Apocalipsis 001

ACTO XVIII: Una Noche Mas

A altas horas de la noche, de repente me desperté. Me urgía ir al baño. No recordaba haber soñado nada en especial, al contrario, estaba totalmente tranquilo en mis pensamientos. Fuera de la cabaña el silencio era tranquilizador; el viento soplaba con la suavidad de una canción de cuna tocada a piano.

Todos dormían plácidamente, aunque estaba casi seguro que mi padre quizás estaba tomando una ligera siesta, porque unos segundo después se despertó

—¿Sebas? —Me preguntó con tranquilidad. —¿No puedes dormir?

—Pude dormir un rato, pero ahora necesito ir al baño. No aguanto más. —Dije susurrando. —¿Estabas durmiendo?

—He salido varias veces fuera a vigilar los alrededores. No encontré nada extraño que me pueda preocupar. Sal a fuera, pero regresa de inmediato. 

—Está bien. 

Salí con tranquilidad de la cabaña. Todo el sitio estaba tan oscuro que no podía ni estar seguro por dónde caminaba; la torpeza que me provocaba el no poder  estar seguro donde pisaba y donde no, me hizo tropezar y caer sobre lo que un pedazo de un viejo húmedo pedazo de madera que se recostaba unos metros de distancia de la cabaña, produciendo un  ruido seco como cuando una fruta cae de su árbol. Tras de mí y con algo de prisa se acercó mi padre con una de las linternas fluorescentes. 

—¿Te encuentras bien? —Se acercó a mí con velocidad iluminando cada parte de mi cuerpo con cautela. 

—Si, estoy bien. Debí haber tomado una de las linternas antes de salir. 

Mi padre me ayudó a levantarme lentamente. Me fijé en lo hermosas que se veían las estrellas en el oscuro cielo nocturno. La luna no se hacía presente esa noche por lo que su luz no opacaba las estrellas. La noche estaba realmente tan hermosa, que detalles como parte de la galaxia Andrómeda podían verse a simple vista. 

Me levanté con cautela, tomé la linterna y me alejé unos metros en dirección a unos arbustos. Procedí a orinar. Me atravesó una sensación de una paz tan profunda, que unas pequeñas lágrimas se acumularos en mis ojos. No paraba de observar con asombro el cielo estrellado que escenificaba la noche más hermosa que había visto en mi vida. 

Sentí una satisfacción instantánea cuando terminé con mi asunto. De repente y sin siquiera tener algún contexto en mi mente una melodía de piano musicalizó la noche con una melodía algo triste. De repente un escalofrío invadió toda mi espalda. Estaba seguro que estaba despierto y que el sonido estaba en mi cabeza, pero era muy real. Claramente podemos imaginar sonidos o bien crearlos de alguna manera que no comprendía, pero era diferente. De pronto todo acabó. El sonido en mi cabeza se había detenido de repente. 

Mi padre se acercó a mí. 

—Te quedaste parado, ¿qué ocurre sebas? —preguntó acercándose lentamente. 

—Acabo de escuchar una melodía de piano en mi cabeza. 

—¿Una melodía de piano? no entiendo a qué te refieres… 

Rápidamente la melodía regresó, pero ahora no estaba en mi cabeza. La escuché entre los arbustos. Salí huyendo rápidamente, alterando a mi padre. 

—¡Hay algo ahí, Hay algo ahí —Grité con desesperación, despertando a los demás. Sus pisadas sonaron desesperadas haciendo crujir el piso de madera con violencia. 

—¿Qué demonios te pasa muchacho? —Me respondió mi padre aumentando su ira. —¿Qué es lo que hay ahí? ¿De qué hablas?

—El sonido, el sonido… ya no está en mi cabeza. Ahora está ahí detrás. 

Mi madre se acercó rápidamente con una linterna convencional y la apuntó en dirección a los arbustos. No había nada. 

—Sebas, ven a dormir. Necesitas descansar. —dijo mi madre, para posterior casi arrastrarme hacia la cabaña. 

—Señor.. ¿qué ocurrió? ¿Qué le ocurrió a Sebas? —Preguntó Sara asustada de los pies a la cabeza. 

—Tranquilos, no le ocurrió nada. Creo que al igual que todos aquí, está sumamente alterado por todo lo que hemos pasado. Ahora el descansar le hará bien. Creo… que ya nadie va a dormir a partir de ahora. Perdoname… tendremos que esperar al amanecer. No nos queda de otra. Tenemos mucho que hacer. —Victor y Sara permanecieron detrás de mi padre aterrados. 

—¡Sebas necesito que te relajes! — Exclamó mi madre, sosteniendo mis dos manos con firmeza y mirándome a los ojos. —Por favor vamos. Respira… inhala… exhala. Si, si, ya lo tienes. Vamos, ya ya tranquilo mi niño. —Me recosté en uno de sus hombros, mientras gradualmente me iba tranquilizando. 

—Ahora dime qué pasó hijo. No te alteres, estoy aquí para protegerte. 

—Escuché un piano ser tocado. 

—¿Un piano? —preguntó confundida. 

—Si, si, primero estaba en mi cabeza y luego lo escuché detrás de un arbusto. Fué… igual que una pesadilla que tuve hace unas semanas. Una melodía suave de piano. 

—Uhm ya veo. —Parecía más tranquila; su rostro daba a entender que ya sabía perfectamente lo ocurrido. —Es normal que escuches cosas extrañas de vez en cuando. No te preocupes, por lo general son cuestiones psicológicas que van ligadas a sucesos traumatizantes… igualmente no es algo que esté bien. Trataremos esto juntos, ¿si? Había visto unos pacientes con los mismos síntomas cuando ejercía mi profesión. Siempre los refería a un psicólogo quienes sabían mejor que yo que hacer. Sin embargo, como tu madre, esto es un asunto familiar y de mi entera responsabilidad. —Asentí con mi cabeza en señal de aprobación. —¿Quieres que hablemos un rato de cualquier cosa? Eso te ayudará a tranquilizarte más. 

Los demás entraron a la casa sin retraso. Obviamente luego de mis gritos fué imposible poder volver a pegar un ojo. El cansancio en los rostros de todos era evidente. Nuevamente me pregunté si algún día los días volverían a ser normales. 

Eran alrededor de las 4:35 de la mañana. Estuve alrededor de media hora charlando con mi  madre, mientras mi padre paseaba por toda la casa sin objetivo alguno. Victor cabeceaba en el regazo de su hermana, mientras ella con azoramiento escuchaba los susurros que entre mi madre y yo hacíamos. 



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En el texto hay: misterio, apocalipsis, ciencia ficcion

Editado: 21.08.2023

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