Noche del sábado. Casa de campo de los Anderson.
Narra Vanesa.
Muchas veces no sabemos que estamos perdidos hasta que la soledad del laberinto en el que nos encontramos empieza a absorbernos, algunas personas lo ven como abismo oscuro, otras como cuarto blanco sin salida, mientras que yo…yo lo veo como aquel laberinto, ese en el que hace ya tantos años me había perdido y mis padres ni siquiera se dieron cuenta del momento en el que me aleje de su lado.
Aún tengo pesadillas con aquel horrible lugar, estuve perdida durante 48 malditas horas, 2880 minutos y 172800 segundos en los que estuve ahí perdida, aún después de que hubiesen pasado 12 años desde ese incidente aún me sigo preguntando como demonios fue que no me encontraron antes.
Recuerdo la postura fría de mi madre a la perfección, al igual que la mirada enfadada de mi padre, el único que realmente parecía angustiado era Brandon, mi hermano mayor en cuanto desperté en la habitación blanca del hospital.
“— ¿Qué parte de no te alejes de nosotros no entendiste Abigaíl? –” esas fueron las primeras palabras que salieron de la boca de mi madre, yo solo pude mirarlos con los ojos llorosos y totalmente avergonzada. Después de eso nos dejaron de nuevo con la nana y se fueron sin esperar a que su hija de 5 años fuera dada de alta.
Estúpidos laberintos como los odio y ahora me encuentro perdida en uno, solo que en este no están mis adres para encontrarme aunque sea con su estúpida mirada seria y desaprobatoria, o mi hermano quien siempre me daba un abrazo cuando llegaba a tener una pesadilla y me rescataba siempre que tenía problemas.
Estoy sola en este momento, aturdida por todo lo que sucede en mi cabeza, no solo lo de Aron y sus malditos juegos, aunque si soy sincera gran parte del problema en mi culpa, si tan solo le hubiese dicho que no cuando me pidió ser su amiga con derecho a roce, si tan solo no me hubiera enamorado esos estúpidos ojos azules y esa sonrisa que me dedicaba cuando me abrazaba después del sexo.
Suspiro con pesadez sintiéndome idiota y culpable de todo lo que me esta sucediendo en este momento.
“Tienes que aceptar las consecuencias de tus actos Abigail, eres una Anderson, los Anderson no son débiles y llorones. Tienes que aceptar tus errores y de ellos tomar tu fuerza y levantarte por tu cuenta”
La voz de mi padre resonó por mi cabeza como si fuera una cueva en donde el eco es demasiado agresivo, me estremezco ante el fuerte escalofrío que recorre con insistencia mi cuerpo, estoy agotada y no sé como lidiar con esto ahora.
Me sobresalto al sentir una mano sobre la mía, giro mi cabeza para encontrarme con aquella mirada azulverdosa, la chica de cabello caramelo me sonríe de forma tranquilizadora y cada parte de mí se empieza a sentir pesada, mis ojos se llenan de lagrimas gruesas y calientes. Val me atrajo hacia sus brazos, rodeándome con fuerza, dándome el lugar de donde sostenerme antes de caer por completo en la oscuridad del laberinto.
En este punto las lagrimas se derramaban a mares entre las dos, me alance sobre ella y la abrace con todas las fuerzas que tenía, ella tenía razón…No estaba sola.
Tal vez no tenía a mi familia de sangre, pero tenía a la familia que el destino me había obsequiado, tenía una hermana que me amaba y siempre me apoyaba en todas mis locuras, tenía a Ryan quien también era como mi hermano, siempre me había protegido tanto como a Val, siempre había estado para mí, tenía a una nana que era la combinación perfecta de una madre y una abuela al mismo tiempo.