Narra Thommy.
Han pasado ya cuatro semanas desde que toda esta plaga comenzó y, si me lo preguntan, el mundo entero y nuestra sociedad han caído en un profundo agujero del que siento con fervor que salir y recuperarse será toda una odisea… de hacerlo, no será lo mismo.
El Ejército de los Estados Unidos en compañía de varios soldados de la ONU han tomado a la CCE por completo, no digo que eso sea malo, de hecho, sentir seguridad en estos tiempos es el mejor lujo que se pueda tener, pero que esa seguridad esté en manos de Hamilton y otros más que se encargan de poner un “orden estricto” en las instalaciones no es muy agradable. Ambos bandos han perdido toda comunicación con el gobierno y con el presidente, por lo que Hamilton ahora se toma muy enserio su rol de ser el nuevo líder de lo que queda del país tomando justicia por sus propias manos. No es bueno, en lo absoluto… si lo ves, debes ser sumiso.
Hace una semana, uno de nuestros colegas de nombre Jacobo fue llevado hasta el frente del edificio acusado de traición y conspiración; como consecuencia, fue fusilado por lo militares sin siquiera tener una audiencia o un castigo diferente. Sin embargo, Jacobo era una de esas pocas personas que tramaban un plan para escapar de la CCE junto a Ámbar y yo… en las noches solo pienso que su muerte había sido toda nuestra culpa.
— Estamos acabados... — chilló Ámbar que se encontraba sentada en un gran sofá, cruzada de manos y mirando hacia una ventana sin siquiera dedicarme una a mí.
— No lo estamos... — agregué, me corrí un poco más hacia ella y me le quedé viendo. — ¿Otra vez te sientes culpable?
Ella solo asintió, podía sentir en su mirada y su voz una culpa inmensa.
— Fue mi culpa... si tan solo no te hubiera dicho nada... — agregó ella de nuevo.
— Vamos... no te sientas así... te necesito a mi lado, pronto podremos escapar de esa pocilga...
— ¿Cómo? — preguntó ya clavándome la mirada. — ¿Acaso no ves que estamos rodeados?
En parte ella tenía razón, estábamos rodeados de militares y vigilados las veinticuatro horas del día como regalo de año nuevo del General Hamilton. Por otro lado, estábamos también rodeados de caminantes, muchos de ellos y cada vez se apilonaban más en la reja que nos protegía del exterior.
— Creo que esto no durará mucho... — murmuré, me levanté del sofá y caminé hasta la ventana más próxima, apenas eran las dos de la tarde con tantos minutos, el día estaba frío, gris y el paisaje de fondo no ayudaba mucho. El frente estaba lleno de militares y al otro lado de la verja un enjambre enorme de personas muertas que no dejaban de empujarla.
La verja se mecía de adelante atrás con tanta fuerza que los soldados no tuvieron más alternativa que colocar vehículos allí para evitar un daño, pero todo parecía ir de mal en peor, la horda cada vez era más grande y la verja no parecía resistir.
— Doy un día como máximo antes de que la verja caiga... creo que ahí es donde deberíamos aprovechar. — agregué, Ámbar se levantó de su sofá y se puso a un lado mío para observar lo que yo veía.
— Vaya que están furiosos... se ven peligrosos. — comenté sin dejar de mirar al frente. — O tal vez no tengamos tanto tiempo.
Sentí que un escalofrío me bajó por la espina dorsal a la velocidad de la luz cuando una de las verjas comenzó a ceder... fue en ese momento que los militares con el pánico envuelto en sus rostros comenzaron a retroceder, la mayoría de ellos no perdieron el tiempo y cogieron lo que tenían afuera para entrarlo a las instalaciones de la CCE.
— ¡Vamos! ¡Muévanse! — exclamó uno de los soldados a todo pulmón mientras al verja no dejaba de sacudirse con fuerza.
— ¿Está es la parte en la que nos morimos? — sonrió Ámbar con sarcasmo, la volteé a mirar algo confundido y ella solo se encogió de hombros. Volví la vista al frente y pude ver como la verja comenzaba a ceder más de lo normal y por su parte los caminantes se empezaban a emocionar más. Sus gritos ahogados los podía escuchar desde donde estábamos.
— Creo que solo van a traer todo... ahora tendremos a la horda más cerca de lo normal. — le respondí, ambos nos quedamos allí observando como la verja terminaba de ceder.
Cuando menos lo pensamos, la verja terminó de ceder por completo provocando un estruendo al tocar el pavimento. Los caminantes, ni cortos ni perezosos, se adentraron al lugar pasando por encima de la verja y a pasos largos intentando alcanzar a los militares que muy lentamente retrocedían. Podía escuchar como el "mandamás" les exigía no abrir fuego, pues esto llevaría a un gasto innecesario de munición y llevaría a la horda a crecer más. Sin embargo, nadie se pudo contener ante el terror que tenían frente a ellos y por ende comenzaron abrir fuego.
Los disparos se comenzaron a oír en largas ráfagas que luego impactaban en los cuerpos de los muertos vivientes, sin embargo, a menos que se les diera en la cabeza, no les hacía el más mínimo daño... solo se sacudían mientras emprendían una lenta marcha hacia los soldados.
En menos de lo que canta un gallo, todo el frente de la CCE fue inundado por los caminantes y los militares no tuvieron más alternativa que entrar al edificio y cerrar las puertas. Una alarma comenzó a sonar por todo el complejo y un escalofrío se hizo presente en todo mi cuerpo.
—Algo anda mal... —Agregué, me di media vuelta y salí de la habitación, en cuanto lo hice, lo primero con lo que me topé fue con el pasillo principal del edificio por el cual varios militares corrían de un lado a otro mientras unas luces rojas iluminaban todo el lugar a medida que el sonido se hacía más intenso.
Ahora podía sentir el miedo, estábamos rodeados de caminantes y en cualquier momento estos entrarían al edificio... ahí es donde estaría la oportunidad de escapar si es que no terminábamos muertos primero.
Ámbar se posicionó a mi lado e igual que yo, sólo se quedó observando cómo la gente iba a venía, los demás biólogos y virólogos estaban ahí parados observando como los militares hablaban por sus radios intentando contener la situación, pero entonces recordé que eso iba a ser algo imposible... todo el frente de la CCE estaba hecho de vidrio. Era un vidrio resistente, sí, pero no sabía hasta qué punto podría aguantar tanta presión.