Los rayos de Sol jugueteaban con los ojos de Andrés. Sintió un agudo dolor que lo despertó de manera sobresaltada. Le dolía un montón la cabeza. Supuso que el golpe recibido se le estaba hinchando. Ya sería del tamaño de una pelota de golf. Además seguía notando la acidez de la bilis previamente esparcida por aquél parque. La notó rascando con mucha violencia su gola. Como si tuviera un gato encerrado en su garganta arañándola en busca de la libertad.
Pasados unos segundos sonó una voz que le heló la sangre. No sonaba a ningún sonido gutural procedente de ninguna persona o animal que hubiese escuchado antes. Aquello le puso los pelos de punta.
-Por fin te despiertas. Empezaba a pensar que te había matado-. Dijo el desconocido personaje con una frialdad inhumana.
Su voz era omnipresente. Apenas escuchaba el simple canturreo de los pájaros tan presente en aquella época del año. De hecho, solo escuchaba aquella inusual voz y los latidos de su corazón. Por aquél entonces, estaban desbordados. Empezaba a temer que en cualquier instante, su corazón hiciera las maletas y lo abandonara saliendo por su garganta. Pudo imaginarse aquella terrorífica imagen, y eso le puso todavía más histérico. El sudor, con una abundancia desmedida, seguía empapando su cuello.
Por más que Andrés trataba de ver quién era el ser que le estaba hablando, no podía vislumbrarlo bien. El sol seguía iluminándole toda la cara. Tenía que cerrar los ojos para evitar que le escociesen.
-Tienes suerte de que yo no sea tu enemigo-. La voz de aquél extraño seguía incomodando a Andrés. Y todavía lo incomodaban más sus palabras. No eran usuales. El corazón todavía le iba más deprisa. ¿Si no era un enemigo, porque le había atizado y secuestrado?
Trató de levantarse para poder visualizar la situación de una manera mucho más cómoda y objetiva. Sin embargo, en cuanto trató de moverse se cercioró por primera vez desde su despertar, de que se encontraba sujeto a una barandilla que tenía detrás. Ahora empezaban a dolerle las muñecas.
Notaba una pequeña herida rodeando cada mano, cortesía de la poca elegancia de lo que para él, seguía siendo su secuestrador. No había pensado que si aprietas demasiado, la rozadura de la cuerda con la piel puede provocar una herida que aparece lentamente pero escuece de sobremanera. Aunque Andrés no podía girarse para ver el tamaño de la misma, ni siquiera la pésima atadura de aquel tipo, supuso que llevaba un buen rato ahí pues empezaba a notar un fino reguero de sangre deslizarse hacia su mano.
En el mejor de los casos su muerte iba a ser rápida e indolora, en el peor, lo mantendría durante días atado en aquella rancia habitación hasta que la herida de la cuerda llegara hasta el hueso y su cuerpo quedara inerte doblado sobre sí mismo, con un charco de sangre rodeándolo. O quizá simplemente lo mantendría sin comida, hasta que su esquelética y enfermiza figura quedara muerta y fuera descubierta semanas más tarde. Coparía todos los diarios autonómicos y del país, eso lo tenía claro.
La estancia empezó a sacudirse. Aunque el muchacho seguía sin poder ver nada, escuchó como finas capas de yeso caían al suelo. Aquello le confirmó que había sido capturado por algo no humano, pues su peso al andar era descomunal. Por un momento temió que el techo se le cayera encima. Volvió a imaginarse siendo protagonista de las noticias de aquella noche, aunque esta vez sin que pensaran que fuera un asesinato, sino la catástrofe de una casa cuyos cimientos habían sido levantados por paletas bastante negligentes.
-¿Qué quieres?-.Dijo Andrés, tembloroso.
Nunca había sabido cómo reaccionaría en una situación como aquella. En las películas lo habría hecho soltando una frase inteligente y persuasiva, sin embargo, en el mundo real las cosas sucedían de manera totalmente distinta y el muchacho se percató de que su pregunta era muy estúpida. Cosquillas no le iba a hacer, eso era evidente.
-¿Qué quiero? No. Más bien. ¿Qué queremos? Querrás decir-. Corrigió-. Se avecinan tiempos oscuros para la Humanidad. Aunque vosotros no sois parte en él, la realidad es que en nuestra galaxia, la Vía Láctea, hay un consejo que se reúne anualmente. Más bien se reunía. Desde hace miles de años, todas las especies capaces de llegar a cierto nivel evolutivo iban siendo incorporadas paulatinamente. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha formado un complot compuesto por seres excepcionales de todas estas especies comandados por un ser maligno llamado Tharantzu, que buscan el poder absoluto para conquistar el espacio entero.
“Estos enemigos están aniquilando poco a poco todas las especies, pues poseen un poder y una tecnología inalcanzables para muchos. Nos han enviado a mandaros esta información para avisaros de vuestro fin. Aunque los enemigos que han mandado a vuestro planeta, debido a su bajo rango de peligrosidad son bastante flojos, la realidad es que están mucho más evolucionados que los humanos. Os quedan 18 horas, y las ciudades se convertirán en cementerios”.
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Editado: 16.08.2019