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Capítulo 16 "Nunca sentirlo"

Nunca sentirlo

 

Hay gente normal que utiliza los espejos para verse bien y saber cómo están. Y luego...estoy yo.

Apenas lo hago siempre tengo la manía de hacer caras raras. Sea arrugarla, sonreír exagerado, inflar los cachetes o cerrar los ojos mientras estiro los labios de manera muy exagerada y luego, río de ellas.

Ya sé, no soy muy normal...pero eso ya lo sabían.

Esta vez no es la excepción. Me paro frente a este y comienzo a hacer las caras, me río y luego finjo ser diva. Me encanta hacerlo, es como reír de uno mismo, sanamente y de paso me sirve para saber que caras no debo hacer para no dar miedo.

O para hacerlas cuando es medianoche y hay personal caminando por la casa.

Sinceramente, esa es la mejor parte.

De ahí, veo el vestido, ciertamente es hermoso, Sebastián se lució al conseguirlos y traerlos aquí. Es amplio, estilo princesa y el diseño de verdad me hace pensar que estoy en una época victoriana.

Me veo como una princesa, no más me falta una tiara pero eso lo puedo solucionar usando las flores y uniéndolas para formarla, así se vería bonita. Y es así, como termino sacándolas de mi peinadora y las enredo entre sí.

Sonrío cuando esta lista y me la pongo.

Soy una jodida genio.

Otra cosa que me gusta es el color, nunca creí que el rojo me sentara tan bien. Ahora pueden llamarme la ama roja. Por qué ¡vaya! Resalta muy bien con mis ojos y el labial rojo. Me veo sexy.

Me siento sexy.

En resumen, me siento, me veo y sé, que soy esplendida.

Doy una vuelta y camino hacia el espejo.

-Oh señor Gregory, un gusto en verlo-digo con una voz fingida que suena graciosa-¿Qué?-finjo sorpresa-¿Usted quiere bailar conmigo? No, no, no, claro que quiero. Es más, una vida a su lado si desea.

Me río ante lo ridículo que suena. Si alguien me viera así...dignidad al piso.

-¿Ya te vas?-pregunta mamá a mi espalda.

Abro los ojos y torpemente me resbalo sobre la peinadora. Roja como la nariz del condenado Rodolfo el reno, tomo con rapidez las cosas antes de que se caigan al piso.

Tenía que hablar-pienso cerrando los ojos.

-S-sí-balbuceo y ella al verme con las cosas frunce el ceño.

-¿Qué hacías?

-Viendo cuál ya se acaba, y ufff, aún están muy llenos-le respondo y río nerviosamente.

Ojalá no hay oído nada...

Los coloco en su lugar, todo bajo su mirada-que me pone más nerviosa porque me mira fijamente-y cuando acabo, le regreso a ver.

Al estar en frente de ella puedo ver como parece más arreglada de lo habitual. Incluso lleva el collar que papá le dio y eso me tiene desconcertada. Sinceramente, creí que ya lo había tirado a la basura.

-Estás hermosa-dice sonriendo-Pareces una princesa.

Bajo la mirada y sonrío.

-Gracias mamá, tú también te ves bonita.

-Dicen que algo deben heredar los hijos ¿verdad?-bromea y sonrío-¿Te va a recoger alguien?

-No, los chicos ya están en el colegio-respondo y comienzo a buscar mis bolso.  

-Hace tiempo que no veo a Alan, ¿no han discutido, verdad?

-No, pero él tiene novia mamá.

Asiente entregándome la sombrilla.

-Eso es bueno, ver que cada uno sigue su camino y se llevan. Me gusta que mantengan esa amistad. ¿Puedo saber quién es la chica?

-Es Abigail.

Deja de tocar mi peinadora y frunce el ceño.

-¿Abigail?

-Sí, Abigail Martins.

Su rostro deja expresión alguna y asiente. Da pasos hacia mí y toma con sus dedos mi cara para luego ver el collar. Sus ojos parecen recorrer mi cara y luego pregunta.

-¿Hace cuánto has dejado de hablar con él?-frunzo el ceño confundida-¿Hace cuánto no ves a Alan, Verónica?

-Si lo veo-miento.

Alza una ceja y suelta el collar.

-Qué bueno que así sea, sería una pena que él dejara su amistad de lado por una muchacha. Pero si tú dices eso, no creo que haya de que preocuparse. Después de todo, no es como si te ignorara en los pasillos, no te escribiera y no salieran juntos desde que esta con ella ¿verdad?

No digo nada porque es como si supiera que le he mentido. Cosa que me asusta porque no he dado ningún signo de que algo así pase.

Un pitido suena y ella me mira.

>>Te he reservado un auto.

Alzo una ceja.

-¿Por qué?-pregunto.

Sonríe levemente.

-Porque sabía que nadie iba a venir.

Aprieto las manos mientras evito alzar la mirada y ella sale de la habitación, pero luego regresa.

-Otra cosa, Verónica-dice y asiento-no estaré algunos días en casa.

Suelto un bufido.

-¿Y eso es nuevo?-pregunto sonriendo-Que tengas buen viaje-le digo para luego pasar de su lado e irme.

Conforme bajo las gradas, más acelero el paso y con ello, siento que cada vez soy más lenta y mis piernas piden más. En mi mente esta “Quiero correr” “Quiero dejar este lugar”

Por qué ¿qué esperaba ella con sus palabras? Sabía que siempre volvía unos días y luego se iba incluso por meses. Pero aun así, sigue enojándome y doliendo. Por ella estoy así, por su descuido.

Por ella...tengo esas estúpidas cicatrices mentales y físicas.

Y me molesta que no lo sepa.

Saludo al chofer asintiendo la cabeza y ni pienso si eso es educado o no, en este momento mi boca solo quiere soltar estupideces de mi corazón. Gruño y apego la cabeza en el vidrio tratando de despejar mi mente pero fallo.

Mi mente no deja de pensar en ello.

-Por favor detente en el parque-le ordeno al chofer en medio camino y asiente.

Me bajo del auto y camino hasta la pileta, sintiéndome mareada decido sentarme. Ahí me quedo un rato miro a la nada. No comprendo a mi madre, tal vez ni siquiera la conozco de verdad. No sé nada de ella más que solo se crio con mi tía y vivían solas, porque mis abuelos maternos murieron cuando ellas eran niñas.




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