solitos

 

Sara: Eres mi flor. 
 

Recuerdo una lluviosa noche, estaba muy lejana a mí pero llegó de imprevisto a mis memorias. Resuena en mi cabeza una bella melodía. ¿Quién tarareaba tan hermosa melodía que calmaba mi dolor esas catastróficas noches? 
    Lo único que sé es que ese alguien de alguna manera, es muy importante para mí. Estoy segura de esa realidad. Siento mi cabeza sobre las piernas de alguien ¿Quien es ese alguien? Ahora, ¿Qué es este olor? Huele como a lavanda; es suave y reconfortante. Es hogareño y somnífero. Quisiera quedarme aquí por siempre, ante esta aura tan cálida. Siento que me abraza, pero luego se vuelve fría y hostil. Siento odio en ella. Algo la aleja de mí, como un torrente de inmensa fuerza que arrastra la tierra. 
     Alguien me llama por mi nombre. "¡Sara, Sara, mi querida y amada Sara; eres mi flor más preciada. Eres la más bella de entre todo este campo; la más roja, la más robusta, la de las raíces más profundas, la de los pétalos más suaves. Eres mi preciosa... querida, la que tanto amo"
    ¡Ahora lo recuerdo todo! Pero ¿Qué hago aquí, flotando en la inmensidad de esta oscuridad infinita? ¿Porqué la oscuridad aleja de mí esa preciosa y melosa voz? ¡¿Que le he hecho yo…?! ¿Alguien, me puede responder? 
      No he hecho más que nacer de esta sangre. No he hecho más que anhelar una vida feliz. ¿Pido mucho? No puedo creer que el precio sea tan alto. ¿Dónde estas Dios? ¿Dónde te encuentras? ¿Podrías ayudarme? 
    Me inunda el temor. Aquella oscuridad saca sus garras del abismo dónde se encuentra, y trata de alejar de mí todo lo que tengo. 
    Siento el aliento de esa oscuridad eruptando en mi rostro. Tengo náuseas. No puedo evitar vomitar. Uso un cuchillo para apuñalar la mole oscura, pero siento el dolor en mi cuerpo. Es imposible para mí tomarla con mis manos. 
     Siento ira. Un desprecio de proporciones de excelsas. Parece que quiere meterse a mi boca, pero la detengo con mis frágiles brazos, los cuales tiemblan del miedo cada vez que se acerca a mí. Me  embarga la melancolía de mi respiración, lenta y enfermiza. Sin embargo, aquella oscuridad lentamente desprende falsos destellos de luz, convirtiéndome en su sombra. 
      Parece que siempre estuve equivocada. ¿Yo era aquella oscuridad entonces? ¿Cómo la oscuridad se puede hacer luz y la luz oscuridad? 
    Ahora observo aquellas antiguas sombras sonreírme de manera burlescas. Ahora todos aman a la "luz" sin importar sus pecados. 
    ¡Que hermosos ojos! Todos le llenan de hermoso e ilustres epítetos a aquel manto de maldad disfrazada de amor y compasión. De existir Dios, ¿Perdonaría aquel cordero pulcro ante los ojos de todos, pero desaseado ante mí? 

[...]

Victor

 

Me despierto, de repente no sé dónde estoy. Inhalo lentamente, como quien no le invade un gramo de temor, lentamente. Mis piernas se sienten muy pesadas; un calor brota de mi frente y baja lentamente por mi rostro. La neblina de mis ojos se disipa y me fijo de mi realidad. 
   Ahora recuerdo, tuvimos un accidente. Pero ¿El Jeep se está hundiendo? Entro en desesperación. Miro con histeria por todos lados, ¿Dónde están los demás? solo veo un material espeso entrando por la puerta delantera. Es lodo. Ya lo entiendo todo, caí en una fosa de lodo y me  estoy hundiendo  lentamente. 
   Estoy escuchando a alguien, tose y tose. Me sorprendo cuando me doy cuenta de que es Sebas, que aún permanece justo a la salida de la puerta. Parece que no hay nadie más en el auto, solo nosotros dos. 
    Está medio consiente, su cabeza se apoya en su pecho. Extiendo mi cuerpo, y le doy unas palmadas en el rostro, llamándolo por su nombre. A la primera no me responde y me desespero; estoy hiperventilando, a cada segundo siendo más pesado el Jeep. 
   La fuerza del choque me había alejado de él, y para empeorar las cosas se hunde precisamente de mi lado. Lo intento nuevamente, y logro que pronuncie algunas palabras. Me interroga sin fuerzas. Le digo que abra la puerta, pero su brazo parece una masa sin estructura, por ende sus esfuerzos son inútiles.
   El lodo es muy espeso, y me es imposible levantarlo con mis fuerzas, así que me quito los pantalones y con ello los calzados y me subo al sillón. Aún permanece fuera del alcance del lodo. Gateo hasta llegar donde Sebas, y logro abrir la puerta. 
   Efectivamente, el auto lleva más de  dos tercios hundido en un fango de arena verdosa. Huele horrible. 
    Estamos en medio de un río de arena, casi debajo de un puente, pero por suerte la puerta daba a la orilla, lo que supuso una salida fácil. 
  Sebas lleno de lodo recupera la conciencia. 
—¿Qué pasó? Me duele mucho la cabeza. Me duele tanto que siento que va a explotarme en cualquier momento. —Sus manos no pueden evitar dejar su cabeza, parece realmente que le duele mucho.
   —¿Dónde estarán los demás? —Le respondo. 
   —¡¿Es que no me escuchas?! Siento que mi cabeza va a estallar. —Me responde enfadado. 
 —Oye, tranquilo. 

   La noche se acerca. En el horizonte veo algunas estrellas que van apareciendo, junto a una abrumadora oscuridad.  Escucho a lo lejos un grito. Me quedo perplejo. ¿Que habrá sido eso? a lo mejor como ya casi es de noche, algunos infectados han despertado. Lo olvidaré por ahora. 
    Escucho que se acerca un vehículo. Corro junto con Sebas hacia abajo del puente a escondernos. 
—Victor, ¿dónde están los demás?¿Dónde está mi madre? ¿Dónde está mi padre?
   —Sebas, eso también quisiera  saber. Por ahora estamos tú y yo aquí. Ojalá… no se hayan ahogado… no quiero ni imaginar eso. 
   Se detienen justo antes de pasar por el puente. 
   —Se detuvieron. —Menciona Sebas. 

«Se ven las líneas de los neumáticos. Evidentemente cayeron al río» Menciona alguien. Veo a Sebas asustarse, sus ojos me lo deja ver. 

«¿Revisamos? No perdemos nada»



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En el texto hay: misterio, apocalipsis, ciencia ficcion

Editado: 21.08.2023

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